La lechera - Esopo
Una mujer llevaba leche a vender al mercado: era la lechera.
Vivía en la montaña e iba al pueblo, como todas las semanas. Caminaba sola,
contenta, feliz, sin prisa. Pensaba en lo que iba a hacer, en dónde vendería la
leche, quién le daría más dinero. Se acordaba de lo que le habían dicho la
semana anterior: que la leche de sus vacas era muy buena. Por ello se la habían
pagado muy bien.
Iba tan contenta que empezó a imaginar cosas, a pensar lo
que le iba a pasar en cuanto vendiera la leche:
<<Me darán mucho dinero por esta lecha tan buena. Con
lo que me den compraré un enorme cesto de huevos. De los huevos nacerán cien
pollitos. ¡Parece que los estoy viendo dando vueltas a mí alrededor! ¡Pío, pío,
pío….! ¡Cuánto pían!
¡Qué bonitos son! ¡Parecen bolitas de algodón amarillo!
Cuando crezcan, los venderé. Conseguiré mucho dinero, el
suficiente para comprar un cerdo. Si le doy a éste bellotas, salvados, berzas,
castañas, se va a poner como una bota.
Le daré comida, comida, mucha comida, hasta que vea que arrastra la barriga por
el suelo, de tan llena que la lleva, de tan gordo que se ha puesto. Luego lo
llevaré al mercado y me darán por él mucho más dinero.
¿Y qué haré con tanto dinero? Pues compraré una vaca al
contado, sin regatear. La quiero fuerte, que dé buena leche, y aún me sobrará
dinero para comprar un ternero. Ya lo veo dando saltos y corriendo por todo el
campo, ¡qué fuerte es el ternero! ¡Llega hasta el monte que está allá
lejos!>>
Y la buena mujer, viendo ya los saltos del ternero que había
comprado con el dinero de la venta del cerdo, que había comprado con el dinero
que le dieron por los pollos, que habían salido de los huevos que había
comprado con el dinero de la venta de la leche…, dio también un gran salto sin
acordarse de que llevaba en la cabeza el cántaro lleno de leche, y éste se cayó
al suelo. ¡Pobre lechera! Se quedó sin
leche, sin huevos, sin pollitos, sin pollos, sin cerdo, sin vaca y sin ternero.
Y dejó de dar saltos de contento, y se puso a llorar junto al cántaro roto y la
leche derramada por el suelo.
No fabriques castillos en el aire, no dejes suelta tu
fantasía sin fijarte en lo que haces, en donde pisas, por dónde vas. ¡Pobre
lechera! Estabas contenta con lo que tenías, y ¿ahora qué?
No vivas ansiosa, pobre lechera, por lo que podrás tener.
Goza con lo que tienes, que nada es poco. Que no hay bien futuro seguro y que
ni el bien presente es duradero. Por eso, vive contenta, que es el mejor regalo
que te da la vida.
Moraleja: no cuentes con tus futuras ganancias antes de conseguirlas.
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