La niña y las setas - Leon Tolstoi
Dos niñas iban a casa llevando setas.
Tenían que cruzar la vía del tren. Creyeron que la máquina estaba lejos, escalaron el talud y empezaron a atravesar los raíles.
Entonces se oyó el retumbo del tren. La mayor de las niñas volvió atrás corriendo, y la pequeña atravesó la vía.
La mayor se puso a gritar a su hermana:
– ¡Quédate dónde estás!
Pero el tren llegaba tan cerca y armaba tanto ruido que la pequeña no entendió: creía que le mandaban volver. Se metió entre los raíles, dio un tropezón, las setas se le cayeron y se puso a recogerlas.
El tren se echaba encima, y el maquinista hizo sonar el silbato con todas sus fuerzas.
La niña mayor gritaba:
– ¡Deja las setas! –pero la pequeña entendió que le mandaban recoger las setas, y se arrastraba por la vía.
El maquinista no pudo frenar. La máquina se acercó, silbando con toda su fuerza, y atropelló a la niña.
Su hermana chillaba y lloraba. Los pasajeros se asomaron a las ventanillas de los vagones, y el revisor fue corriendo al extremo del tren para ver qué había sido de la niña.
Cuando el tren pasó, todos la vieron, echada entre los raíles, boca abajo e inmóvil.
Después, cuando el tren estaba ya lejos, la niña alzó la cabeza; se puso, dando un brinco, de rodillas, recogió las setas y corrió hacia su hermana.
Tenían que cruzar la vía del tren. Creyeron que la máquina estaba lejos, escalaron el talud y empezaron a atravesar los raíles.
Entonces se oyó el retumbo del tren. La mayor de las niñas volvió atrás corriendo, y la pequeña atravesó la vía.
La mayor se puso a gritar a su hermana:
– ¡Quédate dónde estás!
Pero el tren llegaba tan cerca y armaba tanto ruido que la pequeña no entendió: creía que le mandaban volver. Se metió entre los raíles, dio un tropezón, las setas se le cayeron y se puso a recogerlas.
El tren se echaba encima, y el maquinista hizo sonar el silbato con todas sus fuerzas.
La niña mayor gritaba:
– ¡Deja las setas! –pero la pequeña entendió que le mandaban recoger las setas, y se arrastraba por la vía.
El maquinista no pudo frenar. La máquina se acercó, silbando con toda su fuerza, y atropelló a la niña.
Su hermana chillaba y lloraba. Los pasajeros se asomaron a las ventanillas de los vagones, y el revisor fue corriendo al extremo del tren para ver qué había sido de la niña.
Cuando el tren pasó, todos la vieron, echada entre los raíles, boca abajo e inmóvil.
Después, cuando el tren estaba ya lejos, la niña alzó la cabeza; se puso, dando un brinco, de rodillas, recogió las setas y corrió hacia su hermana.
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