¡Alerta! ¡Bebé ataca! – Fanny Joly –Roser Capdevila


Me llamo Cecilia, y tengo el mismo pantalón de flores que mamá. Es ella quien lo ha hecho. Cose muy bien.
Mi papá también es muy simpático. Cuando le doy chicles hace globos enormes. Además de eso, va al despacho. Trabaja en un banco.
El invierno pasado me pasó una cosa alucinante. ¡Tuve un bebé! ¡Uno de verdad! Es mi hermano pequeño. Se llama Germán.
Cuando me dijeron que esperaba un bebé al principio tuve miedo. Amigas mal informadas, como la tonta de Alicia, me habían dicho que los bebés son muy pesados, que vomitan, que lloran sin parar, y todo eso.
Pero, en el fondo de mi corazón yo sabía que tener un bebé me haría feliz, que iba a alimentarlo y educarlo para que fuera alguien estupendo. Un poco como yo, pero en chico.
Poco antes de que llegara, me imaginaba todas las cosas que haríamos juntos. Cocinaríamos juntos. Yo sería la princesa del desierto y él, por ejemplo, una momia…
Bailaríamos juntos y yo sería la bailarina estrella, y él me enfocaría con las luces.
Cuando Germán llegó a casa estaba rojo y arrugado, y tenía el pelo aplastado. El choque del aterrizaje, sin duda.
Pero lo que me sorprendió, sobre todo, es que era listo. Terriblemente listo.
Mamá decía: ¡Es extraordinariamente listo!
Yo pensaba: ¡Es gravemente listo!
De la mañana  a la noche, y de la noche a la mañana, dormía, dormía, dormía, con los puños cerrados al lado de la oreja, como un mejillón sobre una roca.
A veces, al menos, abría los ojos, sobre todo a la hora del biberón. Y lo chupaba. Como si fuera un gatito. Muy mono.
Un día me hizo unas muecas extrañas. Me pareció que quería jugar a los cosmonautas perdidos en el espacio.
Dos minutos después, se contorsionó. Mamá lo metió de nuevo en su cunita. Y a dormir.
Un mes después aún dormía. Entonces lo intenté todo. Los besos cariñosos. Las cosquillas, los pellizcos, las gotas de agua, los cubitos de hielo en el cuello.
Además, leí un libro sobre las marmotas que duermen, como él, durante meses y meses. Una noche le pregunté a papá:
-Papá, dime: ¿existen marmotas sin pelo?
Papá levantó los ojos del periódico:
-¿Qué te pasa Cecilia?
-Es Germán, que duerme a todas horas. Creo que este bebé es una verdadera marmota disfrazada de falso niño.
Papá llamó a mamá. Ellos se pusieron a hablar en voz baja. Estoy segura de que hablaban de mí. Eso no me gusta.
Finalmente, mamá dijo:
-No te preocupes, Cecilia. Tu hermanito se despertará, ya lo verás.
Al miércoles siguiente Germán se despertó y nuestras vidas cambiaron por completo.
A mí, me seguía todo el día por la casa, gateando por el suelo. A nuestra tía Rosalía la tiró de la trenza que tenía a un lado del cuello, y  al abuelo le arrancó una medalla de su chaqueta y le dejó un agujero.
Mamá tuvo que disculparse con la tía Rosalía, y coserle al abuelo su chaqueta.
Y un día que estaba yo en el colegio, Germán entró en mi cuarto, y me destrozó todo: mi museo de latas de Coca-Cola, mi hucha de cerdito estaba rota, mi colección de billetes de metro por el suelo…
Cuando fui a decírselo a mamá, estaba hablando con Betty por el teléfono. Así es normal que el bebé destrozara toda mi habitación. Tardé una semana en arreglarlo todo de nuevo, y al final Germán y yo hicimos las paces.



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