Cómo creció la cola de los animales –Gianni Rodari


Hace mucho, mucho tiempo, ningún animal tenía cola. El caballo no tenía cola para espantar a las moscas; la ardilla no tenía ninguna para ayudarse a saltar de rama en rama; y la zorra, desprovista de cola, era mucho menos bonita que ahora. 

El león, que era el rey de todos los animales, decidió que era importante tener cola, así que convocó a todos sus súbditos para que se presentasen cierto día en un sitio determinado, donde se distribuirían las colas.

La zorra, al escuchar la proclama, se dio prisa en ser la primera. Inmediatamente después de ella se pusieron en marcha el caballo, la ardilla, el perro y el gato. Ellos son siempre los primeros cuando hay algo para repartir. Después llegaron los demás animales y, por fin, el elefante y el cerdo. El último de todos fue la liebre.

Una vez reunidos todos los animales, el león comenzó a distribuir las colas.
Naturalmente, el primero en elegir fue él, y se quedó con una cola larga y dorada, con una gran borla en el extremo. La zorra y la ardilla recibieron sendas colas tupidas y hermosas; el caballo escondió una hecha con pelos muy largos; al perro y al gato les tocaron unas colas bastantes graciosas. 

Al elefante sólo le quedo uno fino y áspero cordón. Se puso tan triste que aún hoy, avergonzado, arrastra su trompa por el suelo. El cerdo recibió una cola parecida a una lombriz y buscó enseguida la manera de rizarla para que quedase más bonita.

A la liebre no le quedó nada.
El perro y el gato comenzaron al instante a pelearse:
-¡Mi cola es más hermosa!
-¡No, la más hermosa es la mía!

Y tanto se pelearon que, al final, el perro mordió la cola del gato y le quitó un pedacito. El gato se refugió en un árbol y, desde entonces, en cuanto ve a un perro sale pitando.
La liebre, sin vacilar, rescató el trocito de cola perdida del gato y se la colocó detrás: así, por lo menos, a ella tampoco le falta una cola.



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