La paloma y la hormiga
Aquella era una hermosa mañana de primavera. El sol acababa de asomarse por detrás de las montañas y Dania, una pequeña hormiguita, se dirigía al río para beber agua.
Tenía que ser cuidadosa al hacerlo porque, si daba un paso en falso, podía resbalar y caerse al agua.
Aunque tuvo mucho cuidado, cuando estaba en lo alto de una brizna de hierba vino una ráfaga de aire que la sacudió con fuerza y ¡plaf!, la pobre Dania cayó al agua.
Dania se asustó muchísimo y no sabía qué hacer.
Había agua por todas partes y la hormiguita no tenía donde agarrarse.
La pobre Dania giraba y giraba sin control alguno. Rápidamente, una paloma que estaba posada sobre la rama de un árbol cercano, arrancó con su pico una de sus hojas y la dejó caer frente a la hormiga para intentar ayudarla.
Dania se agarró a la hoja como pudo y se subió encima de ella. Poco a poco la hoja fue flotando y llegó a la orilla, ¡Dania pudo volver a pisar tierra firme!
Dania estaba tumbada en el suelo tratando de recuperarse del susto que había pasado cuando, de repente, apareció un cazador que se paró a su lado, listo para lanzar una red sobre la pobre criatura.
Dania se giró para ver a quién estaba intentando atrapar: “¡Oh no, si es la paloma que me ha ayudado antes!”, exclamó la hormiga.
Sin perder ni un solo instante, mordió la pierna del cazador con todas sus fuerzas. El cazador sintió una oleada de dolor tal que su mano tembló y la red no llegó a alcanzar al ave.
Mientras tanto, la paloma pudo refugiarse en un lugar seguro.
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