El canto de las ballenas -Dyan Sheldon
La abuela de
Lili comenzó así su relato: “Hace tiempo, había ballenas en los océanos. Eran
tan grandes como colinas y pacíficas como la luna.
Eran las más
extraordinarias criaturas que jamás podrías imaginar”.
Lili saltó
sobre el regazo de su abuela. “Me sentaba al final del muelle a esperarlas. A
veces me quedaba allí durante todo el día y durante toda la noche, hasta que de
repente las veía llegar desde muy lejos. Avanzaban danzando a través de las
aguas.”
“¿Y cómo
sabían que tú estabas ahí?”, preguntó Lili,”¿cómo te encontraban?”
La abuela de
Lili sonrió. “Ah, tenías que llevarles algo especial. Una caracola o una piedra
de formas perfectas. Y si tú les gustabas, las ballenas aceptaban tu regalo y
te daban algo a cambio.”
“¿Y qué te
dieron, abuela?”, preguntó Lili, ¿qué has recibido tú de las ballenas?”
La abuela de
Lili suspiró. “Una o dos veces”, le susurró, “una o dos veces las oí cantar”.
En ese
momento el tío Federico irrumpió en la habitación. “¡No eres más que una vieja
chiflada!”, dijo bruscamente.
“¡Las
ballenas fueron valiosas por su carne, por sus huesos y por su grasa!¡Si
quieres contarle una historia a Lili procura que se trate de algo útil, no le
llenes la cabeza con tonterías!, ¡las ballenas cantar…!”
“Aquí
vivieron las ballenas millones de años, ya antes de que existiesen barcos,
ciudades o incluso los hombres de las cavernas”, continuó la abuela de Lili;
“se decía de ellas que eran mágicas”.
“¡La gente
comía su carne o las hervía para extraer su aceite!”, rugió el tío Federico, y
salió del cuarto dando grandes zancadas.
Lili soñó
con ballenas. En su sueño las vio grandes como montañas y más azules que el
cielo. En su sueño las oyó cantar; sus voces eran como el viento. Saltaban de las aguas y la llamaban por su
nombre.
Por la
mañana, Lili bajó al océano. Caminó hasta el final del viejo muelle, donde no
había nadie pescando, nadando o navegando.
El agua
estaba en calma. Sacó de su bolsillo una flor amarilla y la dejó caer. “¡Esto
es para vosotras!”, gritó al viento.
Lili se
sentó al borde del muelle a esperar. Esperó toda la mañana hasta el atardecer.
Cuando comenzaba a oscurecer, tío Federico bajó de la colina a buscarla.
“¡Basta ya
de locuras!”, dijo “¡vamos a casa!¡No te puedes pasar la vida soñando!”.
Aquella
noche, Lili se despertó de repente. La luz de la luna iluminaba su habitación.
Se incorporó y prestó atención. La casa estaba en silencio. Lili saltó de la
cama y se acercó a la ventana; oía algo en la distancia, desde el otro lado de
la colina.
Salió de la
casa y corrió hacia la costa. Su corazón latía con fuerza. Allí, inmensas, en
el océano, estaban las ballenas. Saltaban, brincaban y giraban iluminadas por
la luna. Su canto inundaba por la luna. Su canto inundaba la noche. Lili vio su
flor amarilla meciéndose en la espuma.
Pasaron
minutos, quizá horas. De pronto, Lili sintió la brisa moviendo su camisón.
Tenía los pies helados, comenzó a tiritar; se restregó los ojos. El mar había
vuelto a la calma y la noche ya era oscura y silenciosa.
Lili pensó
que todo habría sido un sueño. Se levantó para volver cuando de repente, desde
lejos, desde muy lejos, como un susurro del viento, oyó …¡Lili!,¡Lili! Las
ballenas la llamaban por su nombre.
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