El caballito de mar dormilón

 Había una vez un caballito de mar llamado Roni al que le encantaba dormir. Podía hacerlo durante días y por eso todos le llamaban “Roni el dormilón”. 

“Te has vuelto tan vago, Roni...¿Por qué duermes tanto?”, le preguntaba su amiga Marina, muy enfadada con él. 

“Déjame dormir, vete. Soy un caballito de mar y todo lo que hacemos los de mi especie es dormir o comer”.  

“Deja de poner excusas”, le respondió su amiga muy molesta. 


Cada día Roni estaba más aletargado. Solo estaba despierto el tiempo necesario para alimentarse. Todos sus amigos estaban muy preocupados por su situación. “Es un problema muy serio, Roni no hace nada más que dormir”, comentaba Pedro el pulpo.  

“Tengo miedo de que esto le cause problemas mayores”, añadía Marina muy preocupada.  

Mientras ellos pensaban en una solución, Roni era completamente ajeno a los comentarios de sus colegas.  


Un día, el reino de los caballitos de mar fue atacado por una gran ballena, ¡había un gran caos por todas partes! “¡Corre Mara! ¡Corre Mino! ¡Sálvate Lara! ¡Corred todos!”, gritaba Marina advirtiendo el peligro a todos sus compañeros.  

“¡Esperad, Roni está durmiendo! Vamos a despertarle antes de que la ballena ataque su casa”, dijo Marina.  

“¡Es muy lento nadando!”, gritó Pedro el pulpo.  


Los amigos de Roni siguieron llamando a su puerta, pero este era tan perezoso que ignoró todas sus advertencias. Todos los caballitos de mar habían abandonado su hogar, excepto Roni. 

Entonces los ojos de la ballena se fijaron en la luz que salía de una casa. Sin demora, el animal fue en busca de su presa, mientras Roni no se enteraba de nada.  

El pobre Roni era totalmente ajeno al peligro. “¿Quién está haciendo tanto ruido? Vete, ¿no ves que estoy durmiendo?”, se quejaba molesto. Sin embargo, el ruido era cada vez más fuerte. Entonces, Roni se levantó gruñendo para ver qué era lo que pasaba.  


Cuando salió de su casa vio a la gran ballena que iba directamente hacia él. “¡Ayuda, ayuda!”, gritaba Roni mientras se escondía detrás de una gran roca entre las algas. Estaba muy asustado y ahora recordaba las palabras de sus camaradas. 

“No te preocupes, Roni, te ayudaremos”, le dijo una voz conocida.  

“Marina, ¿eres tú?, susurró Roni.  

“Sí, estamos todos aquí”, respondió ella.  

“Hemos venido a ayudarte”, dijeron todos los demás. 

¡Sus mejores aliados se habían quedado cerca para ayudarle! 

“¡Cómo me alegro de veros! Pensaba que estaba solo”, dijo Roni lleno de gratitud hacia todos ellos.  

Roni estaba mucho más tranquilo con sus amigos cerca, pero la peligrosa ballena seguía allí. Al no encontrar a nadie a quien poder cazar, el animal se enfadó tanto que destruyó todas las casas de los caballitos de mar.  


“Tenemos que idear un plan”, dijo Roni.  

Todos asintieron y se pusieron a pensar en una solución. 

El plan consistía en atraer a la ballena y hacer que los siguiera: “¡Vamos Roni, tú puedes!”, gritó Marina llamando la atención de la ballena. 

Roni empezó a nadar tan rápido como pudo y la ballena, tan pronto como le vio, salió detrás suyo a toda prisa. 

De repente, Marina salió de su escondite y empezó a nadar en la dirección opuesta, lo que confundió a la ballena. 

“¡Buen trabajo, Marina!”, gritó Roni animándola. 

Cuando la ballena empezó a perseguir a su amiga, Roni se cruzó por su camino a toda velocidad: “¡Muy bien Roni!”, gritaba Pedro el pulpo. 


La ballena estaba furiosa y llena de ira, así que cargó contra todos ellos con gran fiereza. Sin embargo, los tres amigos se apartaron justo a tiempo y el animal chocó contra una roca. Herida y dolorida, la ballena se marchó derrotada.  

¡El plan había sido todo un éxito, todos estaban entusiasmados! 

Abrumado por la alegría y sintiéndose totalmente lleno de energía, Roni les prometió a todos que cambiaría y que iba a dejar de dormir tanto. Había aprendido su lección por el camino difícil.  

Fin 




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