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Mostrando entradas de 2012

La perla del dragón - Anónimo

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Hace muchísimos años, vivía un dragón en la isla de Borneo; tenía su cueva en lo alto del monte Kinabalu. Aquél era un dragón pacífico y no molestaba a los habitantes de la isla. Tenía una perla de enorme tamaño y todos los días jugaba con ella: lanzaba la perla al aire y luego la recogía con la boca. Aquella perla era tan hermosa, que muchos habían intentado robarla. Pero el dragón la guardaba con mucho cuidado; por eso, nadie había podido conseguirlo. El Emperador de la China decidió enviar a su hijo a la isla de Borneo; llamó al joven Príncipe y le dijo: -Hijo mío, la perla del dragón debe formar parte del tesoro imperial. Estoy seguro de que encontrarás la forma de traérmela. Después de varias semanas de travesía, el Príncipe llegó a las costas de Borneo. A lo lejos se recortaba el monte Kinabalu, y en lo alto del monte el dragón jugaba con la perla. De pronto, el Príncipe comenzó a sonreír porque había trazado un plan. Llamó a sus hombres y les dijo: -Necesito un

El campesino y el diablo - Jacob Grimm

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Erase una vez un campesino ingenioso y muy socarrón, de cuyas picardías mucho habría que contar. Pero la historia más divertida es, sin duda, cómo en cierta ocasión consiguió jugársela al diablo y hacerle pasar por tonto. El campesinito, un buen día en que había estado labrando sus tierras y, habiendo ya oscurecido, se disponía a regresar a su casa, descubrió en medio de su campo un montón de brasas encendidos. Cuando, asombrado, se acercó a ellas, se encontró sentado sobre las ascuas a un diablillo negro. -¡De modo que estás sentado sobre un tesoro! -dijo el campesinito. -Pues sí -respondió el diablo-, sobre un tesoro en el que hay más oro y plata de lo que hayas podido ver en toda tu vida. -Pues entonces el tesoro me pertenece, porque está en mis tierras -dijo el campesinito. -Tuyo será -repuso el diablo-, si me das la mitad de lo que produzcan tus campos durante dos años. Bienes y dinero tengo de sobra, pero ahora me apetecen los frutos de la tierra. El campesino acept

El caballo amaestrado - Anónimo

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Un ladrón que rondaba en torno a un campamento militar, robo un hermoso caballo aprovechando la oscuridad de la noche. Por la mañana, cuando se dirigía a la ciudad, paso por el camino un batallón de dragones que estaba de maniobras. Al escuchar los tambores, el caballo escapo y, junto a los de la tropa, fue realizando los fabulosos ejercicios para los que había sido amaestrado. ¡Este caballo es nuestro! Exclamo el capitán de dragones. De lo contrario no sabría realizar los ejercicios. ¿Lo has robado tú? Le pregunto al ladrón. ¡Oh, yo...! Lo compre en la feria a un tratante... Entonces, dime como se llama inmediatamente ese individuo para ir en su busca, pues ya no hay duda que ha sido robado. El ladrón se puso nervioso y no acertaba a articular palabra. Al fin, viéndose descubierto, confeso la verdad. ¡Ya me parecía a mí exclamo el capitán Que este noble animal no podía pertenecer a un rufián como tú! El ladrón fue detenido, con lo que se demuestra que el robo y el engaño

El viajero extraviado - Anónimo

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Erase un campesino suizo, de violento carácter, poco simpático con sus semejantes y cruel con los animales, especialmente los perros, a los que trataba a pedradas. Un día de invierno, tuvo que aventurarse en las montañas nevadas para ir a recoger la herencia de un pariente, pero se perdió en el camino. Era un día terrible y la tempestad se abatió sobre él. En medio de la oscuridad, el hombre resbaló y fue a caer al abismo. Entonces llamó a gritos, pidiendo auxilio, pero nadie llegaba en su socorro. Tenía una pierna rota y no podía salir de allí por sus propios medios. -Dios mío, voy a morir congelado...-se dijo. Y de pronto, cuando estaba a punto de perder el conocimiento, sintió un aliento cálido en su cara. Un hermoso perrazo le estaba dando calor con inteligencia casi humana. Llevaba una manta en el lomo y un barrilito de alcohol sujeto al cuello. El campesino se apresuró a tomar un buen trago y a envolverse en la manta. Después se tendió sobre la espalda del animal que, tra

