El joven pastor y las ovejas - Esopo
Un joven pastor estaba
apacentando sus ovejas en un monte. Era un mozo bromista, le gustaba
gastar bromas pesadas a los demás. Como se estaba aburriendo viendo cómo comía
hierba su ganado, pensó qué podría hacer para divertirse un rato. Miró los
campos que estaban al pie del monte y vio allá lejos a unos labradores que
araban la tierra con sus bueyes.
No se le ocurrió otra cosa que empezar a gritar lo más
fuerte que pudo:
¡Ayudadme, labradores!, ¡que viene el lobo! ¡Labradores
venid corriendo! ¡El lobo se está comiendo mis ovejas!
Los campesinos dejaron el arado, la yunta de bueyes, y
corriendo subieron al monte donde estaba el mozo para ayudarle. Llegaron
sudorosos, cansados de tanto correr, ¡y descubrieron que había sido una broma
pesada del gracioso!
¡Cuántas cosas le dijeron! Pero a él le dio lo mismo, porque
se había divertido muchísimo viéndoles correr monte arriba, dejando su trabajo,
abandonando a los bueyes. Y mucho más disfrutó al verlos tan enfadados. Cuando se marcharon, se pasó un buen rato
riéndose a carcajadas. Se lo pasó tan bien que repitió la broma al día
siguiente. Hizo lo mismo. Al verles
trabajando a lo lejos, empezó a gritar y a correr de un lado a otro para que se lo creyeran de
nuevo. Los labradores no sabían si acudir o no, pero vieron que hacía tantos
gestos con su bastón, que gritaba tanto, que dejaron otra vez su trabajo,
cogieron los azadones con lo que cavaban y corriendo subieron de nuevo el
monte.
Al llegar, ¡nada! De nuevo la broma pesada del tonto mozo
bromista, al que le gustaba divertirse haciendo correr a la buena gente que
quería ayudarle. ¡Vaya gracia!
Pero tuvo su castigo, ¿cómo? Pues hubo una tercera vez, pero
esta vez fue de verdad. Vino el hambriento lobo y empezó a devorarle las ovejas
una tras otra. El mozo empezó a gritar con todas sus fuerzas, a correr, a hacer
gestos, a patear, a llorar, chillar. Todo fue inútil. Los labradores lo veían a
lo lejos y pensaban:
-No nos vas a engañar por tercera vez. ¡Allá tú con tus
bromas!
Y siguieron con su
trabajo. Lo comentaron entre ellos, y todos estaban de acuerdo: ¡Allá el mozo
con sus engaños y sus tonterías! Ellos, a lo suyo.
El lobo pudo comer todas las ovejas que quiso. El monte
quedó teñido de la sangre del rebaño muerto del tonto mozo bromista.
No te burles de los que te ayudan, no gastes bromas que
hacen daño a tus amigos. Te vas a quedar sin ellos cuando los necesites.
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