La zorra y las uvas
Una tarde de otoño una zorra buscaba algo dulce para comer y así acabar bien el día.
De repente, se encontró con un viñedo y exclamó: “¡No me puedo creer la suerte que he tenido, mira qué racimo de uvas tan jugoso!”.
Antes de acercarse, miró alrededor y murmuró: “No hay nadie por aquí. Esta será mi oportunidad”.
Lo primero que hizo fue ponerse de pie sobre sus patas traseras para intentar alcanzar las uvas, pero no llegaba a ellas: “¡Oh no, están más altas de lo que pensaba!”.
Después, se agachó y saltó para tratar de llegar a ellas de un brinco: “¡Cataplaf!”, sonó al caer.
Entonces se levantó del suelo, se sacudió el polvo y respiró hondo. Volvió a saltar y se cayó de nuevo. Ahora le dolía todo el cuerpo y apenas podía ponerse en pie.
Levantó la vista hacia las jugosas uvas y murmuró: “Serán para mí”.
La zorra retrocedió unos pasos, cogió carrerilla y dio un salto aún mayor, pero volvió a fallar.
La zorra miró las uvas y, molesta y dolorida, gruñó: “¡Esas uvas serán mías!”.
Después, se levantó y, aunque cojeaba, dio unos pasos e intentó volver a saltar, pero se cayó de nuevo.
Finalmente, decidió seguir su camino. Estaba tan enfadada que mientras se alejaba murmuraba para sí misma: “¡Sólo un tonto querría comerse esas uvas tan agrías!”.
Moraleja: A veces, cuando no podemos conseguir lo que queremos, tratamos de hacer ver que no vale la pena tenerlo.
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