Sísifo –Juan Kruz Igerabide
Vivía Sísifo
plácidamente con su familia. Poseía muchos animales domésticos y tierras.
Tenía, sin embargo, un malvado vecino, un astuto ladrón que gozaba de la mágica
habilidad de transformar el color y la forma de los animales. Así, cuando se
apoderaba del ganado de sus vecinos, nadie podía acusarle de robo.
Sísifo se
dio cuenta de que cada vez le quedaban menos vacas, ovejas y cabras; y por el
contrario, los rebaños de su vecino crecían a un ritmo extraordinario.
Cansado de
tanto robo, marcó bajo las pezuñas de sus animales las letras RV, que
significaban: <<Robado por mi vecino>>. Aquella misma noche, el
vecino se apoderó de unas cuantas cabezas de ganado. A la mañana siguiente, las
marcas de las letras conducían directamente a la granja del vecino.
Sísifo lo
acusó ante las autoridades, y el vecino fue duramente castigado.
Con el
tiempo, Sísifo adquirió grandes poderes. Fundó la ciudad de Corinto y la pobló
con seres humanos nacidos de setas.
El río Asopo
regaba las tierras de Corinto. Zeus raptó a la hija del rio sin que nadie se
enterara, excepto Sísifo; este había sido testigo de la fechoría de Zeus, y fue
con el cuento a donde Asopo. El río, furioso, reclamó su hija ante Zeus, y el
dios tuvo que devolvérsela.
En adelante,
Asopo proporcionó a Corinto abundante agua. Zeus, por su parte, no perdonó a
Sísifo el chivatazo.
-Ahora verá
ese lo que es bueno. Llamó a su hermano Hades, rey del infierno, y le pidió que
se llevara consigo a Sísifo.
Cuando Hades
se presentó ante Sísifo para llevárselo al Tártaro, este no se asustó. Hades quiso colocarle unas esposas en las
muñecas, para que no se escapara, pero Sísifo, más ágil, se las ató a Hades.
El tiempo en
que Sísifo mantuvo maniatado a Hades, en la Tierra n o se moría nadie, ni
aunque le cortaran la cabeza.
Zeus envió a
su hijo Hermes a solucionar el problema. Con gran habilidad, Hermes soltó a
Hades, que se inmediato corrió en busca de Sísifo. Este, astutamente, susurró a
su mujer:
-Oye: ni se
te ocurra enterrar mi cuerpo.
Cuando Hades
lo bajó al Tártaro, antes de cruzar el rio en la barca de Caronte, exclamó
Sísifo:
-¡Cáspita!
Se han olvidado de enterrar mi cuerpo. Subo, me entierro a mí mismo y vuelvo
enseguida.
Hades esperó
en el barco, charlando con Caronte, porque no podía llevarse al infierno a
alguien cuyo cuerpo no estuviera enterrado.
Por mucho
que esperaron, Sísifo no dio señales de vida.
-Nos la ha
jugado –dijo Hades al barquero.
Tuvieron que
enviar otra vez a Hermes. Este atrapó a Sísifo a lazo, y lo arrastró al
infierno.
-Hombre: ya
has vuelto, por fin –exclamó Hades, frotándose las manos -. Ahora verás lo que
es bueno.
Le mostró un
enorme pedrusco:
-Este será
tu castigo por desobedecerme: ¿Ves esa piedra esférica? La tienes que subir a
la cima de esa montaña y pasarla al otro lado.
Sísifo pensó:
<<Está chupado>>, porque era un hombre fortísimo.
Empujó la
piedra y logró subirla hasta la cima, pero, justo en el último instante, se le
escurrió y rodó ladera abajo.
La tuvo que
volver a subir, y alcanzada la cima, se le escurrió de nuevo.
Y así siguió durante toda la eternidad, sudoroso y
agotado.
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