La gallina Catalina – Gabriella Goldsack


Era un día muy tranquilo en el campo. En la granja, la gallina Catalina estaba muy ocupada picoteando maíz.
-Esto es muy aburrido –cloqueaba la gallina Catalina -. Nunca pasa nada interesante.
En aquel preciso momento, ¡plaf!, le cayó una bellota en la cabeza.

-¡Madre mia! –coqueó la gallina Catalina -. Están cayendo trozos de cielo. Tengo que contárselo enseguida al rey.
Así pues se fue corriendo a contárselo al rey. Apenas había andado unos metros cuando tropezó con su buen amigo al gallo Pelayo.

-¿Adónde vas con tanta prisa? –cacareó el gallo Pelayo.
-¡El cielo se está cayendo! –exclamó la gallina Catalina-, y voy a contárselo al rey.
-Bien, voy contigo –dijo el gallo Pelayo, trotando detrás de la gallina Catalina.
No habían recorrido demasiado trecho cuando tropezaron con su amigo el pato Honorato.

-¿Adónde vais tan deprisa? –graznó el pato Honorato.
-¡El cielo se está cayendo! –exclamó la gallina Catalina -, y vamos a contárselo al rey.
-Bien, voy con vosotros –dijo el pato Honorato, caminando detrás de la gallina Catalina y el gallo Pelayo.
No habían ido muy lejos cuando tropezaron con su amiga la oca Carioca
.
-¿Adónde vais con tanta prisa?  -boqueó la oca Carioca.
-¡El cielo se está cayendo!- exclamó la gallina Catalina -, y vamos a contárselo al rey.
-Bien, voy con vosotros –dijo la oca Carioca, bamboleándose detrás de la gallina Catalina, el gallo Pelayo y el pato Honorato. ¡Qué pandilla más extraña!

Luego, encontraron al zorro Lustroso, al que no conocían demasiado bien.
-¿Adónde vais con tanta prisa? –preguntó el zorro Lustroso.
-¡El cielo se está cayendo!- explicó la gallina Catalina -, y vamos a contárselo al rey.
-¡Ah! –exclamó el zorro Lustroso -. Vais por el camino equivocado. Seguidme, os mostraré la senda correcta.
-¡Que zorro más amable! –cloqueó la gallina Catalina mientras ella y sus tres amigos seguían al zorro Lustroso.

Lo siguieron un largo camino hasta llegar a una cueva.
-¡Es un atajo –dijo el zorro Lustroso-.  No tengáis miedo y no os separéis de mí.
Las infelices aves no lo sabían, pero no se trataba de un atajo…¡Era la guarida del zorro Lustroso!
Así pues, ignorando el peligro que les acechaba, la oca Carioca, el pato Honorato y el gallo Pelayo siguieron al zorro Lustroso hacia el interior de la cueva.

La gallina Catalina estaba a punto de entrar con ellos cuando…de repente se oyó:
¡QuiQuiRiQuiiiii!

Era el gallo Pelayo, que gritaba de forma aterradora.
La gallina Catalina corrió tanto como le permitieron sus fuerzas hasta encontrarse a salvo en la granja. Mientras tanto, el zorro Lustroso se daba un banquete con el gallo Pelayo, el pato Honorato y la oca Carioca.

La gallina Catalina nunca fue a contarle al rey que el cielo se estaba cayendo. Y lo cierto es que no era verdad que el cielo se estuviese cayendo a trozos. ¿No creéis que la gallina Catalina era una gallina muy bobalicona?



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