El estrambótico principito- Pinto & Chinto
De niño,
mucho antes de ser aviador, yo quería ser dibujante. Me decían que siempre
estaba en las nubes, así que a lo mejor por eso acabé siendo aviador.
Abrí la caja
de los lápices de colores y en una hoja hice el dibujo que estáis viendo. Se lo
ensené a algunas personas mayores. Todos me dijeron: “Es una boa digiriendo un
elefante”.
Las personas
mayores son muy complicadas. Yo simplemente había dibujado un sombrero.
Cuando
conocí al Principito, me dedicaba a dibujar en el cielo con el humo de mi
avión. El viento me compraba los dibujos y se los llevaba.
Cuando veis
en el cielo una nube con forma de persona, o animal, o planta, o cosa, se trata
de uno de mis dibujos.
El
Principito me dijo: “¡Dibújame un cordero!”. Dibujé con el humo de mi avión un
cordero. Y entonces una nube con forma de lobo empezó a correr tras él, así que
dibujé con el humo de mi avión una caja para que el cordero se metiera dentro y
se pusiera a salvo.
Pregunté al
Principito de dónde venía, y me contó que vivía en un planeta tan pequeño que
no tenía nombre, porque no le cabía.
Su luna
nunca se ponía llena, porque no había sitio.
Y tenía
medio sol, suficiente para proporcionarle calor. Y un solo polo, en lugar de
dos. Llené mi cuaderno con bocetos de todo lo que me iba contando. Y pensé que,
si vivera en ese planeta, para dibujar con el humo de mi avión tendría que ser
miniaturista.
Al ver que
se trataba de un niño, me interesé por sus estudios. Me dijo que le iba muy
bien, porque en su planeta todo era muy pequeño y muy fácil de aprender. Por
ejemplo, todas las Matemáticas, eran únicamente 2 más 2.
La historia
igual porque, al ser el único habitante, recordando lo que había hecho él ya
era saber toda la historia. La asignatura de Botánica lo mismo, pues en todo el
planeta no había más plantas que una rosa.
Me mostró un
cuento que había escrito. Constaba de una sola letra pero, sorprendentemente,
en él sucedían muchas cosas.
Luego me aclaró
que aquello en realidad no era un cuento. Allí se explicaba que le había
sucedido al Principito y la razón de que estuviera en la Tierra.
Resulta que
el Principito estaba atendiendo a su rosa, que se había constipado por haber
perdido seis pétalos y desabrigarse. Se olvidó de deshollinar su volcán, y éste
pegó un estallido y comenzó a lanzar un potentísimo chorro de lava.
Aquello hizo
de motor a reacción, y el planeta se puso a girar sobre sí mismo a toda
velocidad. Como una vuelta sobre sí mismo equivale a un día, al girar tan
deprisa, los días iban pasando muy rápido.
El
Principito tenía 6 años, y cuando se dio cuenta tenía 7, y casi al instante
cumplió 8…
Se fijó en
su rosa roja, que con el frenético paso del tiempo envejecía y se iba volviendo
una rosa blanca, y se le iban cayendo las espinas.
Partió en
busca de ayuda montado en una estrella fugaz, y al cabo de unas horas llegó a
un planeta habitado por un rey.
Este había
estudiado para ser rey de ajedrez, pero se trata de una carrera muy difícil y
no logró licenciarse. Hubo quien se burló de él: “Ya que eres tan burro, ¡puedes
hacer de caballo!”. Y se reían.
Entonces se
preparó para rey de baraja, pero hasta los doses y los cuatros y los sietes
tenían en las partidas más valor que él, asi que tuvo que dejarlo.
Luego se
matriculó en una Universidad para rey de
un país. Pero en la asignatura de Órdenes y Mandatos lo que él hacía era, en
lugar de dar órdenes y mandar, pedir las cosas por favor. Y suspendió.
Además
tampoco pasó el examen práctico, que consiste en caminar sobre la alfombra
roja, en la cual siempre tropezaba.
Pensó que
nunca sería rey. Pero se equivocaba: era el rey de los fracasados.
El
Principito pidió ayuda al rey de los fracasados para detener el vertiginoso
girar de su planeta. El rey de los fracasados le aconsejó: “Pídele por favor
que se detenga”. El Principito vio que allí no conseguiría nada. Subió a lomos
de su estrella fugaz y se alejó.
Llegó a un
planeta habitado por un vanidoso, quien preguntó al Principito: “¿Vienes del
planeta de los admiradores a admirarme?”
El
Principito le respondió que no, que precisaba ayuda para frenar el suyo.
Entonces el vanidoso dijo que él era el mejor frenador de planetas de todo el
universo. Pero que también era el mejor en negarse a frenarlos. Asi que no le ayudaría.
Luego
repetía en voz alta “Soy el mejor, soy el mejor, soy el mejor”
El
Principito se enojó mucho. Le dijo al vanidoso:
-¿Así que tu
no admiras a nadie?
