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Mostrando entradas de septiembre 2, 2012

La lechera - Esopo

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Una mujer llevaba leche a vender al mercado: era la lechera. Vivía en la montaña e iba al pueblo, como todas las semanas. Caminaba sola, contenta, feliz, sin prisa. Pensaba en lo que iba a hacer, en dónde vendería la leche, quién le daría más dinero. Se acordaba de lo que le habían dicho la semana anterior: que la leche de sus vacas era muy buena. Por ello se la habían pagado muy bien. Iba tan contenta que empezó a imaginar cosas, a pensar lo que le iba a pasar en cuanto vendiera la leche: <<Me darán mucho dinero por esta lecha tan buena. Con lo que me den compraré un enorme cesto de huevos. De los huevos nacerán cien pollitos. ¡Parece que los estoy viendo dando vueltas a mí alrededor! ¡Pío, pío, pío….! ¡Cuánto pían! ¡Qué bonitos son! ¡Parecen bolitas de algodón amarillo! Cuando crezcan, los venderé. Conseguiré mucho dinero, el suficiente para comprar un cerdo. Si le doy a éste bellotas, salvados, berzas, castañas, se va a poner como  una bota. Le daré comida, comida, m

Los dos amigos y el oso - Félix Maria Samaniego

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Dos amigos iban andando por la montaña, y de pronto un oso apareció en su camino. Uno de los dos, empujado por el miedo corrió a subirse a un árbol; pero a su compañero, que no era tan ágil, no se le ocurrió otra cosa que hacerse el muerto tirándose al suelo y procurando no moverse lo más mínimo. El oso, al ver al hombre inmóvil en el suelo, se le  fue acercando lentamente. Pero como ese animal no come nunca nada muerto, empezó a oler el cuerpo y luego lo tocó con una pata. Como vio que no se movía, se le acercó a la cara y le olió las narices y la boca. ¡Qué miedo pasó el hombre al notar tan cerca al animal! ¡No le entraron ganas de reírse cuando el hocico del soso le hizo cosquillas en la mejilla! Durante toda la larga inspección del oso, el hombre siguió completamente inmóvil, haciéndose el muerto, porque le iba la vida en ello. Incluso dejaba de respirar un instante cuando notaba que  el animal le husmeaba la cara. El oso, al ver que no hacía el menor movimiento y que no

El labrador y la cigüeña - Félix Maria Samaniego

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Un labrador miraba muy preocupado sus campos sembrados porque gansos, grullas y otras aves se estaban comiendo los granos que acababa de esparcir sobre la tierra. Si seguían así, no iba  a nacer el trigo, y ese año no cogería cosecha alguna, ¡iba a pasar hambre! Desesperado, puse por todas partes lazos para cazarlos. E hicieron efecto. Al día siguiente se encontró con que habían caído en las trampas las grullas, los gansos que comían sus granos, y también una cigüeña. Cuando el labrador se acercó a ellos, la cigüeña, temblando y llorando, le dijo: -Señor labrador, déjeme ir, no me  mate. Yo no he hecho nada. Yo no he comido los granos como las grullas y los gansos. Yo le ayudo, señor, porque limpio sus campos de culebras y víboras y de otros bichos. ¡Suélteme, buen hombre, por favor y seguiré ayudándole! ¡No me mate! Pero el furioso labrador no estaba dispuesto a escuchar ni súplicas ni  llantos, y le contestó: -Tal vez sea verdad lo que me cuentas, cigüeña, pero yo sólo pu

La gallina de los huevos de oro - Esopo

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Una persona tenía una gallina maravillosa, única, porque siempre ponía todos los días un huevo de oro. ¡Un auténtico huevo de oro! Era una riqueza inmensa. Nada más levantarse, iba al gallinero, y allí encontraba ya un huevo de oro del día. Pero esa persona era avara, muy avara. Y en vez de sentirse feliz con esa ganancia única, con tener todos los días un maravilloso huevo de oro, quiso tener más, mucho más. Y para ello, quiso llegar a la misma fábrica del oro para apoderarse de él en seguida, de una vez, y no tener que esperar día  a día a que la gallina se lo regalara. Agarró a la gallina y la mató. Con una avidez terrible, cogió un largo cuchillo y le abrió el vientre. ¿Y qué encontró? Pues nada. Había matado a la gallina de los huevos de oro y ya nunca más iba a conseguir ni uno solo. Había tenido en sus manos la riqueza, y su avaricia le había llevado a perderla definitivamente. ¡Cuántos hay que viven bien, que tienen lo necesario y, en cambio, nunca están contentos porqu

