El pescador y su mujer –Manuela Rodriguez
Erase una
vez un pescador que vivía con su mujer en una casucha cerca del mar. El
pescador iba a pescar todos os días y pasaba allí mucho tiempo.
Un dia
estaba pescando en un agua limpia y clara cuando, de repente, el sedal se fue
al fondo.
El pescador
tiró y tiró…y sacó un enorme rodaballo.
-Yo no soy
un rodaballo, soy un príncipe encantado –dijo el pez.
-A un
rodaballo hablando hay que dejarlo nadando- dijo el pescado.
-Pues he
cogido un rodaballo que era un príncipe encantado, y lo he dejado marchar.
-¿Y no le
has pedido nada?- pregunta ella
-¿Y qué había
que pedir?-dijo él.
-Pues te vas
allá ahora mismo, y le pides una casa. ¡Estoy harta de vivir en esta mísera casucha!
Al pescador
no le pareció bien, pero allá se fue.
Al llegar a
la orilla, encontró el mar revuelto y llamó:
Rodaballo,
sal del mar, que mi mujer te quiere rogar.
El rodaballo
se asomó y dijo:
-¿Y qué
quiere de mi?
-Ella no quiere
vivir en una casucha. Le gustaría tener una casa.
-Pues ya
puedes regresar, porque ella casa tendrá.
El hombre
volvió y encontró a la mujer a la puerta de una casa.
-¡Esto está
mucho mejor!- dijo ella.
En la casa
había un salón, una cocina y un cuarto. Fuera, una huerta con verduras y
gallinas.
-¡Ahora
vamos a vivir bien!-dijo el hombre.
-Ya veremos…respondió
la mujer.
Al cabo de
una semana, la mujer dijo:
-Esta casa
es muy pequeña. Quiero vivir en un castillo. Vete donde el rodaballo, que él
nos lo conseguirá.
-Él ya nos
dio esta casa -se quejó el pescador.
El hombre se
sentía apurado, pero allá se fue.
Al llegar a
la orilla, encontró el mar agitado y llamó:
Rodaballo,
sal del mar, que mi mujer te quiere rogar.
Entonces el
rodaballo se asomó y dijo:
-¿Y qué
quiere de mi?
-Ya no
quiere vivir en la casa. Le gustaría un castillo.
-Pues ya
puedes regresar, porque castillo tendrá.
El hombre
volvió y encontró a la mujer delante de un enorme castillo de piedra.
-¡Entra y
mira qué bonito!- exclamó ella.
En el castillo
había muchos criados, sillas, mesas de oro y abundante comida.
Alrededor
del castillo, jardines y un bosque enorme con ciernes y liebres.
-¡Ahora
vamos a ser felices! –dijo el pescador.
-Ya
pensaremos en eso…habló ella.
A la mañana
siguiente, cuando se despertaron, la mujer le dijo al pescador:
-Deberiamos
ser reyes de esta tierra. Irás donde el rodaballo y le dirás lo que queremos.
-¡Yo no
quiero ser rey!
-Pues yo
quiero ser reina. ¡Vete allá, deprisa!
El hombre
estaba consternado, pero allá se fue.
Al llegar a
la orilla, encontró el mar picado, y llamó:
Rodaballo
sal del mar, que mi mujer te quiere rogar.
Entonces el
rodaballo se asomó y dijo:
-¿Y qué
quiere de mi?
-Ella no
quiere el castillo, ahora quiere ser reina.
-Pues ya
puedes regresar, que ella reina será.
Cuando el
hombre llegó al castillo, había muchos soldados. La mujer, sentada en un trono
de oro y diamantes, tenía una gran corona y seis doncellas a cada lado.
El pescador
dijo:
-¡Qué bien
que seas reina!¡Ya no queremos nada más!
-¿Qué dices,
papanatas?
Vete allá,
deprisa, que ahora quiero ser PAPA.
-¡Papa no
hay más que uno…!
-¡Te digo
que vayas, ya!
Al pescador
le entró miedo y se fue, pero le temblaban las piernas.
El viento
rugía y el mar, embravecido, hacía brincar los barcos.
El hombre se
acercó a la orilla y llamó:
Rodaballo,
sal del mar, que mi mujer te quiere rogar.
Entonces el
rodaballo se asomó y dijo:
-¿Y qué
quiere de mi?
-Ya no
quiere ser reina, ahora quiere ser papa.
-Pues ya
puedes regresar, porque ella papa será.
Cuando
llegó, vio a la mujer sentada en un trono más grande, con tres coronas de oro y
muchos curas a su alrededor. Después de un buen rato, habló él:
-¡Más ya no
podrás ser!
-En ese ya
pensaré…
La mujer se
pasó toda la noche cavilando que más podía ser.
Y cuando vio
salir el sol, pensó que ella también podría hacer el sol.
-Vete donde
el rodaballo y dile que quiero ser DIOS- gritó.
El hombre,
medio dormido, dio un salto y se cayó de la cama.
-¡Eso es
imposible!-dijo, frotándose los ojos.
-¡Vete de
una vez! ¡Anda apura, deprisa! –gritó ella, enrabietada.
El hombre
salió corriendo. La tormenta era tan fuerte que casi no podía mantenerse en
pie. Los árboles y las casas se derrumbaban, el cielo estaba completamente
negro, y las olas del mar eran enormes. Entonces se acercó a la rolla y gritó:
Rodaballo,
sal del mar, que mi mujer te quiere rogar.
El rodaballo
apareció y dijo:
-¿Y qué
quiere de mi?
-Tampoco
quiere ser papa, ahora quiere ser dios.
¡Pues ya
puedes regresar, que en la casucha volverá a estar!
Y, diciendo
esto, el rodaballo desapareció.
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