La gallina Tatachán - Francisco García-Bernardo

Érase una gallina que no paraba de poner huevos: huevos blancos, morenos, grandes, medianos, pequeños...
-¿Qué voy a hacer con tanto huevos? -se preguntaba la gallina.
Un día llegó al pueblo donde vivía la gallina un pequeño circo. Mientras montaban la carpa, vio salir a un hombre con unas cucharas y unas sartenes. El hombre llevaba un gorro blanco parecido al de un pitufo, tenia un bigote muy grande y caminaba como un elefante. Era el cocinero del circo, se llamaba  Cuchagón.
La gallina se le acercó y le preguntó qué podía hacer con tantos huevos.
Cuchagón le dijo:
-Lo primero que puedes hacer con tantos huevos son malabares. Y empezó a lanzar huevos al aire, haciendo círculos y pasándoselos de mano en mano.
A la gallina le gustó la idea y empezó a hacer lo mismo. Al principio le costaba un poco, pero pronto le cogió el truco y lanzaba cinco y hasta seis huevos a la vez con sus alitas de pollo.
-Esto es muy divertido, pero lo verdaderamente interesante de los huevos es su magia- dijo Cuchagón.
-¡Magia!, ¿qué es magia, Cuchagón? -preguntó la gallina.
-Es muy difícil de explicar, lo mejor para entenderlo es que la veas con tus propios ojos, presta mucha atención-dijo Cuchagón.

Cuchagón puso un líquido dorado sobre la sartén al fuego. Cogió un huevo, lo rompió y lo echó dentro. Al poco tiempo, como por arte de magia, el huevo se convirtió en una especie de margarita pero sin pétalos, que Cuchagón llamó huevo frito.
-¡Es sorprendente lo que puede pasarle a un huevo! -dijo la gallina.
La gallina ya sabía lo que era la magía. Los huevos podían cambiar, y transformarse  en otras cosas diferentes, y ella quería saber sobre todo lo que podía pasarle a un huevo y en qué podía convertirse.
-¡Alas a la obra!-dijo la gallina.
Y empezó a experimentar con los huevos. Rompió unos cuantos y los batió con una cuchara, después los puso al fuego en una sartén y ¡tatachán!, descubrió la tortilla francesa, que es una tortilla amarilla que sabe de maravilla.
La gallina cada día descubrió nuevos trucos con los huevos. El cocinero Cuchagón le ayudaba y le dejaba todos lo utensilios para hacer magia: sartenes, cucharas, espumaderas, cacerolas, y ese liquido dorado que Cuchagón llamaba aceite.
-No te olvides de echar un poquito de sal a tus trucos, le dan mucho sabor -decía Cuchagón.

Otro día la gallina decidió meter en una cacerola hirviendo unos cuantos huevos.
-Están en el jacuzzi-decía la gallina a su amigo Cuchagón.
Así descubrió los huevos cocidos, que son unos huevos duros que se comen después de pelar la cáscara. ¡Por favor, no los comáis con cáscara!
La gallina también era una artista; le gustaba mucho dibujar a pluma sobre la cáscara de los huevos. A los huevos les gustaba que les hiciesen tatuajes, les hacían cosquillas. Luego, una vez que estaban decorados, la gallina se los regalaba a la gente del pueblo.
Cuchagón miraba orgullosos a la gallina viendo lo mucho que aprendía, y decidió que era el momento de ponerle un nombre, como si fuera una artista del circo.

-¡Eres toda una maga! y, además, una artista con la pluma" Creo que ya va siendo hora de que dejes de ser una gallina cualquiera y tengas un nombre propio. Como veo que te salen muy bien los trucos y aprendes muy rápido, he pensado que de ahora en adelante te llamarás Tatachán, la gallina Tatachán. Y claro, ¡esto se merece una fiesta! Para celebrarlo te voy a hacer una tortilla de patatas y de postre unas tortitas -dijo Cuchagón.
¡Qué contenta estoy! Me gusta mi nuevo nombre y me encantan las fiestas, yo pongo los huevos y tú cocinas -dijo la gallina Tatachán a Cuchagón.
Y celebraron una fiesta en el pueblo con toda la gente y la compañía del circo. La gallina Tatachán preparó un gran número de magia para los más pequeños del pueblo: ¡un bizcocho!
Pero la gallina Tatachán también tenía tiempo para descansar y, a veces, le gustaba sentarse sobre los huevos y pasarse mucho rato sobre ellos, dándoles calor mientras tejía calcetines y cantaba nanas esperando que nacieran sus pollitos. Y esa era la más asombrosa de las magias.



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