Adelarius Baltavieja era uno de esos magos que, durante toda su vida, había utilizado la magia para hacer reír y entretener. Viajaba de pueblo en pueblo por el pais de Dirm, con su pequeña carreta, su perro Saltador y su mula Mara. Gracias a su magia y a su pequeño teatrillo que cargaba en su carreta, era capaz de hacer aparecer imágenes muy reales mientras contaba sus historias de duendes, magos, caballeros y hazañas prodigiosas. Su magia de ilusión era tan real que los niños y sus padres siempre lanzaban suspiros de asombro, o de miedo, o de ternura, cuando hacía aparecer a sus protagonistas. A Adelarius le gustaba ver reír a los más pequeños, o asustarse cuando aparecía el dragón. Y al final del día día, todos los niños de cada pueblo por el que pasaba le tenían gran aprecio por sus historias. Un día, llegando al pueblo de Marmaburgo, se dio cuenta de que había una inmensa niebla que lo rodeaba. Al entrar, comprobó que casi todas las personas caminaban e iban de aquí para allá sin