El mago Merlín

 El mago Merlín conocía una antigua leyenda: en un yunque había clavado una espada, y aquel que fuera capaz de arrancarla llegaría a ser el rey de Inglaterra.

Un día, el joven escudero Arturo iba de caza con su señor, y al ir a disparar éste contra un ciervo, tropezó Arturo con él.

La flecha se clavó en la puerta de Merlín. Cuando éste vio a Arturo, supo que su destino estaba ligado al del muchacho y le pidió que se quedara con él.

El mago era verdaderamente un hombre muy sabio. Enseñó muchas cosas al muchacho, que no salía de su asombro viendo tantos prodigios.

Cuando Merlín dio por terminado el aprendizaje de Arturo, lo llevó a casa de un caballero para que se educara con sus hijos.

Todos se burlaron del chico y Merlín los castigó con su magia.

Arturo se quedó, a pesar de que le trataban como si fuera un criado.

Todos los caballeros del reino decidieron reunirse.

Pelearían entre sí y el que ganara en los torneos sería coronado rey de Inglaterra. El hijo del caballero estaba dispuesto a ser rey, fuera como fuese.

-Ve a por mi espada -le ordenó a Arturo.

El chico se quedó muy preocupado, porque recordó que se le había olvidado traerla, y se puso a buscar por todas partes una espada.

-Coge la espada que está clavada en ese yunque -le dijo Merlín.

Y Arturo, que nada sabía de la antigua leyenda, así lo hizo, sacándola sin esfuerzo.

Se la llevó al caballero, que le esperaba impaciente.

Al reconocer la espada, todos los que le rodeaban quedaron mudos de asombro.

-¿De dónde has sacado esta espada?- le preguntaron.

Nadie le creyó cuando dijo la verdad. Un muchacho tan enclenque no podía haberla sacado sin ayuda. Le obligaron a ponerla otra vez en su sitio.

A continuación, todos los caballeros trataron de sacar la espada. Sin embargo, a pesar de que eran muy fuertes, ninguno lo consiguió.

Entonces, Arturo se acercó al yunque.

-Pero si es muy fácil -dijo sacando la espada con suavidad y sosteniéndola como su fuera una pluma.

Ninguno de los presentes comprendía cómo podía hacerlo.

Ya nadie dudó de que Arturo estaba destinado a ser rey.

El propio Merlín le coronó y siempre estuvo a su lado como sabio consejero.




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