Rapunzel - Hermanos Grimm

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Había una vez un matrimonio que vivía junto a la casa de la Maga Violenta. La mujer estaba esperando un niño. Ella y su marido estaban muy contentos al pensar en el hijo que iban a tener. La mujer solía asomarse a la ventana y mirar hacia el jardín de la maga Violenta. Y un día, vio un hermoso plantel de rapónchigos y se le antojó comer una ensalada. Le dijo a su marido: "En el jardín de nuestra vecina hay unos rapónchigos hermosísimos. Si no puedo cenar una ensalada hecha con esas plantas me moriré." "¡Pero no puedo entrar en el jardín de la Maga Violenta! ¡Se pondría furiosa contra mí!". "¡Tú verás lo que haces! ¡Yo me moriré si no puedo comer una ensalada de rapónchigos!". El pobre marido se quedó preocupadísimo. Y como quería mucho a su mujer y estaba muy ilusionado con la llegada del hijo que esperaban, se arriesgó a entrar en el jardín de la Maga. Cuando ya casi había terminado de recoger rapónchigos, apareció la Maga Violenta: "¡Robando m

El libro de la selva - Walt Disney

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Un lobo encontró llorando en la selva a un cachorro de hombre que había sido abandonado. Lo llevó a su guardia y la loba lo crió junto con sus lobatos. Lo llamaron Mowgli. Un día Shere Khan, el temido tigre, se asomó a la guarida y prometió comerse a Mowgli al menor descuido, pues odiaba a los hombres. Akela, el lobo gris, Bagheera, la pantera negra, y Baloo, el sabio oso, enseñaron al niño los secretos de la selva. Y Mowgli aprendió el idioma de los animales, a nadar, correr y trepar. Una tarde, los monos charlatanes lo raptaron y lo llevaron a la ciudad antigua. Después de una larga pelea, Baloo, Bagheera y Kaa, la pitón, que hipnotizaba con su danza, lo rescataron. Pasó el tiempo. Un día, el tigre Shere Khan reapareció más fiero que nunca, dispuesto a cumplir su promesa de despedazar al cachorro de hombre. Pero Mowgli ya no era un ser indefenso: mandó a dos manadas de búfalos contra él, y el tigre murió aplastado. Así fue como el cachorro de hombre, junto a su amigo el elefante

El príncipe y el mendigo - Walt Disney

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Erase un principito curioso que quiso un día salir a pasear sin escolta. Caminando por un barrio miserable de su ciudad, descubrió a un muchacho de su estatura que era en todo exacto a él. -¡Sí que es casualidad! - dijo el príncipe-. Nos parecemos como dos gotas de agua. -Es cierto - reconoció el mendigo-. Pero yo voy vestido de andrajos y tú te cubres de sedas y terciopelo. Sería feliz si pudiera vestir durante un instante la ropa que llevas tú. Entonces el príncipe, avergonzado de su riqueza, se despojó de su traje, calzado y el collar de la Orden de la Serpiente, cuajado de piedras preciosas. -Eres exacto a mi - repitió el príncipe, que se había vestido, en tanto, las ropas del mendigo. Pero en aquel momento llegó la guardia buscando al personaje y se llevaron al mendigo vestido en aquellos momentos con los ropajes de príncipe. El príncipe corría detrás queriendo convencerles de su error, pero fue inútil. Contó en la ciudad quién era y le tomaron por loco. Cansa

Aladino - Walt Disney

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Erase una vez una viuda que vivía con su hijo, Aladino. Un día, un misterioso extranjero ofreció al muchacho una moneda de plata a cambio de un pequeño favor y como eran muy pobres aceptó. -¿Qué tengo que hacer? -preguntó. -Sígueme - respondió el misterioso extranjero. El extranjero y Aladino se alejaron de la aldea en dirección al bosque, donde este ultimo iba con frecuencia a jugar. Poco tiempo después se detuvieron delante de una estrecha entrada que conducía a una cueva que Aladino nunca antes había visto. - ¡No recuerdo haber visto esta cueva! -exclamó el joven- ¿Siempre ha estado ahí? El extranjero sin responder a su pregunta, le dijo: -Quiero que entres por esta abertura y me traigas mi vieja lámpara de aceite. Lo haría yo mismo si la entrada no fuera demasiado estrecha para mí. -De acuerdo- dijo Aladino-, iré a buscarla. -Algo más- agrego el extranjero-.No toques nada más, ¿me has entendido? Quiero únicamente que me traigas mi lámpara de aceite. El tono de vo

