¡Osito! ¿Dónde estás? - Ralph Steadman


-¡Abue! ¿Qué es un osito de peluche?

Busqué a mi alrededor. Era mi nieta, Grace y a su lado su hermanita, Rebecca Scarlet, que a duras penas guardaba el equilibrio, le chupaba el dobladillo del vestido de su vestido de fiesta.
 -¿Quieres decir que no sabes lo que es un osito de peluche?
-No, nunca he visto un osito de peluche y tampoco Rebecca Scarlet, ¿o sí, Rebecca Scarlet?
Rebecca Scarlet volteó a su hermana mayor y continuó chupando la bastilla.
-Yo les enseñaré –dije-. Voy a buscar el mío –e inmediatamente subí las escaleras y escudriñé nuestro gran ropero, donde guardo todas las cosas y cositas que creo que algún día necesitaré.
“Qué raro”, pensé, “estaba seguro de que mi osito estaría aquí, junto a mis otras cosas. ¡Osito! ¿Dónde estás?”
Pero no había rastro del osito por ningún lado. Miré y miré e hice un tiradero. Incluso me metí en el armario por si acaso el osito estuviera escondido en algún rincón oscuro.
-A menudo jugábamos a las escondidillas –murmuré desde dentro del ropero -, pero realmente era un juego tonto pues yo siempre sabía dónde se escondía el osito. Y después, cada vez que yo me escondía, el osito nunca iba a buscarme porque no podía caminar. Él sólo se quedaba allí sentado, esperando que alguien lo abrazara.
-Qué extraño –murmuré. Grace y  Rebecca Scarlet me observaban ansiosas como si por arte de magia fuera a sacar al osito de alguno de los sombreros o instrumentos musicales abollados esparcidos por el suelo.
-Me pregunto si estará escondido en el desván; él y yo pensábamos que ahí vivía un gigante, pues estaba tan alto que no podíamos alcanzarlo. Voy a echar un vistazo –dije.
En un instante subí a la escalerilla y me encontré tropezándome con una maraña de trastos viejos y polvosos que no habían sido expuestos a la luz del día en cien años.
Pero no había rastro del osito ni tampoco del gigante, aunque sí me encontré su plato viejo, en el solía comerse a niños muy traviesos.
Al pie de la escalera Grace y Rebecca Scarlet miraban hacia el oscuro agujero del techo, por donde su abuelo había desaparecido.
-Tal vez el osito aprendió por fin a jugar a las escondidillas –dijo Grace, tratando de ayudar, cuando bajé.
-Tal vez –dije yo, y me fui a buscarlo en el sótano, donde el osito y yo solíamos jugar a los secuestros y al tesoro escondido. –Yo lo secuestraba, le ataba los brazos con una cuerda de saltas, lo encerraba en el sótano y pedía rescate –expliqué-. Mi mamá me daba una galleta y me insistía que liberar al oso en el acto. Yo lo hacía para que los dos pudiéramos buscar el tesoro escondido. Nunca hallamos ninguno, pero una vez encontré todos mis regalos de Navidad, lo que fue casi igual de bueno.
-Adivinen que –dije al salir del sótano -.No encontré al osito, pero sí su ojo izquierdo que yo creía que había perdido cuando estábamos jugando a los piratas, en una vieja tina que tiempo después mi mamá llenó de tierra y flores.
-Mira, Grace –dije por fin. Esto es absurdo. Vamos a la juguetería a comprar otro osito.
Grace me miró perpleja y preguntó:
-¿Por qué todos se llaman ositos de peluche?
-Bueno, este, porque ése es el nombre que lleva la caja de cartón en la que vienen. De todas formas, siempre son de peluche, así que así los llamamos. Vamos. –Y los tres salimos.
-¿Un osito de peluche? –dijo el empleado de la tienda-. ¿Qué es un osito de peluche?

-Es una cosa afelpada de color café dorado –dije -,y parece un alma triste en una ciudad de cartón.
-¿Qué es una ciudad de cartón? –preguntó el empleado.
-Hay una a la entrada de su tienda –dije, y le señalé la puerta de la juguetería.
-Eso no es una ciudad de cartón –dijo el empleado-. ¡Eso es BASURA!
-De acuerdo –dije-. Bueno, estoy buscando un osito de peluche con una cara parecida a esa basura; algo desgastado y triste que necesita cariño y, por favor, con un solo ojo….y también en una caja de cartón, si es posible.
-¡Usted está loco! –exclamó el empleado de la tienda-. ¡Si no se va en este momento llamaré al gerente!
-Pero soy un cliente –respondí.
-¡No, no lo es! Usted quiere algo que no tenemos, así que no puede serlo. Además, todo lo que hay en nuestra tienda es alegre y llamativo para niños alegres y  llamativos. No tenemos ositos de peluche con caras desgastadas y tristes que necesitan cariño, ¡y por supuesto que no tenemos ositos de peluche con caras desgastadas y con su solo ojo dentro de cajas de cartón baratas y detestables!
-Bueno –insistí -¿tienen ositos que no vengan en cajas de cartón baratas y detestables, y simplemente vengan tal cual?
-Voy a llamar al gerente –replicó el empleado. Y lo hizo.
El gerente apareció. ¿Y saben qué?, tenía la cara desgastada, se veía muy desamparado y era exactamente igual a mi osito de peluche. Y lo que es más, sólo tenía un ojo, así que lo compré en el acto.
-¿Tiene una caja de cartón? –le pregunte.
-Espere un momento. Voy por ella y regreso enseguida. –Se dirigió hacia la parte trasera de la tienda, luego se detuvo, volteó y dijo:
-¿Puedo traer a mis amigos? Realmente no les gusta este sitio. Hay demasiado ruido y no mucha diversión. Y no se preocupe, no le ocasionarán ningún problema… y también tienen su propia caja de cartón.
Así que todos vinieron con nosotros. Grace y Rebecca Scarlet nunca habían estado tan contentas… y tampoco los ositos de peluche.


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