Hermes y Apolo -Juan Kruz Igerabide
Nació Hermes tan vigoroso, que se escapó de su madre, en pañales. En un prado, vio pastar las hermosas vaas de Apolo. -Me guztan -se dijo el niño. Silbó y se las llevó consigo a una cueva, donde las escondió. Hermes sabía que estaba cometiendo una trastada, porque herró las vacas con cortezas de roble, para que no dejaran huellas y así nadie pudiera seguir la pista y descubrir el escondrijo. Apolo anduvo buscando sus vacas, enfadadísimo. -No me lo puedo creer. ¿Quién se habrá atrevido? Como lo agarre... En esto, una suave música acarició sus oídos. Apolo quedó maravillado. La música provenía de uhna cueva. Apolo se acercó sigilosamente y echó un vistazo. Cuál no sería su sorpresa, cuando vio sus vacas dormidas, y un niño, aún en pañales, tocando una lira que había construido con un caparazón de tortuga. Apolo montó en cólera y pensó en regañar al niño travieso, pero estaba tan encandilado con la música, que habló a Hermes con dulce voz. -Niño: esas vacas son mías. -