Las dos ranas - Anónimo


Dos ranas eran vecinas, pero una vivía en un estanque y otra en un camino que estaba al lado. Charlaban a menudo. Un día la rana del estanque le dijo a la del camino:
-¿Pero cómo es posible que tú, con lo sensata que eres, vivas feliz en tu casa, que está junto al camino? Todos los días veo que te amenazan mil peligros: pies de mucha gente, ruedas de muchos carros… Yo en cambio, vivo tranquila y sin peligros en mi estanque. ¿Por qué no dejas tu casa y te vienes a vivir conmigo?
La rana del camino le contestó a su amiga en tono de burla:
-¡Qué tontería me dices! ¡Cómo voy yo a dejar la casa de mis padres, que también lo fue de mis abuelos y de todos los míos! A nadie le pasó nunca nada, que yo sepa. ¡Tú te crees que sólo lo tuyo es bueno!
-¡Allá tú! –le replicó la rana del estanque-. Yo te he avisado ya, y ten en cuenta que a veces pasa lo que nunca ha pasado. Te ofrezco mi casa, mi compañía, y tú no quieres y prefieres estar en tu camino, entre pies y ruedas, y me contestas además burlándote de mí. ¡Allá tú!
Y en cuanto a la rana del estanque dejó a su amiga y se zambulló en el agua, llegó una carreta, a la que no vio la rana del camino y la aplastó. Y la rana quedó hecha una tortilla.
Nunca hay que cerrar los oídos a las advertencias, como hizo la rana del camino con los avisos de su amiga. Ni tampoco hay que seguir haciendo siempre lo que se ha hecho sólo porque siempre se ha hecho. Es bueno escuchar los consejos, y no es malo cambiar las cosas si es necesario hacerlo.
Si la rana del camino se hubiera fijado en el peligro que era para ella el paso continuo de personas, de carros, por el camino en donde vivía, no se hubiera burlado de los consejos de su amiga, la rana del estanque, y quizá estaría todavía hoy cantando en el agua junto a su compañera.


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