El asno pecador – Gianni Rodari


Un día, el león, el leopardo, la hiena y el asno se encontraron y comenzaron a lamentarse por los malos tiempos que estaban viviendo. Hacía meses que no llovía y ni los hombres ni los animales encontraban ya nada de comer.

-¿De quién será la culpa? –se preguntaban.
-Tal vez alguno de nosotros ha cometido un terrible pecado y por eso ya no llueve.
-Ya, seguro que es por eso.

-El pecador, deberá confesar, así podremos castigarlo. Y de ese modo, tal vez, volverá a llover.
Los animales se pusieron de acuerdo en que así debía hacerse y el primero en confesarse fue el león.
-Pobre de mí, soy culpable de una muy mala acción. No hace mucho tiempo descubrí un ternero cerca del pueblo: me abalancé sobre él y me lo comí.

Los otros miraron al león, observaron sus patas temibles y sus robustas garras, y finalmente, sacudieron la cabeza:
-No, no, ese no es un pecado grave.

El leopardo fue el segundo en hablar:
-Yo sí soy culpable de una mala acción. No hace mucho tiempo, en el vale, me encontré con una cabra que se había perdido, la hice pedazos y me la comí.

Los otros animales miraron al leopardo, observaron sus miembros ágiles y fuertes, sacudieron la cabeza y dijeron:
-No, no, ese no es un pecado grave.

La tercera en hablar fue la hiena:
-Yo sí que soy culpable de una mala acción. No hace mucho tiempo robé una gallina y me la comí.

Los animales sacudieron la cabeza:
-No, tampoco ese es un pecado grave.

Por último, habló el asno:
-No sé si realmente se trata de una mala acción: lo cierto es que el otro día, mientras mi amo charlaba con un amigo, arranqué un manojo de hierbas del borde de la carretera.

Los animales lo miraron en silencio un momento y después sacudieron tristemente la cabeza:
-Ese sí que es un pecado tremendo. Tú eres, pues, el culpable de todos nuestros males.
Se echaron sobre él y se lo comieron.


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