El árbol de los abuelos - Daniele Fossette y Luis Vives
Un abuelo subido en una rama
-Sabrina,
Casandra, Eduardo, ¿ qué es un árbol genealógico?
A veces la
profesora hace unas preguntas más raras…
-Y tú,
Malika, ¿sabes lo que es?
¿Yo? Yo
conozco el manzano el jardin del señor nFelix, tambien he visto un castaño
enorme y hasta sauces llorones. Pero un arbol general… ge-ne-ral… generalógico,
no lo he visto en mi vida. Y estoy segura de que nadie en toda la clase ha oido
hablar de el. Aparte de Sofía, claro.
Seguro que
esa se sabe los nombres de todos los arboles de la Tierra por orden alfabético.
Ya lo decía yo. ¡Es ella la que contesta!
¿Cómo? Dice
que es un arbol en el que se pone a los abuelos y a las abuelas. ¡Menuda
tonteria!
Todos nos
reimos mucho.
Pero la
profesora dice que Sofía tiene razón. ¡Qué raro! Abuelas y abuelos sentados en ramas. ¿Qué harán alli
arriba? En todo caso, mi abuelo nunca querrá subirse. De eso estoy segura.
Bueno la
profesora nos explica que un árbol ge-ne-a-lo-gi-co, no generalógico como yo
decía, no es un árbol de verdad. De árbol, solo tiene la forma. Pero nos
permite representar la historia de una familia.
Nos dice que
llevemos fotografías de nuestros padres y
nuestros abuelos; y que les preguntemos cosas sobre sus vidas. Con mamá
y papá no habrá problema, pero con el abuelo, ¡vaya lio! ¿Cómo voy a
convencerle de que me dé una foto suya para mi profesora?
De todos
modos al volver del colegio, se la pido. Me mira fijamente y me dice:
-Nunca nadie
me tendrá aplastado en una foto, ¡ni siquiera tu profesora!
-Pero
abuelo, si es solo para ponerla en un arbol.
-¡Un arbol!
¿Tu profesora quiere colgar mi foto de un arbol? ¡Voy a tener que decirle
cuatro cosas!
-Eso es.
Ella tambien quiere que le cuentes cosas de tu vida. Y entonces al abuelo se le
pasa el enfado.
Le encanta
hablar de su vida.
-¡Ah! Pues
puedes decirle que hace mucho tiempo, yo
vivia en un poblado de África.
Muy lejos de
aquí,pero muy cerca del desierto. Y no olvides contarle que yo era muy buen herrero. Fabricaba lanzas
y herramientas. Pero… oye, ¿me estas escuchando?
Normalmente
me encanta escuchar al abuelo. Pero hoy al oirlo me siento un poco incómoda. Sé
que tendre que hablar de la vida de mi familia delante de toda la clase.
-Abuelo,
tengo miedo de que todos se burlen de mi.
Tu eres el
unico abuelo que se llama Karamoko.
¿Y eso que
tiene de malo?
Explicales
que, en nuestra lengua, significa “Gran Cazador de Leones”. Es para estar
orgulloso, ¿no crees?
-Si, claro…
Si es que aquí hubiera leones…
-Solo
tendras que añadir que, ademas, he atravesado el desierto.
Si, pero tu
ibas montado en un dromedario. El abuelo de Sofía ha hecho el Paris-Dakar en
coche.
-Cuéntales a tus compañeros que, por la noche, yo me sé
guiar por las estrellas.
-Aquí no
tiene mérito, porque las calles no están oscuras. Tienen farolas que illuminan.
-¿Y si les
hablas de lo bien que cocino l cuscús de pollo? Me sale bien sabroso, ¿a que
sí?
-Sí, pero
comes con los dedos. Si hicieras eso en el comedor del colegio, te reñirán.
Lo mejor
será decir que te llamas…Mauricio! Y que eres carnicero, como el abuelo de Julian. ¿Te gusta mi idea?
