El gato y los pájaros - Esopo


El señor Mirrimiz, un gato muy listo y que sabía hablar muy bien, salió un día de la ciudad y se fue al campo. Buscó un lugar con sombra, a la orilla de un rio, debajo de unos árboles –unos sauces-, y se agazapó, escondido, en unas matas.
El gatazo callaba como un muerto escuchando un concierto de dos mil pajaritos que en las ramas de los sauces cantaban maravillosamente. No le servía de nada callar porque los músicos voladores no se acercaban a su escondite. Lo que quería Mirrimiz era arreglar su melodía suprimiendo a algún cantor, es decir, comiéndose a algún pajarito.
Como llevaba ya un buen rato, se cansó de esperar y, sacando la cabeza, les dijo a los músicos:
-¡Bravo! ¡Bravo! ¡Qué música tan maravillosa!
Los pajaritos, al oír el marramao del gato, se callaron al instante. Todos se alejaron un poco volando: unos se fueron a otras ramas más altas, y los más miedosos se metieron en la espesura de los árboles.
Pero Mirrimiz les siguió hablando con su voz más dulce y les dijo lo feliz que se sentía escuchando su música. Les habló de lo bien que cantaban, de que nunca había oído un concierto igual.
-No soy un gato de campo ni de monte –añadió-. Sino que vivo en la vecina ciudad. Fui gato de un músico que dirigía un coro y aprendí música con él. Yo podría enseñaros a vosotros, que cantáis tan bien, todo lo que vi que él enseñaba a los cantores del coro. Lo haré gratis, a cambio de nada, porque la música me gusta muchísimo. En menos de una hora os daré las claves para que todos cantéis a una, para que la armonía de vuestro coro sea mucho mayor aún.
>>Lo hacéis tan bien que con pocas instrucciones que os dé, formaréis un coro de ángeles. ¡Qué cosa tan maravillosa será oíros cantar a todos juntos! A ruiseñores, calandrias, jilgueros, tordos y a todos los demás pájaros. ¡Nunca se habrá oído nada igual en la tierra! Con vuestras voces y mi técnica, seréis los mejores del mundo.
Dijo tantas y tantas cosas buenas, tantas alabanzas de los músicos voladores y de sus cualidades de director de coro, que algunos pajaritos se fueron acercando  para oír mejor sus alabanzas. Y al cabo de un rato, se atrevieron ya a bajar del árbol. El hato hablaba  tan bien, los admiraba tanto y les decía cosas tan bonitas que no podía ser un mal gato. Y los pajaritos más inocentes y confiados rodearon al gatazo, contentos de haber encontrado al maestro del coro que necesitaban. Le fue muy fácil entonces al astuto Mirrimiz escoger al pájaro cantor más gordo, ¡un tonto!, y atraparlo con su zarpa. Al gato sí que no le costó nada su merienda porque consiguió gratis al incauto tordo.
En el mundo hay charlatanes de todo tipo y por todas partes. Ofrecen sus servicios gratis a todo el mundo. Según ellos son expertos en lo que sea y siempre saben alabar muy bien al alumno o al comprador de sus servicios. Uno toca, otra canta, el de más allá baila, y ésta enseña su arte. Todo gratis, porque todo lo hacen por afición, por vocación.
Hay que ser siempre muy prudentes con gentes tan hábiles y generosas, porque tal vez más tarde cobren sus servicios mucho más caros de lo que podemos imaginar.
Siempre es bueno actuar con prudencia y no dejarse seducir por voces halagadoras de sirena que cantan nuestras excelencias. Debajo de la alabanza, puede haber una trampa. Así la encontró el pobre inocente tordo que se fió de Mirrimiz, el gato de ciudad que se las sabía todas.



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