Un kilo de manías – David Paloma y Mabel Piérola
Había una vez un hombre que vivía solo y que estaba cargado de manías. Dormía con dos cojines debajo de cada brazo. Nunca se levantaba con el pie izquierdo. Se duchaba con agua fría los días laborables y con agua caliente los fines de semana. Siempre se sentaba de manera que quedara perpendicular a la mesa. Desayunaba lo que más le apetecía y después se lavaba los dientes de arriba con un cepillo que era el doble de largo que el cepillo que usaba para los dientes de abajo. Y cada día, cuando salía a comprar, cogía un cesto, o tres, o cinco… (siempre un número impar). ¡Ah, y lo compraba todo a peso! -¿Puede ponerme un kilo de rábanos, por favor? -¿Algo más? -Sí, un kilo de zanahorias bien largas. -¿Algo más? -Y un kilo de tomates. Al verdulero le extrañaba bastante la cantidad de kilos que le vendía. Y también al frutero le parecía raro. -Póngame un kilo de melocotones, por favor –pedía con cortesía. -¿Algo más? -Y un kilo de plátanos, no muy maduros. -¿Algo