El príncipe feliz –Oscar Wilde
En la parte más alta de la ciudad estaba la estatua del Príncipe Feliz. Estaba revestida de madre selva, de oro fino, rubíes y zafiros que tenía en el cuerpo. Una noche una golondrina estaba volando, y se perdió. Entonces paró en la ciudad a descansar, y se posó entre los pies del Príncipe Feliz. Estaba muy cansada y cuando iba a dormir, una gota le cayó encima de su cabecita. Cosa que le extrañó, porque el cielo estaba despejado y no llovía. Entonces miró hacia arriba, y vio al Príncipe Feliz llorando y dijo: -¿Por qué lloráis de ese modo? Casi me habéis empapado. -Cuando yo estaba vivo y tenía un corazón de hombre vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Fui siempre feliz junto a mis compañeros. Así viví y así morí. Y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de la ciudad. En una viviendo, ahí abajo, hay una mujer que es costurera. Borda pasionarias sobre vestidos