La princesa y el guisante - Hans Christian Andersen

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Hola a todos!! Quiero comunicaros por aquí que el facebook no me funciona y por lo tanto no puedo subir los enlaces de los cuentos... Subiré un cuento hoy...a ver si más adelante se arregla el facebook y puedo pasarlos ahi  tambien..Un beso!! Erase una vez un príncipe que quería casarse, pero tenía que ser con una princesa de verdad. De modo que dio la vuelta al mundo para encontrar una que lo fuera; pero aunque en todas partes encontró no pocas princesas, que lo fueran de verdad era imposible de saber, porque siempre había algo en ellas que no terminaba de convencerle. Así es que regresó muy desconsolado, por su gran deseo de casarse con una princesa auténtica. Una noche estalló una tempestad horrible, con rayos y truenos y lluvia a cántaros; era una noche, en verdad, espantosa. De pronto golpearon a la puerta del castillo, y el viejo rey fue a abrir. Afuera había una princesa. Pero, Dios mío, ¡qué aspecto presentaba con la lluvia y el mal tiempo! El agua le goteaba del pelo y

La hilandera - Anónimo

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Erase una vez un molinero muy pobre que no tenía en el mundo más que a su hija. Ella era una muchacha muy hermosa. Cierto día, el rey mandó llamar al molinero, pues hacía mucho tiempo no le pagaba impuestos. El pobre hombre no tenía dinero, así es que se le ocurrió decirle al rey: -Tengo una hija que puede hacer hilos de oro con la paja. -¡Tráela! -ordenó el rey. Esa noche, el rey llevó a la hija del molinero a una habitación llena de paja y le dijo: -Cuando amanezca, debes haber terminado de fabricar hilos de oro con toda esta paja. De lo contrario, castigaré a tu padre y también a tí. La pobre muchacha ni sabía hilar, ni tenía la menor idea de cómo hacer hilos de oro con la paja. Sin embargo, se sentó frente a la rueca a intentarlo. Como su esfuerzo fue en vano, desconsolada, se echó a llorar. De repente, la puerta se abrió y entró un hombrecillo extraño. -Buenas noches, dulce niña. ¿Por qué lloras? -Tengo que fabricar hilos de oro con esta paja -dijo sollozando-, y

Los músicos de Bremen - Hermanos Grimm

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Un hombre tenía un burro que, durante largos años, había estado llevando sin descanso los sacos al molino, pero cuyas fuerzas se iban agotando, de tal manera que cada día se iba haciendo menos apto para el trabajo. Entonces el amo pensó en deshacerse de él, pero el burro se dio cuenta de que los vientos que soplaban por allí no le eran nada favorables, por lo que se escapó, dirigiéndose hacia la ciudad de Bremen. Allí, pensaba, podría ganarse la vida como músico callejero. Después de recorrer un trecho, se encontró con un perro de caza que estaba tumbado en medio del camino, y que jadeaba como si estuviese cansado de correr. -¿Por qué jadeas de esa manera, cazadorcillo? -preguntó el burro. -¡Ay de mí! -dijo el perro-, porque soy viejo y cada día estoy más débil y, como tampoco sirvo ya para ir de caza, mi amo ha querido matarme a palos; por eso decidí darme el bote. Pero ¿cómo voy a ganarme ahora el pan? -¿Sabes una cosa? -le dijo el burro-, yo voy a Bremen porque quiero hacerm

Simbad el marino - Anónimo

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Hace muchos, muchísimos años, en la ciudad de Bagdad vivía un joven llamado Simbad. Era muy pobre y, para ganarse la vida, se veía obligado a transportar pesados fardos, por lo que se le conocía como Simbad el Cargador. - ¡Pobre de mí! -se lamentaba- ¡qué triste suerte la mía!   Quiso el destino que sus quejas fueran oídas   por el dueño de una hermosa casa, el cual ordenó a un criado que hiciera entrar al joven. A través de maravillosos patios llenos de flores, Simbad el Cargador fue conducido hasta una sala de grandes dimensiones.  En la sala estaba dispuesta una mesa llena de las más exóticas viandas y los más deliciosos vinos. En torno a ella había sentadas varias personas, entre las que destacaba un anciano, que habló de la siguiente manera: -Me llamo Simbad el Marino. No creas que mi vida ha sido fácil. Para que lo comprendas, te voy a contar mis aventuras... “Aunque mi padre me dejó al morir una fortuna considerable; fue tanto lo que derroché que, al fin, me vi pob

