El hombre y la culebra - Félix Maria Samaniego
Un labrador vio en el suelo a una serpiente medio muerta de
frío. Le dio pena verla así, porque era un buen hombre. Pensó que todos tenemos
derecho a la vida, incluso las serpientes. Y la cogió para llevársela a su casa
y ponerla junto al fuego. Pero se dio
cuenta de que ya casi no se movía, y pensó que, si no le daba calor, no
llegaría viva a su casa. Como era pequeña, se la puso debajo de la camisa,
junto a su pecho, para que el calor de su cuerpo le devolviera la vida. Y así
fue. Pero era una víbora y, al revivir,
lo que hizo fue picar a su salvador. Y lo mató con su veneno.
Haz bien, pero fíjate a quién lo haces. Puede ser un lobo, o incluso peor,
puede ser una víbora. Huye de sus dientes, huye de su veneno. No sirve de nada hacer
el bien a los desalmados.
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