La inteligencia del cordero

 Aquella soleada mañana Nico el cordero pastaba junto al resto de los miembros de su rebaño. El pastor le había colocado al corderito un pequeño cencerro alrededor del cuello que sonaba cada vez que brincaba para saber dónde estaban las ovejas.

A lo mejor vio un campo de hierba que tenía un aspecto muy jugoso. 

"Parece deliciosa", murmuró, haciéndosele la boca agua. Nico fue en busca de aquellos brotes y, sin darse cuenta, se alejó del grupo. 

De repente, apareció un lobo. El corderito sabía que tenía que pensar en algo rápidamente para intentar salvarse, así que le dijo: "Gran lobo, no me comas todavía. Acabo de alimentarme con un montón de hierba y puede que el sabor de mi carne sea amargo. Espera un poco y entonces estaré mucho más sabroso".

El lobo estuvo de acuerdo con sus palabras y se sentó a esperar.

Después de un rato, Nico sugirió al lobo: "Si me dejaras bailar, podría digerir la hierba aún más rápido".

"En ese caso puedes danzar todo lo que quieras", contestó el lobo. 

Al poco tiempo el corderito le dije de nuevo al lobo: "Quita el cencerro de mi cuello y hazlo sonar muy fuerte; así bailaré aún más rápido que antes y podrás comerme mucho antes".

El lobo, que a esas horas ya estaba muy hambriento, pensó que era buena idea, así que cogió el cencerro y lo hizo sonar con energía.

Mientras tanto, a lo lejos, el pastor lo escuchó y se dio cuenta de que el corderito estaba en peligro. Inmediatamente, envió a sus perros en su busca.

El lobo, al sentir los ladridos de los perros que estaban cada vez más cerca, corrió a esconderse en el bosque y de ese modo Nico el cordero pudo salvarse.

Moraleja: En algunas situaciones el que parece más débil puede ser mucho más inteligente que el que parece más feroz y fuerte.



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