Las Habichuelas Mágicas - Hans Christian Andersen

Cierta mañana,cuando Periquillo apilaba la paja,apareció su madre,una pobre viuda, y le dijo con lágrimas en los ojos:
-Hijo mío,lleva la vaca a la ciudad y procura venderla bien.
-¡Pero madre!-protestó el niño-.No tenemos otro bien que la vaca,¿qué sería de nosotros?
-Nos falta hasta un pedazo de pan.
Anda,ve,Periquillo.
Obedeció el muchacho y en el camino se encontró con un viejo que le ofreció un saquillo de habichuelas a cambio del animal.
Aceptó el cambio y,una vez en su casa,la madre se enfadó tanto que en un arrebato de ira, arrojó las habichuelas por la ventana.¡Adiós comida del día!
-¡Qué desgraciada soy!-gemía-.¿Qué será de nosotros?
¡Ay de mí! ¡Pobre de ti...!
Periquillo,animado de la mejor voluntad,prometió enmendar su error trabajando de firme. Lo que no fue obstáculo para que aquella noche durmiera como un lirón.
Cuando por la mañana abrió los ojos,¡menuda sorpresa recibió! La ventana estaba cubierta por troncos,ramas,hojas y flores porque las habichuelas habían crecido.
Periquillo se tiró de la cama como si tuviera un muelle,saltó de la casa y vio que las plantas habían crecido tanto y tanto que parecían llegar hasta el cielo.
Inmediatamente empezó a trepar y a trepar.
Cuando llegó a la cima,se encontró en un país extraño.Había tomado por un sendero,cuando le salió al paso una vieja.
-Tú no me conoces,Periquillo-dijo la mujer-,pero debes saber que hace algunos años un ogro mató a tu buen padre y le robó la fortuna.
Ese ogro vive y,si quieres,yo te ayudaré a darle un buen escarmiento.
Accedió y el niño supo por ella dónde vivía el ogro.Se trataba de un magnífico castillo,al cual se dirigió.
A su llamada acudió una apurada mujer joven que le dijo:
-No has debido venir aquí;pero en fin,pareces hambriento.Entra y te daré de comer.
Luego tendrás que marcharte,pues de lo contrarío,el ogro,mi marido,pronto te mataría.
Sucedió que el ogro regresó antes de lo esperado y la mujer ocultó al niño donde pudo,que fue el horno.
El dijo: -¡Huelo a carne humana!
-Te equivocas,marido;sólo estamos tú y yo.
E bruto seguía comiendo a dos carrillos.Al terminar,pidió a la mujer que le llevara su gallina de huevos de oro.Y Periquillo,desde su puesto de observación,pudo ver cómo la gallina,por mandato de su amo,ponía huevos de oro.Luego le dio por contar monedas de este metal,guardadas en infinidad de saquillos, y así se quedó dormido.
El niño aprovecho para salir del escondite,robarle un saquillo y echar a correr hasta las habichuelas gigantes,por las que bajó hasta su casa.
La mujer se alegró mucho,no sólo por el dinero,sino por tener un hijo tan valiente y saber quién era el ogro.
Cuando aquella fortuna se terminó,Periquillo se fue de nuevo al castillo del ogro.
Como la primera vez,suplicó cobijo a la dueña del mismo.Pero llegó el ogro y tuvo que esconderse en el arca.Desde ahí,vio como se atracaba el muy bruto y cómo luego solicitaba su gallina,su oso y su arpa mágica...  antes de dormirse.Entonces Periquillo le quitó gallina y arpa y echó a correr con ambas cosas.
Mas esta vez el gigante despertó sobresaltado y empezó a perseguir al niño.Este,corriendo como un gamo,llegó hasta las habichuelas,descendió rápido y,viendo que el ogro seguía su camino,gritó:
-¡Madre,pronto,trae el hacha!¡No te detengas!
La madre obedeció y Periquillo,con unos cuantos hachazo,cortó las matas.
Al derrumbarse el ogro,el suelo retembló y así acabó sus días.
Con la gallina de los huevos de oro volvió la dicha a la humilde casa,aumentada por los acordes maravillosos del arpa que tocaba sola.






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