Cuento de invierno - La rebelión de los juguetes -Carles Cano



Por reyes, siempre vamos a casa de la abuela Aurora porque prepara un roscón con sorpresa y haba seca, y nos sorprende con unos regalos muy divertidos y originales. Cuando fuimos la última vez, los árboles del jardín descansaban desnudos bajo un cielo plomizo, y a través de la ventana empañada vi la silueta de Pompeyo.

-¿Qué les has pedido a los Reyes? –me preguntó nada más verme.


-Pues…una muñeca que canta y patina al ritmo de la música, un tren, tres disfraces, un juego para hacer pasta, dos puzles, una colección de libros de misterio…

-¡Ehhh! ¡Para, para, para!¡Qué barbaridad! ¿No te has enterado de lo que pasó el año pasado?

Aquel tono me sonaba a cuento, pero le seguí la corriente.

-¿El año pasado? ¡Pero si no me acuerdo de lo que pasó anteayer!


<<Pues cuentan que el año pasado, en un país muy lejano, sucedió una cosa muy extraña. Era un país en el que la mayoría de los niños tenía de todo; a pesar de ello, siempre querían más. Eran insaciables, no paraban de pedir y nunca estaban contentos.

De esta manera, las niñas tenían colecciones enteras de muñecas y muñecos que hacían de todo: lloraban, reían, se quitaban el chupete, hacían pipi, caca y, en algún caso, patinaban o tenían hijos.

Los niños, por su parte, tenían todos los Megapowers y Superzords de la galaxia. A unas y a otros, las pelotas, los coches, las bicicletas y los peluches no les cabían ya en ningún sitio. Aún así, habían escrito cartas kilométricas a los Reyes pidiendo muñecos que se hurgaban la nariz y unos nuevos Tigrepowers que freían morcillas con unos rayos que lanzaban por los ojos. 


Aquel año, la víspera de Reyes parecía que todo iba a ser como siempre, que aquellos niños repelentes tendían juguetes a montones, pero todo el mundo estaba equivocado.

Se estaba armando una gorda, porque los juguetes, hartos de que apenas les hicieran caso, pensaban rebelarse. Se habían reunido en asamblea y habían elaborado un plan, todo ello mientras los Reyes se echaban la siesta para resistir toda la noche sin dormir.


Aquella oscura noche, la alarma electroacústica de Batman no sirvió para detener a ningún ladrón, era la señal de que la operación “Huida en el desierto” había comenzado. En seguida, las tijeritas doradas del maletín de la señorita Mary Pili´s empezaron a hacer de las suyas y fueron cortando el fondo de todas las alforjas de los camellos. Los juguetes caían suave y silenciosamente sobre la arena del desierto. Rellenaron las alforjas con globos hinchados para que no se notara nada, y se reunieron al pie de la Gran Duna.


Los juguetes, como ya eran libres, decidieron ir adonde les diera la gana.

Curiosamente, todos eligieron a niños y niñas que habían soñado con ellos, pero no podían tenerlos. Dicen que aquellos niños, con estos juguetes fueron los más felices del mundo.


¿Pero qué pasó con esos otros niños y niñas que lo tenían todo? Bueno, lloraron, patalearon y se arrancaron los botones de los abrigos; sus padres colapsaron la línea telefónica de reclamaciones de los Reyes Magos, que no se explicaban que había sucedido. Pero, una vez que se les pasó el berrinche todos descubrieron en su montaña de juguetes algunos que ignoraban tener y les parecieron nuevos, y eran tan fantásticos que se olvidaron de los que habían pedido. Y así fue como todos fueron más o menos felices, aunque, todo hay que decirlo, unos más que otros. >>


-De todas maneras, tú no te preocupes –me dijo Pompeyo-, porque ya te he dicho que esto pasó en un país muy lejano. Aunque yo no me fiaría mucho, porque estas cosas cada vez pasan más cerca.

Me guiñó un ojo y se fue a hablar con la abuela de los bulbos de tulipán, de narciso y de Jacinto que quería que le encargase. Creo que voy a revisar mi carta a los Reyes…


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