Manuela en las fiestas - Marta Osorio
Una vez, en
el mes de mayo, cuando los jardines y los huertos se llenan de rosas, Manuela,
con sus padres y su hermano chico, subió al carro, y todo juntos se fueron para
Granada. Allí se iban a celebrar las fiestas del Corpus.
¡Viva Graná,
que es mi tierra! ¡Viva el puente de Genil, la Virgen de las Angustias, la
Ahlambra y el Albaicín!
Iban a
visitar a la abuela, que vivía en el barrio del Sacromonte. Tenía una cueva muy
bonita y muy limpia, toda pintada de blanco. En aquel monte vivían también
muchos tios y muchos primos de Manuela en otras cuevas. En cuanto vieron llegar
el carro por el camino,salieron muy contentos a recibirlos. Y todos empezaron a
darse abrazos y besos.
Soy gitana y
vendo flores, soy gitana canastera. Tengo mi cueva en el monte entre pitas y
chumberas.
La abuela de
Manuela, además de hacer estos cestos de mimbre, también sabia hacer flores de
papel de todos los colores de clases muy
distintas: clavales, rosas, margaritas.. Cuando ya tenía muchas flores hechas,
las metía en una cesta grande y bajaba a venderlas por las calles de Granada.
Tú vienes vendiendo flores. Las tuyas son amarillas, las mías de mucho colores.
En Granada,
durante las fiestas, todo el mundo sale a la calle a divertirse. Hay toros,
bailes y feria. El dia de Corpus, que siempre cae en jueves, se celebra una
gran procesión que Manuela nunca había visto. Tres jueves hay en el año que
relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión.
A Manuela su
abuela le regaló un vestido para que o estrenara en las fiestas. También le
compró unos zapatos nuevos. La niña estaba muy contenta y deseando que llegara
el dia del Corpus para ponérselo todo. Yo no quiero ése, yo quiero otra cosa.
Yo quiero un vestido de color de rosa.
Antes de que
amaneciera, cuando los pájaros empiezan a piar en sus nidos, todas las campanas
de Granada comenzaron a repicar anunciando que era el dia del Corpus. La gente
madrugó mucho para tener tiempo de arreglarse muy bien, y poder irse a la calle
enseguida a ver pasar la procesión.
A romero y
tomillo huele hoy el aire, a gayombas y juncos todas las calles.
Manuela, sus
padres y su hermano Rafaelillo, sus tíos y sus primos, muy bien peinados todos,
bajaron desde el monte muy temprano para encontrar un buen sitio y poder
desfilar en la procesión. Solamente Mariquilla, una prima de Manuela que se
había caído y no podía andar, tuvo que quedarse. La dejaron sentada debajo del
almendro que había delante de la cueva. Y la abuela se quedó con ella. Tengo en
mi puerta un almendro y aquel que llega a mi casa almendras sale comiendo.
En primera
fila y apretada entre sus primos, Manuela, con los ojos muy abiertos,
empezó a ver pasar la procesión. Primero
llegaron los cabezudos, persiguiendo a los niños entre risas y gritos. Después
pasaron los gigantes, el rey y la reina mora y los dos reyes cristianos. Y eran
tan altos, tan altos, que sus cabezas se alzaban por encima de los tejados.
Luego pasó la Tarasca. El rey y la reina mora bailan contentos y ufanos, porque
también a su lado bailan los reyes cristianos.
El cielo
estaba muy azul. Las calles rebosan de gente. Había vendedores de globos de
muchas formas y colores. Los balcones de las casas, adornados con banderas,
estaban llenos de gente. Y a fin pasó la custodia, brillando en su trono de
plata y oro, entre flores y velas, nubes de incienso, músicas y cánticos.
Ya viene la
custodia, vuelan palomas, y desde los balcones le llueven rosas.
Aquella
tarde, cuando todos volvieron al Sacromonte, Manuela se sentó al lado de su
prima. Debajo del almendro, le explicó todo lo que había visto. Y Manuela lo
contaba tan bien, que era como si por delante de las niñas desfilaran otra vez
los gigantes, los cabezudos y hasta parecía que la Tarasca, el dragón con la mujer encima, hubiera aparecido
volando. Han vestido a la Tarasca de terciopelo morado y va pisando al dragón,
que echa fuego por la boca muy rabioso y enfadado.
Al dia
siguiente los primos de Manuela la llevaron a visitar la Alhambra. La niña
estaba asombrada. Nunca había visto unos palacios tan bonitos, ni unos jardines
tan llenos de flores, ni unos estanques tan grandes, con el agua tan verde y
con tantos peces de colores. Viva Madrid por su corte, Sevilla por su Giralda,
aunque no tiene ninguna la Alhambra, que está en Granada.
Acabaron las
fiestas. Manuela y su familia tenían
que marcharse otra vez. La noche
antes de que se fueran, todos los parientes y los vecinos se reunieron para
despedirlos. Al son de las guitarras, cantaron y bailaron hasta muy tarde.
Manuela, muy contenta, también salió a bailar con Rafaelillo .La abuela cantaba
y Mariquilla con todos los demás tocaba las palmas.
Baila, niña,
lo que quieras. Y rómpete los zapatos, que si Dios me da salud, te compraré
otros con lazos.
Por la
mañana muy temprano, cuando Manuela ya se había subido al carro, su abuela la
abrazó. La beso muchas veces y le regaló un paquete de biscochos. Y su prima
Mariquilla, que todavía tenia que estar sentada en la silla, sin poder andar ni
correr, le gritó:
-¡Vuelve
pronto, Manuela, y me cuentas todo lo que veas por ahí…!
Los gitanos
de Granada por donde quiera que pasan van regalando biscochos de azúcar y
calabaza.
Cuando ya el
carro iba bajando por las veredas del monte, todavía se escuchó la voz de la
abuela gritar:
-¡Id con
Dios!
Y a Manuela contestar desde muy lejos:
-¡Adiós,
abuela, adiós!
¡Condiós….,condiós…!
¡Adiós….,adiós!
¡Adiós…,adiós…!
¡Condiós…,condiós…!
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