El león y la zorra - Esopo

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Se había hecho  viejo el fiero león. Cuando era joven, saltaba, corría a una velocidad asombrosa. Ahora ya no podía. Hambriento y fiero, perseguía al becerrillo y al cordero, pero era en vano porque no podía atraparlos. Ellos trepaban muy veloces por la áspera montaña y huían de sus garras. El viejo rey león  llevaba días sin comer, y le veían  ya las costillas de lo flaco que estaba. Pensó que, si no se espabilaba, se iba a morir de hambre más que de viejo. Estuvo pensando, pensando y, al final, encontró el remedio. Hizo correr la voz de que estaba muy enfermo en su palacio, que quería despedirse de sus súbditos más queridos y mandó que fueran a verle. Algunos acudieron al instante. Pero como la enfermedad del  viejo león era un hambre voraz, con el primer visitante se le curó ya un poco, porque éste entró a verle, pero ya no salió. Le receta del médico –que esta vez era el propio enfermo –decía: <<Comerse a la visita>>. Así uno tras otro  fueron a ver l ilustre en

El ciervo en la fuente - Félix María Samaniego

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Un ciervo estaba mirándose en las aguas cristalinas de una fuente, que le servían de espejo. Contemplaba admirando los bellos cuernos con largas ramas de su frente, pero luego miraba sus largas patas, tan delgadas, y no le gustaban nada. Bramando, le habló a Júpiter, el padre de los dioses del Olimpo, y le dijo: -¡Júpiter! ¿Por qué has puesto estos cuernos tan bellos en mi cabeza y me has dado, en cambio, unas patas tan delgadas? No hay proporción entre las flacas columnas que me sostienen y la hermosa corona que has puesto en mi cabeza. ¡Qué pena me da ver esas piernas larguiruchas! ¡Qué dolor tengo al comprobar que, con lo bella que es mi cabeza, está sostenida por unos auténticos palos! No hay dicha entera en este mundo! Mientras hablaba así a  Júpiter, el ciervo vio venir corriendo hacía él a un fiero perrazo.   Y no dijo nada más, sino ¡patas, para qué os quiero! Empezó a correr con mucha rapidez gracias a sus delgadas y ágiles patas, por en medio del bosque, para salvar

El leopardo y las monas - Félix María Samaniego

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En Tetuán, ciudad que está al norte de Marruecos, un leopardo tenía problemas con la comida porque cazaba monas. Ya las cogía no a pares, sino a docenas. Luego, las devoraba con muchísimo gusto. Pero al ver la carnicería que hacía la fiera, las monas que no habían caído en sus  garras, huyendo, se subieron a los altísimos árboles, y el peligroso felino nada pudo hacer ya para cogerlas. Las miraba como si fuesen uvas verdes, porque no estaban a su alcance. El leopardo se moría de hambre y un día decidió hacerse el muerto. El astuto cazador lo fingió tan bien que parecía que realmente se había muerto de hambre porque no podía ya comer las monas, que eran su alimento. Estaba tendido en el suelo, sin moverse. Las monas desde lo más alto de los árboles lo vieron. Esperaron toda la mañana porque no sabían si dormía o estaba muerto.  Pero como el leopardo no hizo el menor movimiento, no tuvieron duda alguna de que estaba muerto. Hasta las monas más viejas  y más sabias bajaron del árb

