Atenea y Zeus -Juan Kruz Igerabide
Atenea nació a la orilla de un lago. Tres ninfas la descubrieron:
-Oh! ¡Qué preciosidad! -se dijeron unas a otras.
Era una niña prodigiosa, de fuerte mirada. No lloraba por nada. Fue
acogida por las tres ninfas y creció bajo sus cuidados.
Se desarrolló en pocos días, con una fuerza extraordinaria. Las ninfas
no se explicaban de dónde le venía semejante vigor.
-Solo de un dios puede provenir tanto poder -se dijeron.
Estaban en lo cierto. Atenea era hija de Zeus, el rey de los dioses del
Olimpo, el rey del rayo. La niña nació de una manera asombrosa. Ocurrió así:
Zeus se había enamorado de una ninfa bellísima. La ninfa, en cambio, tenía
miedo de Zeus, porque este era poderosísimo y bastante bruto.
Zeus se presentó ante la ninfa, y le dijo de sopetón:
-Voy a casarme contigo.
-Pues yo contigo no -contestó la ninfa, temblando de miedo.
La ninfa echó a correr, y para que Zeus no la atrapara, se convirtió en
viento. Pero el dios la descubrió. Entonces, la ninfa se convirtió en planta y
se escondió tras unos matorrales. Y también fue descubierta.
-¡Te tengo! -gritó Zeus, agarrándola del tallo.
Y le dio un beso en los pétalos. Eso bastó para que la ninfa se quedara
embarazada. Una robusta criatura creció rápidamente en su vientre, porque los
dioses se desarrollan en tiempo récord.
Malas lenguas susurraron a Zeus que el niño que naciera de una flor le
quitaría el reinado del Olimpo.
-¿Cómo? -se alarmó Zeus.
Y del susto, se tragó la flor que mantenía agarrada del tallo.
-¡Déjame salir! -gritó la ninfa.
-¡Ya! ¿Y luego tu niño me quita mi reinado, ¿no?
Por mucho que gritaba la ninfa, Zeus no abría la boca.
Al cabo de unos días, el rey del Olimpo sintió un terrible dolor en las
sienes.
Sus gritos retumbaban en los cielos y en la tierra.
-¿Qué te pasa, padre? -acudió corriendo Hermes, su hijo preferido-. ¿Qué
son esos alaridos?
Hermes era muy listo. Le bastó con palpar un poco la cabeza de su padre
para darse cuenta de lo que tenía dentro. Fue en busca de su hermano Hefesto,
el herrero que forjaba armas y herramientas para los dioses.
-¡Hermano: tenemos una urgencia! ¡Papá está muy grave! ¡Tráete tus
herramientas!
Cuando Zeus vio llegar a su hijo preferido acompañado de su hijo
herrero, este armado con martillo y cincel, se alarmó:
-Pero, ¿qué os proponéis, bribones? ¡Quietos! ¡Ni se os ocurra!
Se resistió en vano. Hermes lo agarró fuerte y Hefesto le abrió la
cabeza a martillo y cincel.
Un corte limpio. Llenos de asombro, vieron nacer de un salto a una
criatura fortachona y hermosísima.
Zeus abrió la boca para dar un último alarido de dolor, ocasión que
aprovechó la ninfa para escapar de su interior y desaparecer.
Los dos hermanos se llevaron a su padre Zeus malherido, dejando a la
recién nacida al borde de un lago.
Allí se la encontraron las tres ninfas, que paseaban por la orilla.
Y la llamaron Atenea.
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