Mulan –Disney
Hace mucho
tiempo, en la lejana China Imperial, las temibles tropas de los Hunos
atravesaron la Gran Muralla con intención de llegar a la Ciudad Imperial. El
jefe de los Hunos, el terrible Shan Yiu, quería acabar con el Emperador para apoderarse
del Imperio.
Cuando el
Emperador tuvo noticia de la invasión, ordenó reclutar a todos los soldados
disponibles para enfrentarse a los Hunos. Todas las familias del Imperio debían
enviar un hombre para formar parte del ejército.
Mientras, en
una diminuta aldea del Imperio, Mulán preparaba su cita con la casamentera.
Repasaba las normas de educación para que la casamentera le encontrara un buen
marido. Mulán no quería defraudar a sus padres ni a todos los honorables
Ancestros.
Pero…la cita
con la casamentera fue un desastre. Ésta le dijo a Mulán que jamás podría
honrar a su familia como novia ideal. Ese mismo día, un enviado imperial llegó
a la aldea. Cada familia debía mandar un hombre al ejército. Como Mulán no
tenía hermanos, el único que podía ir a la guerra era su padre.
Mulán
comprendió que, si su padre se iba a la
guerra, tal vez no volvería nunca. Su padre era muy mayor y tenía una herida de
otra guerra que le impedía andar bien. Mulán tomó una decisión en secreto: ella
ocuparía el puesto de su padre. Se apoderó de la espada de su familia, se cortó
su preciosa melena y se vistió con el uniforme de soldado de su padre.
En plena
noche, y sin despedirse de nadie, Mulán partió a lomos de su magnífico caballo,
dispuesta a hacerse pasar por un hombre y alistarse en el ejército.
En el templo
de los antepasados, los Ancestros estaban desolados. ¡Mulán iba a ser la
vergüenza de toda la familia! Algún espíritu debía ir tras ella y protegerla.
Mushu, un burlón dragón de ridículo tamaño se ofreció como protector de Mulán.
Los Ancestros se burlaron de él, pero no pudieron impedir que Mushu siguiera a
la joven.
Cuando Mulán
llegó al campamento donde debía alistarse, se presentó al capitán Shang y dijo
que se llamaba Ping. Mulán disimuló tan bien, que nadie se dio cuenta de que
era una mujer y no un hombre.
El
adiestramiento fue muy duro. Mulán intentaba seguir al resto del
pelotón como un soldado más, pero su fuerza física era menor que la de sus
compañeros. El capitán Shang la trataba con dureza. Pensando en su padre, Mulán
se esforzaba todo lo que podía.
Tras el
adiestramiento, el pelotón comenzó la subida a las montañas, para cruzar el
paso Thung Shao. De pronto, a sus espaldas, un millar de flechas cayeron sobre
ellos. ¡Eran los Hunos, con el temible Shan Yiu al mando! El cpitán Shang
ordenó a sus hombres que respondieran al ataque.
Pero el
ejército de los Hunos era muy numeroso y avanzaba a caballo hacia ellos a gran
velocidad. No había escapatoria. Entonces Mulán tuvo una sorprendente idea: con
la ayuda de Mushu lanzó el último cohete contra un enorme risco cubierto de
nieve.
¡La idea de
Mulán fue todo un éxito! El risco se desplomó y formó una gigantesca avalancha
de nieve que cayó sobre el ejército de los Hunos. Las tropas de Shan Yiu
quedaron sepultadas bajo toneladas de nieve.
Todos los
soldados felicitaron a Mulán. Había acabado con el enemigo y les había salvado.
El capitán Shang, preocupado por las heridas del mejor de sus soldados, hizo
llamar al médico.
Entonces
ocurrió algo terrible: el médico descubrió que aquel soldado era una mujer.
Mulán confesó la verdad. El capitán Shang se sentía decepcionado. Aquel engaño
era un delito castigado con la muerte y su deber era cumplir el castigo.
El capitán
decidió perdonar la vida a Mulán abandonándola en mitad de la nieve. Acompañada
por sus amigos Grillo, Mushu y su caballo, Mulán se quedó sola. Entonces divisó
a lo lejos la figura del terrible Shan Yiu y a algunos de sus hombres. ¡Aquél
bárbaro no había muerto! ¡Tenía que avisar a las tropas del Emperador! Mulán
subió a lomos de su caballo y partió a toda velocidad hacía la Ciudad Imperial.
Cuando Mulán
llegó a la Ciudad Imperial, ya era demasiado tarde. Shan Yiu se había apoderado
del Emperador y tenía atemorizado a todo el mundo. Mulán se encontró con sus
tres compañeros del pelotón y organizó un plan: se disfrazarían de mujeres y se
introducirían en el Palacio Imperial.
Una vez más,
la idea de Mulán dio resultado. Los tres soldados, disfrazados de mujeres,
lograron encontrar al Emperador y liberarlo. Entonces el terrible Shan Yiu,
enfurecido, se enfrentó a Mulán. Gracias a su ingenio y audacia, la joven
venció al terrible jefe de los Hunos.
Restablecida
la paz, el Emperador en persona recibió a Mulán para darle las gracias por
salvar el Imperio. Le brindó los más altos honores y manifestó públicamente que
todos deberían estar orgullosos de ella. Mulán había honrado no sólo a su
familia, sino a todo el Imperio.
Mulán
regresó a su aldea y se reunió con su familia. Les contó lo que había pasado.
Todos se sintieron felices y orgullosos de Mulán. Entonces el capitán Shan
apareció preguntando por Mulán. Mamá y la abuela se miraron en silencio. Ambas
sabía que aquel joven se quedaría para siempre.
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