El lobo y la cigüeña - Félix María Samaniego
Un lobo estaba comiendo cabra muerta y se atragantó con uno
de sus huesos. Se le quedó en medio de la garganta y no podía ni sacarlo ni
tragarlo. La faltaba ya aire, el hueso estaba ahogándole. ¿Qué podía hacer? ¡Su
pata no le servía de nada! ¡Iba a morir!
De pronto vio pasar una cigüeña. Con sus últimas fuerzas, le
hizo desesperadas señas para que le ayudara. La cigüeña vio al lobo, se dio
cuenta de que algo le pasaba y fue en su ayuda.
Se le acercó, y el lobo abrió la boca todo lo que pudo para
que la cigüeña pudiera ver qué era lo que le ahogaba. La cigüeña vio el hueso
en la garganta del lobo y con su largo pico, con mucho cuidado, se lo sacó. Fue
una operación perfecta, ¡no lo hubiera hecho mejor el más hábil cirujano!
La cigüeña, al ver al lobo tan contento porque ella le había
salvado la vida, le pidió que le pagara por su operación, tan precisa y
oportuna.
-¿Qué quieres que te dé más si te he devuelto la vida?
-¡A mí! –Contestó la cigüeña-. ¡Si he sido yo quién te ha
salvado de morir ahogado!
Y el lobo le replicó:
-¿No pusiste tu pico en mi boca? ¿No pude yo entonces acabar
con tu vida? ¿No he dejado que sacaras el pico de entre mis dientes sin sufrir
el mínimo daño para que puedas irlo contando? ¿Qué más quieres?
La cigüeña no dijo nada más. Se marchó en seguida para que
no cayera el lobo en la tentación de atacarla. Pero se llevó la lección bien
aprendida.
Haz bien y no mires a quién, dice un refrán. Pero ya ves que
no tiene razón alguna. ¡Haz bien al lobo y verás que te pasa! La cigüeña lo vio
perfectamente y se fue muy deprisa sin pago, sin gracias, sin nada, ¡y menos
mal que el malvado lobo no le dio una dentellada como premio!
Tienes que saber a quién haces el bien, no vaya a ser que no
merezca tu ayuda y se convierta en tu enemigo. Y si quieres oír otro caso, vas
a enterarte que le pasó a un hombre con una serpiente venenosa.
Comentarios
Publicar un comentario