¿Yo,
Karamoko, carnicero? ¡Lárgate de aquí antes de que te convierta en salchichón!
Me parece
que he sido muy injusto con el abuelo. Pero es que esto de la historia de la
familia es tan complicado.
El sonido del Tamtan
En clase,
mis compañeros han contado muchas cosas de la vida de sus abuelos granjeros, de
sus abuelas panaderas…
Yo contemplo
en silencio la página del cuaderno con mi árbol genealógico. Me gustaria
esconderme detrás de el, para que nadie me viera. Pero la profesora insiste:
-La historia
de vuestra familia empezó muchísimo antes de que vosotros nacierais, y vosotros
la continuaréis. Si la olvidáis, se perderá. Saber de donde se proviene es como
tener raíces.
Y los niños,
como los árboles necesitan tener raices para crecer. Pero, antes de nada, tengo
una sorpresa para vosotros. Hay alguien que ha querido venir a hablaros de todo
esto, y yo estoy encantada de que esté aquí.
¿Por qué me
mirara a mi?
¿Estará
esperando que me salgan raices en los pies?
De pronto,
llaman a la puerta.
¡Pase! –dice
la profesora con cara de ilusión.
Y la puerta se abre. ¡Es mi abuelo! ¿Qué hace
aquí? Entra en clase con su tamtan y su bubú que le llega hasta los pies.
-Soy el
abuelo de Malika. Me llamo Karamoko, que, en nuestra lengua significa “Gran
Cazador” –explica mientras me guiña un ojo.
Os voy a contar una historia que
me ha susurrado el viento del desierto.
¡Bum! ¡Bum!
¡Bum! Su tamtan resuena muy fuerte como mi corazón. A cada golpe, yo… me hundo
un poco más en mi silla.
-¡Ah, el
desierto! Sabed que no hay nada mas
hermoso en el mundo… Ni nada mas terrible tampoco. Porque el desierto avanza,
avanza sin parar, y transforma en polvo
todo lo que toca. Y nada ni nadie lo detiene.
Muchas
personas y animales intentaron pararlo. Pero el desierto ha seguido avanzando y
avanzando. Ha desecado los rios, ha matado de sed a las plantas, acabado con
los animales, y ha hecho huir a las personas. Hasta el dia en que…Miro inquieta
a mi alrededor. ¿Qué pensarán mis compañeros?
¡Todos están
escuchando a mi abuelo con los ojos muy abiertos! ¡No se oye ni una mosca!
Hasta el dia
en que alguien tuvo la idea de pedir ayuda a los Grandes Arboles. Y ellos
dijeron que si, que ayudarian.
Se unieron
con fuerza, unos junto a otros, hasta formar un bosque… Hundieron sus raices
profundamente en el suelo. Y esperaron con valentia. El desierto se acercó a
ellos. Pero nunca, nunca pudo adentrarse en el bosque.¿Y sabeis por que los
arvoles pudieron resistir?
En la clase
nadie lo sabe. Ni siquiera Sofia. Todos los niñas y niñas quieren que el abuelo
siga contando la historia del desierto. Yo me siento importante, segura… y muy
orgullosa.
Y entonces,
el tamtan resuena de nuevo y mi abuelo añade:
-Porque los
arboles tienen raices solidas son mas fuertes que todo. Mas fuertes que la sed,
mas fuerte que el miedo, mas fuerte que el desierto. Asi que veamos vuestros arboles.
¿Tienen
todos buenas raices? –pregunta con una sonrisa pícara. Sin que nadie se dé
cuenta, cojo mi lápiz y dibujo muchas raices y muchas raices en mi arbol. Y
sobre todo la mas gorda y la mas fuerte, en el sitio de la foto, escribo KARAMOKO. Al salir de
clase me dice Sofia:
-Que suerte
tienes, Malika. A mi me gustaria tener
un abuelo que contase historias tan bonitas e interesantes como el tuyo…
FIN,
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