Orangutana tiene miedo- Sophie Holmqvist
Orangutana no consigue dormir. Tumbada en una rama de su árbol, no deja de pensar; y algunas de las cosas en las que piensa son peligrosas.
Piensa en los sonidos desconocidos de la oscuridad, y en monstruos de afilados colmillos. Pero sobre todo piensa en el día siguiente, que es un día importante: nada menos que su cumpleaños. Va a celebrarlo con una fiesta en la poza a la que irán todos sus amigos, y cada vez que piensa en ello siente un cosquilleo de excitación en el estómago.
Pero de repente oye un ruido extraño, y ese cosquilleo se convierte rápidamente en un ruido.
Orangutana se acurruca y tira de la hoja de palmera para que le tape hasta el hocico. Le gustaría no ser tan miedosa, pero no lo puede evitar.
A la mañana siguiente, Orangutana se despierta con un canto de pajarito que llega desde las ramas más altas.
-¡Feliz, feliz cumpleaños ,querida Orangutana! -dice con su alegre trino.
-Gracias -le contesta Orangutana-. Pero no sé si vale la pena celebrar el cumpleaños de alguien tan miedoso como yo.
Y con un profundo suspiro se encamina hacia el río para asearse.
En el agua ve a Tigresa, que arruga el hocico y tiene pinta de estar enfadada.
-¡Qué rabia! La corriente se ha llevado el tronco que había en el río, y ya no puedo pasar al otro lado- gruñe.
-Si quieres puedo ir nadando y traerlo de vuelta -dice Orangutana-.
Al fin y al cabo, tengo que bañarme.
Y al momento se zambulle en las frías aguas del río, llena de remolinos. Cuando el tronco vuelve a estar en su lugar, Tigresa cruza con cuidado al otro lado.
Orangutana observa a su amiga con admiración. "Ojalá fuera tan valiente como Tigresa", piensa mientras se aleja; " así no pasaría la noche en vela, muerta de miedo". Sin que ella lo sepa, dos ojos oscuros la vigilan desde lo alto del árbol.
Tras adentrarse un poco en la jungla ve en lo alto de una gran roca a su amiga Elefanta, que sacude las orejas y da muestras de agitación.
-¡Es enorme! ¡Tiene dientes grandes y afilados! ¡Es un monstruo! -chilla, sacudiendo todavía más las orejas.
-¿Un monstruo? ¿Dónde? ¿Quién? -pregunta sorprendida Orangutana mirando a su alrededor.
-¡Es un ratóoon! -barrita Elefanta, apuntando aprensivamente con la trompa a un pequeño bebé de ratón que intenta esconderse entre la hierba y tiembla atemorizado.
Orangutana se acerca al ratoncito y lo levanta con cuidado con su enorme manaza.
-¡No me comas, por favor! -chilla el ratón-. Me ha perdido de mis hermanos, y no sé como llegar a nuestra madriguera. Está junto a la roca grande que hay detrás de un matorral verde.
-Tranquilo, no pensaba comerte -dice Orangutana, y lleva al ratoncito a casa con su familia.
-¡Gracias! -chillan los demás ratones.
-¡Graciaaas! -barrita Elefanta, bajando de la roca muy despacio.
"Que curiosos es ver a un animal tan grande asustarse de uno tan pequeño", piensa Orangutana mientras sigue adentrándose en la jungla, sin saber que alguien se esconde detrás de los arbustos y escucha todo atentamente.
Cuando llega a un bosquecillo de bambú, Panda le saluda desde lo alto de un árbol.
-¡Baja del árbol, vamos a jugar al escondite! -grita Orangutana.
-¡Ya me gustaría!- suspira Panda-. Pero me puse a trepar por este árbol tan bonito para disfrutar de la espléndida vista que hay desde arriba, y ahora no me acuerdo de cómo he subido. Me da mucho miedo bajar.
Sin pensárselo dos veces, Orangutana trepa hacia lo alto columpiándose de un árbol a otro, y gracias a sus largos brazos, llega enseguida adonde está Panda.
Allí con mucho cuidado, toma a hombros a su amigo y le ayuda a bajar al suelo.
-¡Gracias! -dice Panda, sintiéndose a salvo-. Nos vemos luego en la fiesta. Orangutana asiente y se despide de su amigo.