La zorra y la cigüeña - Esopo

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Una zorra invitó a comer a la cigüeña y lo hizo con tantas zalamerías, con tantos ofrecimientos, que la cigüeña se imaginó que se iba a encontrar con un auténtico banquete, con exquisitos manjares. Aceptó en seguida, y muy alegre y con mucho apetito se fue a casa de la zorra. ¿Y con qué se encontró? Pues que encima de la mesa no había nada más que una fuente plana, plana. Se veían en ella menuditos trocitos de carne dispuestos en una capa fina. La cigüeña tenía tal hambre que se lanzó a picotear la carne picada, pero su largo pico no le servía para nada, no era un buen tenedor, porque se le escapaba por completo el sabroso picadillo. Picaba y picaba en vano; se oían golpecitos secos de su pico en la fuente: pic, pic, pic, pic…. Y la carne seguía en ella. ¡No consiguió coger ni  un solo trocito! Vino su anfitriona, la astuta zorra, y con su lengua y hocico dejó la fuente limpísima, sin rastro de carne. No hacía falta ya lavarla, ¡brillaba! La cigüeña se fue con más hambre de l

El primo de la Ciudad cuento infantil

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El ratón de la corte y el ratón de campo.. - Esopo

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Un ratón que vivía en la corte, en la capital, invitó a su casa a un amigo suyo, un ratón que vivía en el campo. Lo hizo con mucha educación, con mucha elegancia. Y le dio un auténtico banquete: un buen trozo de gordo y sabroso tocino y queso fresco de Holanda. Lo alojó además en una despensa que estaba llena de todo tipo de comida. ¡Qué más podía desear el ratón campesino! En ningún lugar del reino de Ratópolis  se hubiera podido encontrar un alojamiento mejor aunque fuera para su rey, Roepán Primero. El ratón campesino no hacía más que olerlo todo, entusiasmado. No podía creer que fuera verdad lo que estaba viendo: las paredes y el techo estaban llenos de salchichones, de jamones, de cecinas, y de otras mil golosinas ratonescas. Los dos amigos saltaban de gusto, íban de jamón en jamón, de queso en queso. ¡Qué placer!, ¡qué olor tan maravilloso! Pero de pronto se acabó toda esa felicidad… porque llegó la despensera. Al oír el ruido de la puerta y luego sus pasos, los dos se pusi

La cigarra y la hormiga - Esopo

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Era verano y hacía mucho calor. La cigarra estaba contenta, se sentía feliz. Se pasó todos esos meses cantando, sin preocuparse de nada mas, sin pensar  en que, cuando viniera el frio, no iba a poder encontrar fácilmente la comida que ahora tenía a su alcance. Comía, cantaba, vivía feliz. No pensaba en nada, solo en cantar. Ni se le ocurría que no quedaba  tanto tiempo para que el invierno llegara. Hacía calor y se estaba muy bien en la rama del árbol sin hacer nada..Era muy divertido cantar y cantar. Veía abajo, en el suelo,  a la tonta hormiga que no paraba de trabajar ni un instante. Iba de aquí para allá, siempre cargada con comida que llevaba a su hormiguero. ¡Qué estúpida! ¡Con lo bien que se estaba sin hacer nada! Empezaron a pasar los días, uno tras otro, a una velocidad terrible…y llegó el invierno. Hacía mucho frío. Muchos árboles habían perdido las hojas, estaban desnudos y no tenían nada que dar a los pájaros ni a las cigarras. La cigarra comenzó a buscar desesper

Alicia en el país de las maravillas - Lewis Carroll

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Una hermosa tarde de verano, la rubia Alicia y su hermana mayor, Ana, paseaban por el campo. Luego, la mayor empezó a leer en voz alta, bajo los árboles. Alicia, somnolienta, vio a un conejo blanco, vestido estrafalariamente, que decía: -¡Ah,caramba!¡Llegaré tarde! La niña cometió el error de correr tras el animalito y...viendo que Conejo Blanco se metía por el hueco de un árbol,atolondradamente, fue tras él. ¿Le sería tan fácil salir? Bajando siempre, la niña se encontró en un pozo muy profundo. El Conejo por algún lado, seguía diciendo que iba a llegar tarde. Por fin, sin viaje concluyó en una sala repleta de mesitas con manjares. Probó de algunos y luego descubrió una llavecita sobre una mesa de cristal. La tomó, mirando a todas partes, pero le costó divisar una puerta. Con aire de penetrar en un misterio, la probó. Y se dijo: -¡Menos mal! Es la llave que necesitaba. ¡Qué aventura! En efecto, era la llave que le iba. Pero detrás...sólo había un pasadizo tan estrecho por el qu