El Mago de Oz - Lyman Frank Baum

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Dorita era una niña que vivía en Kansas con sus tíos y su perro Totó. Los dos se divertían de lo lindo en la granja y todos los querían mucho, excepto una vecina a la que no le gustaba nada los perros. Un día, la niña escuchó que querían atrapar a su perrito y quiso huir. Pero en ese momento se acercaba un tornado y, al salir corriendo, la niña tropezó y se golpeó en la cabeza. La casa salió volando, y los tíos vieron desaparecer en el cielo a Dorita y su perro. Viajaron sobre una nube mientras las tejas y las ventanas salían despedidas. Dorita y Totó se abrazaban esperando a que pasara el peligro. Al aterrizar, unos extraños personajes acudieron a recibirlos y un hada, respondiendo al deseo de Dorita de volver a casa, le aconsejó: - Lo mejor es que vayáis a visitar al mago de Oz. - No conozco el camino – replicó. - Seguid siempre el sendero de baldosas amarillas. En el camino, se cruzaron con un espantapájaros que quería un cerebro y un hombre de hojalata que deseaba

Bambi - Félix Salten

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Erase una vez un bosque donde vivían muchos animales y donde todos eran muy amiguitos. Una mañana un pequeño conejo llamado Tambor fue a despertar al búho para ir a ver un pequeño cervatillo que acababa de nacer. Se reunieron todos los animalitos del bosque y fueron a conocer a Bambi, que así se llamaba el nuevo cervatillo. Todos se hicieron muy amigos de él y le fueron enseñando todo lo que había en el bosque: las flores, los ríos y los nombres de los distintos animales, pues para Bambi todo era desconocido. Todos los días se juntaban en un claro del bosque para jugar. Una mañana, la mamá de Bambi lo llevó a ver a su padre que era el jefe de la manada de todos los ciervos y el encargado de vigilar y de cuidar de ellos. Cuando estaban los dos dando un paseo, oyeron ladridos de un perro. "¡Corre, corre Bambi! -dijo el padre- ponte a salvo". "¿Por qué, papi?", preguntó Bambi. Son los hombres y cada vez que vienen al bosque intentan cazarnos, cortan árboles, por eso

El Ratoncito Pérez - Anónimo

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Erase una vez Pepito Pérez, que era un pequeño ratoncito de ciudad, vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vio un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí. Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía. A su

La ratita presumida - Charles Perrault

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Erase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo ve algo que brilla... una moneda de oro. La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda. Ya sé me compraré caramelos... uy no que me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... uy no que me dolerá la barriguita. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito? La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita. Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice: Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo??. Y la ratita le respondió: ?No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?? Y el gallo le dice: ?quiquiriquí?. Ay no, contigo no me casaré que no me gu

La bella y la bestia.. - Walt Disney

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Erase una vez un mercader que antes de irse para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me bastará una rosa cortada con tus manos." El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo. Entró decidido y siguió llamando.

Barba azul - Charles Perrault

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Había una vez un hombre que tenía algunas casas muy bonitas en la ciudad y en el campo, con vajillas de oro y plata, muebles de marquetería y carrozas doradas. Pero, para su desgracia, este hombre tenía la barba azul, y eso le hacía tan feo y tan desagradable que ninguna mujer lo quería de marido. Una de sus vecinas, una gran dama, tenía dos hijas muy bellas. Él le pidió a una en matrimonio, pero dejó a la dama eligiera cuál de las dos sería. Pero ninguna de las dos  quería casarse con un hombre que tenía la barba azul. Además decían que se había casado varias veces y que no se sabía nada de las mujeres anteriores. Para que se conocieran mejor, Barba Azul las llevó junto a su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas y algunos jóvenes del vecindario, a una de sus casas del campo, donde pasaron ocho días. Lo pasaron muy bien, porque salían a pescar y a cazar, daban paseos, bailaban, y celebraban fiestas. Hacían un montón de bromas, y todo tipo de travesuras. En fin, todo i

La sirenita - Hans Christian Andersen

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Había una vez, en el fondo del océano, un maravilloso palacio construido con corales multicolores, caracolas de nácar, burbujas saltarinas y perlas de todos los tamaños. En el palacio vivían el rey y la reina de los mares y sus seis hijas. La Sirenita, la más pequeña de todas, solía cantar con voz muy dulce. Y pulsaba, como si fuesen las cuerdas de un arpa, los rayos de sol, que apenas se filtraban a través de las aguas profundas. -Madre –le decía la Sirenita a la reina-, dicen que allí arriba, en tierra firme, se levanta el gran mundo de los seres humanos… ¿Cuándo podré visitarlo? -Cuando cumplas 15 años –le respondía su madre-, tu padre te dejará que subas a la superficie y lo conozcas… Por fin llegó el ansiado día. Su padre, el rey de los marres, la llamó y le dijo: -Ya puedes subir….Pero nunca olvides que nosotros somos hijos del mar…Sé prudente con los seres humanos….Pueden ser muy buenos, pero también son capaces de hacer la mayor maldad… La Sirenita se deslizó ha