Está a punto de pisar la cola de alguien que toma el sol en la hierba y observa con interés, pero Orangutana no se da cuenta.
Orangutana prosigue su paseo por la jungla, pensando en la fiesta que va a celebrar esa tarde. Sumida en sus pensamientos, apenas se fija en la pitón cuando esta sale reptando de los arbustos del camino.
-¡Sshhh! Mira por donde vas- susurra Serpiente-. ¡Casi me pisas! Y ya es la segunda vez en el mismo día. ¡Vaya forma de empezar una amistad!
Orangutana, muy sorprendida, se queda mirando a la gran pitón sin decir nada.
-Verás...lo cierto es que estoy muy sola -dice Serpiente-. Necesito un amigo, alguien con quien pasar un rato agradable. Pero en cuanto me ven, todos los animales se asustan; se creen que soy un ser horrible y peligroso. Tú, en cambio, eres valiente; te he estado observando. A ti no te dará miedo ser mi amiga -dice Serpiente muy segura de si misma, y se queda mirando a Orangutana.
-¿Yo? ¿Valiente yo? Creo que te equivocas - suspira Orangutana-. A mi me da miedo casi todo. Por las noches estoy tan asustada que no consigo pegar ojo.
-Bueno, a todos nos asusta una cosa u otra- contesta Serpiente-. Y recuerda que, para ser valiente, primero hay que tener miedo. ¿No eras tú la que ha ayudado a Tigresa a cruzar el río? ¿La que ha salvado a Elefanta de ese ratoncito? ¿La que ha ayudado a Panda a bajar del árbol? Creo que lo que te asusta es el propio miedo -dice Serpiente muy convencida, chasqueando la lengua.
-Puede que tengas razón -dice Orangutana, sintiéndose algo más contenta y más valiente.
Y así es como los dos animales se hacen amigos. Orangutana decide invitar a Serpiente a su fiesta de cumpleaños, y esta responde que irá encantada.
Cae la noche y todos los animales se van reuniendo en la poza para la fiesta de cumpleaños. Panda ha traído algo de fruta, y también hojas y flores para la decoración.
Tigresa ha preparado un pastel para tigres, y Elefanta está tocando una fanfarria con su trompa-trompeta.
Todos están muy contentos y con muchas ganas de empezar.
Y cuando por fin llega Orangutana, todos aplauden y vitorean.
Pero al ver a Serpiente, todos los animales quedan petrificados.
-¡Cuidado, Orangutana! -chilla el ratón.
-¡Una serpiente! -barrita Elefanta.
-No pasa nada -les dice Orangutana-. Es mi amiga Serpiente, y no es tan peligrosa como creéis. Ella ha intentado hacerse amiga de todos vosotros, pero no os habéis dado cuenta porque solo pensabais en el miedo que os daba.
Los animales están encantados de tener una nueva amiga, y Serpiente está tan contenta que se lanza a hacer acrobacias por los árboles.
Cuando hace el truco de convertirse en un lazo y menear la cola, es tan divertido que todos los animales la aplauden y jalean entusiasmados.
-Menos mal que Orangutana es valiente y se atrevió a hablar con Serpiente -dice Panda-. Yo no me habría atrevido nunca.
-Y ahora ha llegado el momento de dar una gran ovación a nuestra valiente amiga Orangutana, que hoy celebra su cumpleaños -anuncia Tigresa.
Dicho y hecho.
¡HURRA!
Cuando la fiesta llega a su fin, Orangutana y Serpiente vuelven a casa atravesando la oscuridad de la jungla.
Cada pocos pasos, una de ellas de sube a un árbol y se columpia en él.
Al llegar a su árbol, Serpiente se desliza hacia arriba hasta alcanzar la rama más alta, y con su larga cola aparta las hojas que impiden ver el cielo.
La luna y las estrellas iluminan el árbol como un mar de lucecitas, y las dos amigas se recuestan al abrigo de una enorme hoja de palmera.
Esa noche, Orangutana duerme plácidamente con su nueva amiga Serpiente a su lado.
Las estrellas parpadean y la luna brilla en la oscuridad de la noche. La brisa mece las hojas suavemente.
De vez en cuando se escucha algún ruido poco familiar.
Pero Orangutana ya no tiene miedo. Los ruidos ya no la asustan tanto, ahora que tiene a Serpiente a su lado.
Y, además, está tan contenta que el miedo no existe para ella.
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