El león y el ratón - Esopo
Un león tenía entre sus garras a un pobre ratoncillo. No es que el ratón estuviera preso por haber robado un trocito de queso o de tocino como lo hubiera hecho en las trampas que le ponían en las ratoneras. ¡No! ¡Qué va! Lo que había sucedido era que el león dormía tranquilamente en su cueva, y el ratoncillo y unos amiguitos suyos saltaban, corrían junto a él, se le subían encima sin miedo alguno, ¡y le despertaron! El felino, furioso, cogió al primero que vio, y éste fue nuestro pobre ratoncito. Él, al verse prisionero en esas garras terribles, terminadas en unas uñas curvas que podían atravesarle, empezó a llorar. Y entre sollozos, le pedía al gran león mil perdones por su atrevimiento, por su insolencia. El león, al ver que un animalito tan pequeño sabía pedir perdón tan bien, con tan buenas palabras, le perdonó. Además vio que lloraba y le dio pena. Lo saltó y le dijo: -No llores más, ratoncito. Veo que no querías despertarme y te perdono. ¡No lo vuelvas a hacer! ¡Qué con