-¡Oh, claro
que sí! ¡Me admiro a mi mismo!
-Pues
entonces ya hay alguien mejor que tú: tú mismo –sentenció el Principito
mientras se alejaba, dejando hecho polvo al vanidoso.
Cabalgando a
lomos de su estrella fugaz llegó a un planeta habitado por un hombre que
anotaba números y mas números en un cuaderno.
Su oficio
era el de contar todo lo que había en el universo.
El mayor
problema lo tenia con las estrellas, pues contarlas da sueño y no podía
desempeñar su trabajo.
Además,
luego tenia que ir anotando las veces que se quedaba dormido y el numero de
sueños que había tenido. Al ver al Principito, anotó en su cuaderno: “Principitos…..1”
Torció el
gesto al reparar en la estrella fugaz. Le fastidiaban porque tenía que
anotarlas en su cuaderno y al cabo de unos segundos borrarlas.
También se
liaba con los cometas, porque como pasan por el mismo lugar cada cierto tiempo,
contaba el mismo cometa varias veces.
El
Principito lo puso al corriente del problema con su planeta que giraba
vertiginosamente y le pidió ayuda. El hombre le dijo que iría gustoso a su
planeta y contaría el numero de giros que daba.
El
Principito vio que allí no podrían socorrerlo y se marchó.
Llegó a un
planeta habitado por un farolero. El farolero introducía en la farola una
pequeña estrella de luz amarilla.
Aclaró al
Principito que realmente aquello no era una farola, sino un faro para guiar a los barcos.
-¿La
tierra?- dijo el Principito.
-La tierra está
habitada por muchos seres y a lo mejor alguno puede ayudarte. Te indico en que
dirección se encuentra. Yo trabajé allí muchos años de farolero en una ciudad.
Luego me vine a este planeta para ser farero.
El
Principito espoleó a su estrella fugaz y dirigió a la Tierra.
Nada más
aterrizar se encontró de frente con una serpiente. Al Principito le pareció un
animal muy extraño.
-Pues yo soy
una serpiente muy normal. Extraña es una prima mia que tiene dos cabezas en
cada extremo. Si te muerde por un extremo te inocula el veneno, y si muerde por
el otro te inocula el antídoto.
El
Principito vio otros animales peculiares, como un camello con mil jorobas que
sólo necesitaba beber una vez en la vida, y una cabra que se subía a las
jorobas del camello creyendo que eran montañas.
El
Principito explicó a la serpiente el motivo de su visita, y ella lo envió a
hablar con el zorro, que era uno de los
animales más inteligentes que conocía.
El zorro
dijo al Principito:
-Si tu
problema fuese que no puedes comer gallinas, yo te ayudaría a comerlas.
El
Principito le comentó que conocía un planeta habitado por una gallina, un
planeta en forma de huevo.
Y un planeta
habitado por un gallo, el cual se pasa todo el tiempo cantando porque allí hay 7.862
amaneceres al dia.
Luego le
comentó al zorro que sabia de otro planeta habitado por un cocinero
especializado en preparar recetas con gallinas. Al zorro se le hacia la boca
agua.
En ese
momento yo pasé con mi avión. Escribí en
el cielo con letras de humo: ¿Va todo bien amigos? Y el Principito me contó lo
de su planeta girando vertiginosamente y su pobre rosa con un constipado y
envejeciendo de manera acelerada.
Escribí en
el cielo con letras de humo: Aterrizo y enseguida estoy contigo.
Decidí que iríamos
en mi avión hasta su planeta. Subieron también la serpiente y el zorro, que querían
ayudar. Fue un largo vuelo a través del espacio. Al llegar vi el planeta del
Principito girando como una peonza enloquecida, con el volcán echando fuego a
chorro. El Principito, la serpiente y el zorro esperaron a lomos de la estrella
fugaz mientras yo aterrizaba en el planeta.
Saqué mi
caja de herramientas y me dispuse a instalar en el planeta una serie de
mecanismos. El planeta giraba tan rápido que yo envejecía por momentos, me convertía
en anciano y las fuerzas me iban fallando.
Creo que debería
de andar por los noventa y muchos años cuando terminé la instalación.
Entonces
accionó el freno de mano que acababa de montar en el planeta y se detuvo.
Luego puso la
marcha atrás y el planeta giró en el otro sentido haciendo que el tiempo
retrocediese y me volví joven de nuevo.
La rosa
también recuperó su juventud.
Entonces el
zorro y la serpiente se acercaron hasta la rosa, que todavía seguía constipada.
El zorro la
rodeó con su cuerpo y le proporcionó calor.
La serpiente
se enroscó en el cuello de la rosa a modo de bufanda.
Cuando se
curó, el zorro, la serpiente y yo volvimos a la tierra.
Y el
Principito se dedicó a viajar por el universo a bordo de su planeta a reacción.
Si alguna
vez veis un cometa cruzando el cielo fijaos bien.
Podría ser
el planeta del Principito.
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