La cigarra y la hormiga - Esopo
Era verano y hacía mucho calor. La cigarra estaba contenta,
se sentía feliz. Se pasó todos esos meses cantando, sin preocuparse de nada
mas, sin pensar en que, cuando viniera
el frio, no iba a poder encontrar fácilmente la comida que ahora tenía a su
alcance.
Comía, cantaba, vivía feliz. No pensaba en nada, solo en
cantar. Ni se le ocurría que no quedaba
tanto tiempo para que el invierno llegara. Hacía calor y se estaba muy
bien en la rama del árbol sin hacer nada..Era muy divertido cantar y cantar.
Veía abajo, en el suelo,
a la tonta hormiga que no paraba de trabajar ni un instante. Iba de aquí
para allá, siempre cargada con comida que llevaba a su hormiguero. ¡Qué
estúpida! ¡Con lo bien que se estaba sin hacer nada!
Empezaron a pasar los días, uno tras otro, a una velocidad
terrible…y llegó el invierno. Hacía mucho frío. Muchos árboles habían perdido
las hojas, estaban desnudos y no tenían nada que dar a los pájaros ni a las
cigarras.
La cigarra comenzó a buscar desesperadamente comida por los
campos: granos de trigo… ¡nada!, ¡que no encontraba ni uno! ¡Y tenía hambre,
mucha hambre!
Bajó del árbol, se fue a los campos, pero no había en ellos
ni un solo grano de trigo, de centeno. Buscó y buscó otra vez por los desnudos
árboles por los campos sin comida. ¡Nada! Tenía
mucha hambre y tiritaba de frío.
¿Qué iba a hacer? ¡Se iba a morir si no comía! ¡Notaba ya
que le faltaban las fuerzas para seguir buscando comida!
De pronto se acordó de su vecina, la hormiga. ¡Qué idea tan
buena! ¡Ella sí tenía almacenados en su hormiguero muchísimos granos de y
podría darle unos pocos! Se fue inmediatamente a verla.
La saludó con mucho respeto, dobló incluso un poco la patita
al hacerlo, y le dijo:
-Doña hormiga, sé que vuestros graneros están llenos, no vais a poder acabar en todo
el invierno las provisiones que tenéis almacenadas. En cambio, aquí tenéis a
vuestra humilde vecina, esta triste cigarra que no puede comer. Se pasó el
verano muy alegre, cantando, cantando siempre, y no supo nunca qué era el
hambre ni pensó en que algún día iba a saberlo muy bien.
>>No podía imaginarme, doña hormiga, lo duro que es el
invierno. Yo no sabía lo que me estaba esperando. Estoy tiritando de frío, mi
querida amiga, y muerta de hambre porque no tengo nada que llevarme a la boca.
>>Por favor, doña hormiga, prestadme algo de lo que os
sobra para que pueda comer. Yo os prometo que, como me llamo cigarra, os lo
devolveré y ganaréis mucho en ello. En verano os cantaré todo el día y seré
vuestra amiga para siempre.
La hormiga no era nada generosa y, al oír a su desesperada y hambrienta
vecina, escondió a la espalda las llaves del granero y, muy enfadada, le
contestó:
-¡Tú crees que voy yo ahora
a prestarte lo que me ha costado tanto trabajo conseguir! ¡Holgazana!
Dime, ¿qué hiciste en todo el verano?
-Yo- le respondió con la cabeza baja la cigarra- cantaba,
señora vecina, como os he dicho. Soy muy alegre, y cantaba a todo el que pasaba
debajo de mi árbol. Y no paré ni un momento, ni un momento. Yo era feliz y
quería que los demás lo fueran al escucharme.
-¡Así que tú cantabas mientras yo trabaja sin parar! ¿No me
viste trabajar y trabajar con el calor que hacía para llenar mi granero? Seguro
que sí y que pensaste que yo era una tonta porque tú comías y no hacías nada más
que cantar. Pues ahora que yo como, baila tú, que te creías tan lista.
Y se metió en su hormiguero y dejó sola a la hambrienta y
perezosa cigarra.
La cigarra no fue previsora porque no pensó que, después de
la abundancia del verano, viene el frío invierno y la comida para las cigarras
desaparece. Pero la hormiga, que pudo comer porque fue previsora y trabajadora,
no fue, en cambio, nada generosa.
No hay que imitar a la cigarra que siempre llega el invierno
en la vida y nos falta lo que despreciamos otro tiempo. Pero tampoco se debe
ser tan poco caritativo como la hormiga, porque compartir las cosas da mucho
gusto.
Comentarios
Publicar un comentario