Un topo en un mar de hierba- Joan de Déu Prats

El topo Mauricio se puso las gafas de sol y asomó su hocico fuera de la madriguera. Vivía en un terreno áspero y seco, salpicado ta sólo por el tomillo, el romero y el hinojo. También crecían algunos olivos y pinos, bajo los cuales, a veces, el topo echaba la siesta.

El topo de Mauricio suspiró: él soñaba con vivir en un gran prado verde. Una vez recibió una postal de su hombre escocés, el topo McLughan, y se quedó horas contemplando aquellas colinas que parecían alfombras de hierba verde y fresca.
Por eso, un día, cansado de aquel terreno áspero y seco, el topo Mauricio decidió tomarse unas vacaciones. En su maleta puso una muda y una lombriz, por si quería comer algo por el camino. y partió hacia el norte, hacia las altas montañas donde encontraría prados y campos llenos de hierba.

Y así fue. Pasó unos días deliciosos corriendo y saltando, escarbando y haciendo galerías por aquella enorme extensión de hierbas, que crecía entre los árboles y que cubría las faldas de las montañas.
Sin embargo, cada tarde llovía. A veces, la niebla no le permitía ver más allá de sus narices. Y el Sol, prisionero de las nubes, apenas salía...
¡Pero era un placer sentir el cosquilleo de la hierba!¡Y beber el rocío de las flores!

Una semana más tarde, el topo Mauricio decidió que ya era hora de regresar. Olfateando más que mirando, porque ya sabéis que los topos son cortos de vista, buscaba el camino hacia su hogar.
Cuando estaba a punto de llegar, se paró sorprendido. No notaba el olor del tomillo, ni del romero, ni del hinojo. Continuó avanzando hasta la última colina y...De repente, se quedó tieso.

Se frotó los ojos y volvió a mirar. Entonces una gran sonrisa iluminó su rostro. Delante de él se extendía un interminable mar verde. Hasta hacia poco aquel lugar había sido seco y polvoriento,y ahora...¡Se había convertido en un formidable e increíble campo de golf! Saltando de alegría, se acercó y comenzó a correr por aquella pradera.

Al fin decidió ir a su casita. ¡Y vaya sorpresa! Habían plantado un palo con una banderita en su madriguera. Se rascó la cabeza, movió el hocico y, sin acabar de entenderlo, entró en su hogar. El topo Mauricio estaba tan cansado por el viaje que, nada más meterse en la cama, se quedó dormido.
Un rato después, una cosita redonda le cayó en la cabeza. El topo Mauricio se despertó sobresaltado y se frotó la frente. En el suelo había una pelota de golf.
Miró hacia arriba, donde estaba la entrada de la madriguera, y exclamó:
-¡Caramba!
En seguida tuvo que saltar de la cama porque otra pelota rebotó en su colchón. No se había recuperado del susto cuando una mano humana se introdujo en el agujero.


Empezó a palpar por todas partes hasta que encontró primero una pelota y después la otra.Sólo entonces la mano desapareció.
El topo Mauricio, indignadísimo, sacó la cabeza por el agujero y empezó a reñir a aquel granuja que lanzaba pelotas de golf dentro de su casa.
Pero el humano se alejó tranquilamente sin mirarlo. Vestía unos ridículos pantalones de cuadros y una gorrita adornada con una borla roja.

El topo Mauricio volvió a rascarse la cabeza.¡El golf era un juego tontísimo! Pero estaba demasiado cansado para continuar pensando en ello.
Fuera brillaba el Sol y la hierba invitaba a estirarse encima. El topo no se lo pensó dos veces: buscó la sombra de un pino y volvió a dormirse.

Mientras avanzaba la tarde, el topo soñaba que alguien regaba una flor con cara de topo. Sobresaltado, abrió los ojos y se dio cuenta de que le estaban regando a él. Se levantó de un salto y miró al cielo: estaba azul. Bajó la mirada y descubrió girando muy deprisa, escupían agua para reglar el césped.
Se había mojado tanto que regresó a su casa enfadado. Cogió un paraguas y se fue a casa de su vecino, el topo Bartolomé, para que le explicase lo que pasaba.

La madriguera de su vecino también tenia plantado un palo con una banderita. Cuando entró, se encontró al topo Bartolomé con la cabeza vendada y una pierna escayolada.
-¿A ti también te ha caído encima una pelota?-le preguntó cuando lo vio.
-No,no, mucho peor-le contestó el topo Bartolomé.
Resulta que, como el topo Bartolomé es albino, un humano lo confundió con una pelota de golf mientras estaba tomando el fresco. Le dio tal golpe con el palo que lo envió al otro extremo del campo.
El topo Bartolomé también le explicó que aquella especie de champiñones, los aparatos aspersores, los habían plantado los humanos para que no se secase la hierba.
Cuando salió de casa del vecino, los aspersores todavía  regaban el césped. Bajo aquella lluvia artificial, el topo Mauricio se cruzó con la perdiz Eugenia, que no paraba de protestar indignada.

-¿Qué te pasa, Eugenia? -le preguntó.
-¿Que qué me pasa?¡Pues que llevo tres días incubando una pelota de golf por equivocación!¡Eso es lo que pasa Mauricio! Y la perdiz continuó su camino muy enfadada.
El chaparrón cesó. El topo Mauricio cerró el paraguas y se encontró con la ardilla Berta que llevaba un pañuelo anudado a la cabeza.
-¡Qué pinta tienes,Berta!¿Vas a un baile de disfraces?
-¡Qué va!
-¿Entonces?
-¡Que confundí una pelota de golf con una nuez y me han roto una muela!

El topo Mauricio no se lo podía creer. Mientras regresaba a su casa muy preocupado, se encontró con una vaca mecánica. Era una vaca con ruedas, conducida por un humano, que se zampaba el césped muy, muy deprisa y hacia un ruido infernal. ¡La vaca mecánica también quería comérselos a él!

El topo Mauricio corría y ya empezaba a notar que la vaca le mordía el cogote..Dio un salto y entró en su casa. Fue enseguida a mirarse al espejo: por culpa de la vaca mecánica, el pobre topo tenía la cabeza rapada.
Al día siguiente, todavía bostezando, el topo Mauricio cogió la toalla y el cepillo de dientes para lavarse en el río. Al llegar se encontró con un montón de animales que hacían cola: la rana Morís, la tortuga Josefina, el saltamontes Eustaquio, el conejo Fermín, la codorniz Ramona y el petirrojo Roberto.

-¿Qué pasa aquí?-protestó el topo. Los animales lo miraban como si bajase de la Luna. Uno de ellos contestó:
-¡Se llevan casi toda el agua del río para regar el césped!
Y otro añadió:
-Por eso hacemos cola:¡para lavarnos!

De pronto el topo Mauricio echó de menos aquella tierra áspera y seca con olor a tomillo, a romero y a hinojo donde vivía ante de que instalaran el campo de golf. También echaba de menos los olivos, los pinos y el agradable canto de las cigarras en lugar del ruido de los aspersores.
El topo Mauricio estuvo un buen rato pensando. Le dio muchas vueltas al asunto hasta que de pronto regresó corriendo a su casa.

En un santiamén hizo otra vez la maleta: puso una muda y una lombriz, por si tenía hambre durante el camino. Y entonces partió en busca de una tierra áspera y seca donde pudiese escarbar una nueva madriguera. Una tierra salpicada de tomillo, romero e hinojo. Una tierra con olivos y pinos para echar la siesta y, al despertar, poder admirar el cielo brillante y azul.


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