La creación del mundo – Gianni Rodari


En el principio, la Tierra estaba desierta, cubierta de piedras, no había un árbol ni una brizna de hierba. El sol miraba a la Tierra y no le gustaba en absoluto. Por ello le dijo a su gallito de oro:
-Gallito, vuela a la Tierra y haz algo para que se vuelva verde y dé algunos frutos.

El gallo voló a la Tierra, hizo su nido en una gruta y puso dos huevos de oro. Rompió uno de los huevos enseguida y de él salieron seis ríos. Estos ríos dieron vigor al suelo y así crecieron hierbas y árboles, y en los árboles, manzanas, higos y otros frutos en abundancia. Los hombres de aquella época vivieron en la Tierra como en un paraíso. Todo lo que necesitaban crecía en los árboles, solo bastaba con extender la mano. Y el gallo de oro cantaba para que la gente supiese cuándo era la hora de levantarse, a qué hora había que comer y a qué hora había que irse a dormir.

Pero muy pronto los hombres comenzaron a protestar:
- ¿Por qué tenemos que seguir obedeciendo al gallo, por qué tenemos que hacer todo lo que nos ordena? De ahora en adelante nos levantaremos cuando nos plazca, comeremos cuando nos dé la gana e iremos a dormir cuando se nos antoje.
Y el gallo, al escuchar esas palabras, se puso muy triste, cantó por última vez y se volvió al cielo, junto al sol.

Después de que el gallo se marchase volando, los hombres entraron en su gruta y allí encontraron el segundo huevo de oro. Curiosos por ver lo que contenía, lo rompieron: de él salió una tremenda cantidad de agua que inundó toda la Tierra y ahogó a todos los hombres. Sólo se salvó un esloveno. Trepó a la rama de una de viña que sobresalía del agua y gritó pidiendo ayuda.

-¿Qué quieres? – tronó de pronto una voz cerca de él.
Era el diablo Corriente.
-Corriente, sálvame. Estoy a punto de ahogarme.
-De acuerdo, te salvaré. Pero debes ayudarme a matar al gallo de oro.
El esloveno se lo prometió y el diablo Corriente alzó la viña hasta a tal altura que ya el agua no pudo alcanzarla y el hombre se salvó. Se quedó refugiado en aquella viña durante nueve años alimentándose de uvas.

Cuando las aguas, por fin, bajaron, el diablo dijo que era el momento de acabar con el gallo de oro. Cogió un arco, colocó la flecha, pero no logró hacerla llegar hasta el sol. Entonces le dio el arco al hombre, que era muy fuerte, y éste disparó la flecha hacia el sol, y mató al gallo. Después lo asó a las brasas y lo compartió con el diablo. Éste estrujó las uvas y preparó el vino.

El hombre se emborrachó y cayó en un profundo sueño. Dormía, dormía, y al dormir daba tantas vueltas que cayó sobre una roca y se magulló todo el cuerpo. Fue así como perdió su gran fuerza.





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