Amor en un viaje inesperado
Carmen era una joven escritora que se dedicaba al periodismo en el New York Times. Tenía treinta y cuatro años, y había estudiado una carrera que le aseguró un futuro prometedor.
Llevaba poco más de siete años trabajando en el periódico más famoso de Nueva York, y su nueva vida estaba en la gran ciudad.
Su trabajo y amigos, porque sus familiares vivían a las afueras en una pequeña ciudad llamada Aurora. Era la ciudad más bonita que Carmen conocía, pues la casa de sus padres estaba cerca del lago Cayuga, y cuando iba a visitarlos en verano le gustaba dar paseos cogida del brazo de su padre.
Allí la vida era tranquila y acogedora, todo lo contrario a Nueva York. En el tiempo que llevaba en aquel famoso periódico sólo conocía estrés y ruido por montones. Vayas por donde vayas siempre verás aglomeraciones en la ciudad por la cantidad de vehículos que hay, escucharás taxis y coches pitando y sentirás un calor infernal en pleno verano.
Hasta que Carmen se acostumbró a esa vida movidita, pasó un largo tiempo.
Era un día como otro, Carmen se despertó temprano y se fue directa a la ducha. Después de vestirse, maquillarse y secarse el pelo salió a toda prisa de casa. Pero antes de entrar al trabajo siempre pasaba por una cafetería y se cogía un café bien cargado con leche y un pastel para desayunar en su oficina.
Era su ritual de todas las mañanas, y lo cumplía sin excepción.
Esa semana tenía que escribir sobre la actualidad del pais, entre sus temas estaba el nombramiento del nuevo presidente, y un derrumbe de los edificios de una calle muy transitada.
Así que, café en mano y el pastel ya acabado, Carmen empezó su jornada escribiendo. Primero tenía que comprobar los datos con sus compañeros de oficina, y después redactar la publicación, para luego enviársela a su jefe.
Al día siguiente, la misma rutina de siempre, ducha, vestirse y maquillarse y de camino un café y un pastel. Pero al llegar a la oficina, su jefe la llamó a su despacho.
-Buenos días señor, me dijeron que quería hablar conmigo. Pasó algo?
-Carmen esta mañana irás a Boston a hacer unas indagaciones sobre el derrumbe. Quiero que tu informe incluya alguna entrevista a los presentes, con aclaraciones sobre lo que pasó.
Nuestra escritora se fue a su mesa para enviar unos correos urgentes, se comió rápido su pastel, y cogió lo necesario además del café y se fue a la estación de tren.
Cogió el primer tren a Boston, cuatro horas y media tenia por delante para investigar por donde debía empezar.
Se sentó en un asiento con ventanilla, y subió tanta gente que apenas quedaban asientos libres. A su lado quedaba uno y justo entró un hombre alto, moreno, vestido con traje a toda prisa a sentarse.
Por el camino, Carmen tomaba su café y ojeaba las noticias en su tablet. Y por un momento se sintió observada. Giró la cabeza y el hombre de su lado miraba las noticias en la tablet de Carmen.
-Buenos días, me llamo Raul. Espero que no te importe que mire las noticias contigo, no traje mi tablet y tengo que ir a hacer un reporte.
-Soy periodista en The Wall Street Journal, y me mandaron a Boston a investigar sobre unos derrumbes.
-Carmen se presentó igual de cordial que Raul, y comenzaron a hablar sobre los derrumbes. El tiempo les pasó volando, las palabras fluían solas entre ellos, era como si se conocieran de siempre.
Pasadas las cuatro horas y media de viaje, los dos bajaron del tren y se fueron juntos a la zona del desastre. Allí entrevistaron por separado a personas que habían estado presentes durante el derrumbe, tomaron apuntes, y sacaron fotos para incluirlas en sus publicaciones.
Después fueron a comer juntos y hablaron pero ahora sobre ellos mismos. Carmen le contó que llevaba un poco más de siete años en aquel periódico y le gustaba mucho, pero tenia a su familia lejos.
Raul le contó que su familia era de Washington pero que los veía muy de vez en cuando. El trabajo era casi intensivo y apenas tenia tiempo para descansar.
Hubo tan buena química entre ellos, que se intercambiaron los números de teléfono y volvieron juntos al tren. De vuelta a Nueva York, Raul preguntó más sobre la vida personal de Carmen, y le pidió una cita para tomar un café juntos.
Pasaron unas semanas desde aquello. Cada uno siguió con su trabajo, aunque hablaban a diario por el teléfono. Ya sabían muchas cosas el uno del otro, y aunque trabajaban para la competencia no era impedimento para que hubiese una amistad.
Quedaron un miércoles por la tarde después de la jornada laboral y fueron a tomar un delicioso capuchino con mucha espuma y unos toques de canela encima.
Después Raul invitó a Carmen a cenar en un bonito restaurante casero donde la comida estuvo de lujo. Igual que en casa, pensó Carmen.
Pasó más tiempo de aquello, y por el medio hubo más citas con cenas, cafés, cines, y visitas. Hubo viajes cortos y escapadas, y como no, presentaciones oficiales.
Carmen se llevó a su ahora novio Raul, a Aurora y le presentó la ciudad en la que creció, estuvieron en casa de sus padres, y conoció a toda su familia.
Y Raul la llevó a Washington y le presentó a su familia. Allí en un bonito restaurante a la luz de las velas, con rosas encima de la mesa, y una deliciosa cena, Raul se arrodilló delante de ella, y le pidió matrimonio.
Carmen empezó a llorar, y muerta de la vergüenza por tanta gente presente, se levantó de su silla y se arrodilló junto a su novio para decirle que si y darle un beso.
Tanto tiempo que habían estado los dos en Nueva York, y se conocieron por casualidad en un tren. Y fue precisamente, en aquel viaje a Boston donde los dos se gustaron y empezó esta hermosa historia de amor.
PD: No olvides que el amor puede llamar a tus puertas cuando menos te lo esperes. Por eso no debemos negarnos a amar, porque es el gesto más bonito que tenemos la humanidad.
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