Un sueño hecho realidad



Esta es la historia de una niña pequeña llamada Alba. Vivía con sus padres en un barrio pobre de Nueva York, en un modesto apartamento.
Aunque la niña tenía amigos, y le iba bien en clases, tenía la extraña sensación de que le faltaba algo.
De noche, mientras dormía, le venían maravillosas ideas a la cabeza, pero no podía llevarlas a cabo porque eran muy pobres.

Acabó desechando cualquier idea, y los años fueron pasando.  Después de terminar los estudios básicos, quiso estudiar confección y moda.
El único problema que había, era como siempre, la economía. Los estudios saldrían caros, y los padres apenas llegaban a fin de mes.
Todavía no os he hablado sobre la idea de esta niña…le venían a la cabeza ideas de maravillosos vestidos que podría crear ella misma, y venderlos.

Bueno, seguiremos relatando….

Alba dio por terminados sus estudios, y buscó trabajo para ahorrar y así poder pagarse algún día sus estudios. Mirando periódicos, encontró un trabajo para acompañar a una señora mayor, pagaban bastante bien y sólo tenía que hacerle compañía.
Nuestra protagonista llamó al número de teléfono del anuncio, y enseguida la citaron para una entrevista.

Llegó el día, y Alba estaba muy nerviosa, pues era su primera entrevista de empleo. A pesar de los nervios, pudo hablar con calma, explicarse todo lo mejor que pudo, y entablar una conversación cordial con la señora.
Al cabo de unos pocos días, la señora que ofrecía el empleo llamó a Alba, y le dio la noticia de que ella era la elegida de entre todas las candidatas.

Pasaron días, meses, hasta que un día, aquella señora se puso muy mal debido a sus enfermedades, y estaba ya en la recta final de su vida. Pero le había tomado muchísimo cariño a Alba, y en los últimos momentos le dio a la chica un sobre con papeles, la dirección del abogado, y se despidió tiernamente de ella. Sólo como una abuela lo haría de sus nietos.

Alba temerosa, llamó al abogado, sin saber que hacer con aquél sobre. Fue a la oficina,  y frente al abogado rompió a llorar cuando éste le dijo que se trataba de un testamento.
Ella no quería nada, se había conformado con la compañía de esa señora durante esos meses, con poder ahorrar un poquito para sus estudios.

Llegó el momento de leer el testamento, y el abogado llamó a un notario para que quedara constatado de que seguía las instrucciones que la señora le había dejado.
Decía algo así: 

Yo, doña Constanza del Carmen, nacida el 1 de agosto de 1894 quiero dejar por escrito mis últimos deseos, y son los siguientes.
No tengo más familia, por lo que toda mi fortuna, mi casa, y los objetos personales que residen en ella, se los cedo a la señorita Alba. Ella me acompañó en mis malos momentos, me dio el cariño que tanta falta me hacía, y gracias a ella, los últimos meses de mi vida fueron los más felices.
Quiero darle las gracias, y desearle muchísima suerte en sus estudios, que cumpla su gran sueño de ser diseñadora de moda.”

Terminado eso, el abogado le dio a Alba un gran abrazo, y le dijo que era como una nieta para Constanza. Que no llorara su pérdida, porque la veía desde el cielo.
Gracias a la bondad de esta señora, Alba hizo sus estudios de modista, después estudió diseño, y tuvo la suerte de que un diseñador de moda se interesara por sus creaciones.

Así que pronto trabajó para una firma muy cara, y su sueño se había cumplido.
Vivía con sus padres en la casa de Constanza, aunque si pensáis que éste es el final de la historia, estáis equivocados.
Alba, no supo como agradecer a Dios, y a la bondad de Constanza por haberle ofrecido la posibilidad de tener un bonito futuro, y de repente le vino a la cabeza una idea maravillosa.

Creó una firma de ropa,  a la cuál llamó “Modas Constanza”, y no se podía imaginar que llegaría a ser una firma tan conocida alrededor del mundo. Hacía obras de caridad para ayudar a los niños más desfavorecidos, y en su taller de costura hacía los diseños para ropa infantil, la cuál regalaba buena parte todos los años  a los niños de Africa.

Podéis imaginaros que Alba, tan sólo con veintiocho años ya era una diseñadora muy reconocida, con su propia firma, un taller enorme, muchas modistas a su cargo, y tiendas por todo el mundo dónde distribuía su ropa.

Pero nada de esto habría sido posible, si no hubiera sido por la bondad de la señora Constanza.  


 Fin, 

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