El pequeño ogro y la princesa – Alberto Melis



Había una vez un ogro terrible que se llamaba Malú y que vivía en una tenebrosa cueva…
Bueno, en realidad, no era un ogro tan terrible. Se trataba,más bien de un pequeño ogro muy joven, tan bello como el sol y tan delicado como una flor del bosque. Y, por supuesto, tampoco vivía en una tenebrosa cueva: vivía en una casita azul, rodeado de verde hierba.

<<¿Cuándo te vas a decidir a convertirte en un ogro como es debido?>>, le decían los demás ogros. <<¡Ven con nosotros! ¡Te enseñaremos a cazar conejos y liebres, puercoespines y cervatillos!>>.
Pero Malú no quería saber nada de cazar aquellos pobres animales. Por eso, los demás ogros, para hacerle cambiar, fueron a pedir ayuda a una bruja malvada, que, con un hechizo convirtió al pobre Malú en un hurón. Después, los demás ogros lo obligaron a trabajar como su criado. 

<<¡Quita el polvo de los muebles, barre por aquí, friega los platos!>>, le decían, antes de irse a cazar. De modo que el pobre Malú no paraba, quitando el polvo, barriendo y fregando los platos, mientras aquellos terribles ogros se pasaban el día cazando animales en el bosque.

Pero una noche, cuando los ogros volvieron a  casa, no trajeron una liebre o un conejo, ni tampoco un puercospín o un cervatillo, sino que se presentaron con una joven princesa, a la que ataron como si fuera un salchichón y la colgaron en la despensa para cocinarla al día siguiente.

<<Mmmm…>>, se relamió uno de los ogros. <<Creo que lo mejor será cocerla con patatas y acompañarla con salsa verde>>.
<<¡Si!>>, dijo otro ogro.
<<¡Malú!>>, le llamó. <<Mañana apenas hayamos salido de casa, llena de agua la olla grande y ponla al fuego>>.
El hurón respondió que así lo haría. Pero cuando los ogros se durmieron aquella noche ,se acercó a la princesa y le dijo: <<Si me das un beso, te libraré>>. 

<<¡Gracias!>>, respondió la princesa. Y como Malú era un hurón muy mono y gracioso, no le molestó lo más mínimo darle un beso de los que suenan.
En aquel mismo instante se deshizo el hechizo y Malú volvió a convertirse en un joven ogro.
Después, con la ayuda de la princesa, ató a los demás ogros como si fueran salchichones y los echó dentro de la olla.

<<¡Mañana, os coceré bien cocidos>>, les dijo.
Pero, naturalmente, Malú estaba bromeando.
Además, tenía otras cosas que hacer. Acompañó a la princesa a su castillo y pidió la mano al Rey.

Desde aquel día, la princesa y el joven ogro vivieron enamorados, felices y contentos. ¿Y qué pasó con los otros ogros terribles? Pues que nadie volvió a oír hablar nunca de ellos.


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