El mago Arándano y el ratoncito vanidoso –Alberto Melis
Un día, el
mago Arándano salió para ir al mercado y se olvidó en casa su varita mágica.
En el mismo
instante en que salía, entró en su habitación un ratoncito blanco que estaba
convencido de que era el ratoncito más bello del mundo. Se acercó a la varita
mágica y la agarró con sus dos patitas. Entonces, dijo: <<Como ratoncito,
soy el más bello del mundo. ¡Pero ahora quiero convertirme en un
príncipe!>>.
Y, ¡chantachán!,
en lugar del ratoncito, apareció un príncipe de ojos azules y con el pelo negro
como el carbón. El príncipe se miró al espejo y se vio muy guapo. Pero, como
también era muy vanidoso, decidió que quería ser el príncipe más bello del
mundo. Por eso, en lugar del pelo negro, quería tener una magnífica melena de
cabellos rubios y dorados como las espigas del trigo en verano.
De modo que
tomó la varita mágica…y, ¡chantatachán! ¿Qué pasó? Pues que el pelo del
príncipe siguió tan negro como antes, y que en su rostro aparecieron unos
enormes bigotes de rata gris con pelos larguísimos, gruesos, tiesos, como
alambres y muy feos.
<<¡Oh,
no!>>, dijo el príncipe agitando en el aire la varita mágica.
<<¡Estos bigotes tienen que desaparecer inmediatamente!>>.
¿Y qué es lo
que pasó? Pues que de los bigotes del príncipe siguieron en su sitio y de sus
pantalones, empezó a salir una larguísima cola de rata gris, grande, peluda y
con la punta hacía arriba.
<<¡Oh,
no!>>, dijo el príncipe mirándose en el espejo. <<¡Esta horrible
cola tiene que desaparecer inmediatamente!>>.
A fuerza de
agitar la varita en el aire, chantatachán, por aquí y chantatachán por allá,
las hermosas orejas del príncipe se convirtieron en dos enormes orejotas
grises, sus piernas y sus brazos se volvieron gruesas patas peludas y su cara
se convirtió en un gran morro del que salían unos enormes dientes de rata gris.
De modo que,
cuando el mago Arándano volvió a casa del mercado, se encontró en su habitación
sólo a una inmensa y fea rata que lloraba desesperada.
<<¿Qué
te ha pasado?>>, le preguntó.
El ratoncito
que se había convertido en príncipe y después en rata gris se lo contó todo y
el mago Arándano dijo: <<Pues, ¡te está bien empleado, querido amigo! Como
ves quien todo lo quiere, se queda sin nada>>.
Pero después,
como era un mago muy simpático y más bueno que un pan recién hecho, tomó su
varita mágica y, con un golpecito bien dado, convirtió nuevamente en ratoncito
blanco a aquella rata fea y gris.
<<¡Uff,
menos mal! ¡Muchas gracias!>>, dijo el ratoncito.
Y desde
aquel día dejó de ser vanidoso y de decir que era el ratoncito más bello del
mundo.
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