Hermes y Apolo -Juan Kruz Igerabide


Nació Hermes tan vigoroso, que se escapó de su madre, en pañales. En un prado, vio pastar las hermosas vaas de Apolo.
-Me guztan -se dijo el niño.
Silbó y se las llevó consigo a una cueva, donde las escondió. Hermes sabía que estaba cometiendo una trastada, porque herró las vacas con cortezas de roble, para que no dejaran huellas y así nadie pudiera seguir la pista y descubrir el escondrijo.
Apolo anduvo buscando sus vacas, enfadadísimo.
-No me lo puedo creer. ¿Quién se habrá atrevido? Como lo agarre...
En esto, una suave música acarició sus oídos. Apolo quedó maravillado. La música provenía de uhna cueva.
Apolo se acercó sigilosamente y echó un vistazo. Cuál no sería su sorpresa, cuando vio sus vacas dormidas, y un niño, aún en pañales, tocando una lira que había construido con un caparazón de tortuga.
Apolo montó en cólera y pensó en regañar al niño travieso, pero estaba tan encandilado con la música, que habló a Hermes con dulce voz.
-Niño: esas vacas son mías.
-Zon míaz -respndió el niño con descaro.
Apolo respiró profundamente, para no perder la paciencia.
-Vamos a hacer un trato: te cambio las vacas por la lira. A Hermes le pareció buena idea.
-Vale -y ofreció la hermosa lira a Apolo, que la recibió como el regalo más maravilloso que pudieran hacerle.
Entonces, Hermes creció de golpe y se convirtió en un joven dios de hermosa figura.
-Trato hecho -ofreció la mano Hermes a Apolo.
Se estrecharon las manos y se hicieron buenos amigos. Apolo enseñó a  Hermes todo lo que sabía,  de manera que este se convirtió en el dios más inteligene de todos, hasta el punto de que Zeus lo nombró mensajero de los dioses.
Apolo regaló a Hermes unas sandalias aladas, para que pudiera volar por el cielo y transportar los mensajes de los dioses a cualquier parte donde se encontraran.
También le enseñó a adivinar el porvenir haciendo bailar unos cantos rodados en un recipiente lleno de agua cristalina.
Como mensajero, era el encargado de llevar los tristes mensajes de muerte que enviaba Hades, el rey de los infiernos. Cuando alguien se tenía que morir, era Hermes el que daba el aviso.
-Mira, buen hombre -comunicaba Hermes al que debía recibir el mensaje de Hades-: ha llegado tu hora.
La persona se asustaba, pero Hermes sabía calmarla con sabias palabras, prometiéndole un hermoso futuro de ultratumba. Entonces, el que iba a morir lo acompañaba gustoso al otro mundo.
Hermes, conseguía que la gente se muriera contenta.
Fue Hermes también quien descubrió el fuego, frotando un palito contra un trozo de madera. Los dioses le ofrecieron de todo por dicho artilugio, pero Hermes se lo regaló  a Apolo, para que encendiera el sol.
Inventó también el alfabeto y enseñó a  escribir a los dioses. Y el solfeo, para que aprendieran a cantar y a tocar la lira. Y los pesos y medidas y las matemáticas. Y la lucha libre. Y la jardinería. Plantaron un montón de olivos, y en la época de recogida, cuando soplaba el viento, llovían aceitunas sobre la tierra.


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