Por qué el cóndor tiene la cabeza calva –Gianni Rodari
Al principio,
las aves no tenían plumas como hoy. Revoloteaban por el mundo desnudos y eso
les daba mucha vergüenza. Además de la vergüenza, en el invierno pasaban mucho
frio. Cuando ya no pudieron más, se reunieron en consejo y decidieron
suplicarles a los dioses que les concediesen unos vestidos.
Los dioses
escucharon las súplicas y respondieron:
-Hace tiempo
que los vestidos están listos para vosotras. Se encuentran amontonados en la
cima de una montaña y sólo falta que una vaya a recogerlos por su cuenta.
Las aves se
miraron unas a otras en silencio, porque nadie se atrevía a emprender un viaje
tan largo. El único que no tenía miedo era el cóndor.
-Iré yo
–exclamó altanero y, sin esperar más, se puso en marcha.
Viajó mucho
tiempo. Consumió todas las provisiones que llevaba consigo y, por ello, tuvo
que alimentarse con lo que encontraba. Más de una vez se vio obligado a
alimentarse de carne en mal estado, de carroña. Desde aquella época, no ha
perdido ese hábito.
Finalmente, llegó a la montaña donde estaban amontonadas
las ropas destinadas a las aves. Las había de todo tipo: de un solo color,
multicolores, blancas y negras. El cóndor eligió el traje que le pareció muy
bonito y se lo puso. Pero le quedaba estrecho. Entonces eligió otro, del mismo
color. Pero tampoco este era lo bastante grande.
Uno tras otro, el cóndor se
probó todos los plumajes de colores, hasta que encontró uno totalmente negro.
Este le iba bien, pero era un poco corto: no le cubría ni la cabeza ni el
cuello.
-No hay nada
que hacer –se dijo el cóndor-. Cuando vea a los dioses, les pediré que me den
algo para cubrirme la cabeza.
Así pues, se
puso las plumas negras que aún lleva hoy. Después de vestirse, el cóndor cogió
todos los demás plumajes, batió las alas y emprendió el viaje de retorno.
Durante el
trayecto, a cada minuto se le caían al suelo algunos vestidos y el cóndor debía
volver a recogerlos. Dando amplios giros se acercaba a la tierra y volvía a
alzarse entre las nubes. Éste también era su modo actual de volar.
El viaje del
cóndor de ida y vuelta a la montaña duró tanto que las aves se cansaron de
esperar, disolvieron el consejo y volvieron a casa. Cuando el cóndor llegó al
lugar de la reunión, no encontró ni un alma.
Tuvo que volar buscando de nuevo a
todas las aves, hasta que las reunió de nuevo y repartió entre ellas los
vestidos. Desde aquel día, las aves tienen plumas. Pero el cóndor no volvió a
ver a los dioses, por lo que no pudo pedirles que le diesen algo para cubrirse
la cabeza y el cuello. Esta es la razón de que el cóndor tenga, aún hoy, la
cabeza y el cuello sin plumas, como su hermano el buitre.
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