La princesa y el guisante - Hans Christian Andersen
Hola a todos!! Quiero comunicaros por aquí que el facebook no me funciona y por lo tanto no puedo subir los enlaces de los cuentos... Subiré un cuento hoy...a ver si más adelante se arregla el facebook y puedo pasarlos ahi tambien..Un beso!!
Erase una vez un príncipe que quería casarse, pero tenía que
ser con una princesa de verdad. De modo que dio la vuelta al mundo para
encontrar una que lo fuera; pero aunque en todas partes encontró no pocas princesas,
que lo fueran de verdad era imposible de saber, porque siempre había algo en
ellas que no terminaba de convencerle. Así es que regresó muy desconsolado, por
su gran deseo de casarse con una princesa auténtica.
Una noche estalló una tempestad horrible, con rayos y
truenos y lluvia a cántaros; era una noche, en verdad, espantosa. De pronto
golpearon a la puerta del castillo, y el viejo rey fue a abrir.
Afuera había una princesa. Pero, Dios mío, ¡qué aspecto
presentaba con la lluvia y el mal tiempo! El agua le goteaba del pelo y de las
ropas, le corría por la punta de los zapatos y le salía por el tacón y, sin
embargo, decía que era una princesa auténtica.
«Bueno, eso ya lo veremos», pensó la vieja reina. Y sin
decir palabra, fue a la alcoba, apartó toda la ropa de la cama y puso un
guisante en el fondo. Después cogió veinte colchones y los puso sobre el
guisante, y además colocó veinte edredones sobre los colchones.
La que decía ser princesa dormiría allí aquella noche.
A la mañana siguiente le preguntaron qué tal había dormido.
-¡Oh, terriblemente mal! -dijo la princesa-. Apenas si he
pegado ojo en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! He dormido
sobre algo tan duro que tengo todo el cuerpo lleno de magulladuras. ¡Ha sido
horrible!
Así pudieron ver que era una princesa de verdad, porque a
través de veinte colchones y de veinte edredones había notado el guisante. Sólo
una auténtica princesa podía haber tenido una piel tan delicada.
El príncipe la tomó por esposa, porque ahora pudo estar seguro
de que se casaba con una princesa auténtica, y el guisante entró a formar parte
de las joyas de la corona, donde todavía puede verse, a no ser que alguien se
lo haya comido.
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