El cuervo sediento
Un caluroso día de verano, de esos en que el sol abrasa y obliga a todos los animales a resguardarse a la sombra, solamente un cuervo muy sediento volaba bajo el ardiente sol buscando algo para saciar su sed.
De repente, vio en el suelo una vasija de barro y cuando se acercó comprobó que tenía dentro un poco de agua.
¡El cuervo estaba muy contento de haber encontrado agua! Realmente tenía mucha sed.
Metió su pico dentro, pero el cuello de la vasija era demasiado estrecho y el agua estaba muy abajo, así que no podía alcanzarla.
Trató de empujar la vasija para que se inclinara y saliera el líquido, pero era tan pesada que esta ni siquiera se movió ni un poquito.
Angustiado y sin saber cómo iba a poder beber, golpeó su cabeza contra uno de los lados de la vasija.
El cuervo se puso a pensar en otras opciones hasta que, de repente, tuvo una idea y emocionado dio un salto de alegría.
Cogió con su pico algunas piedrecitas y las dejó caer dentro de la vasija y fue observando lo que pasaba.
Efectivamente, ¡el nivel del agua había aumentado! Así, el cuervo siguió soltando más y más guijarros dentro de la vasija. Pronto el agua llegó al borde y por fin, el cuervo pudo saciar su sed y rápidamente se fue volando buscando una sombra para resguardarse de aquel caluroso sol.
Comentarios
Publicar un comentario