Mamá, ¡upa! - Maria Teresa Jiménez Ortiz
-Tengo la
mamá más guapa del mundo- piensa Pablo orgulloso. Mamá juega con él, le
acaricia el pelo dulcemente, le da besitos tiernos, le abraza y lo mira con
ojos llenos de amor.
Poco a poco,
la tripa de mamá empieza a crecer, a crecer…
-Vas a tener
una hermanita –le dice.
Y al cabo de
unos meses, la tripa de mamá vuelve a ser como antes, pero de dentro ha salido
una cosita pequeña, con la piel arrugada y roja… ¡Es la hermanita!
Mamá se la
enseña a Pablo y le dice:
-Dale un
beso a Martina, es tu hermanita.
Martina solo
llora y llora y mamá siempre tiene que correr a consolarla. Ahora mamá ya no
juega tanto con Pablo, ya no le acaricia el pelo tan a menudo, ni le abraza con
aquel calorcillo, ni le da tantos besitos como antes. La niña llora de noche y
de día, ¡siempre llora! Mamá tiene cara de cansada.
Los días y
los meses pasan y Martina ya no es tan chiquita, ahora ya habla.
-Mamá,
¡upa!, mamá, ¡upa! –grita a todas horas.
Mamá a coge
en brazos y le dice palabras dulces. Y,
cuando Pablo está con mamá, Martina siempre llega corriendo y vuelve a gritar:
-Mamá,
¡upa!, mamá, ¡upa!
Un día,
Pablo mira a mamá y grita con rabia:
-¡Yo no te
he pedido una hermanita!
Mamá mira a
Pablo con ternura; ella los quiere a los dos por igual, pero solo tiene dos
manos; Pablo ya es mayor y Martina aún es tan pequeña…
-Mamá, ¡upa!
–continúa gritando Martina tirándole del brazo derecho.
-¡La mamá es
mía! –dice Pablo, furioso, tirándole del brazo izquierdo.
-¡Mía, mía!-
gritan los dos y tiran, y tiran y tiran hasta que mamá se rompe por la mitad.
Pablo y
Martina se miran desconcertados, sin embargo, inmediatamente, cada uno se lleva
su trozo de mamá.
Pronto se
percatan de que ahora mamá es diferente: sus brazos no son tan calentitos, ni
los besos, ni los dulces; sus miradas ya no son tan tiernas y le cuesta
escuchar. Ya no se los puede sentar en el regazo, ni jugar a arre arre
caballito, ni dar volteretas sobre el césped, ni contar cuentos…ni sonreír de
aquella manera tan especial como sonríe mamá.
-Me aburro
–dice Pablo.
-Yo también
–asiente Martina.
-¡Está mamá
es aburrida! ¡Yo quiero la mamá de siempre! –grita Pablo.
-Mamá, ¡upa!
–llora Martina.
Los dos
hermanitos se miran y se abrazan.
-¡Tenemos
que hacer algo! –dice Pablo, decidió-. ¡La pegaremos!
-¿Cómo? –pregunta
sorprendida la niña.
-¡Con
pegamento! –exclama Pablo.
-¿Con
pegamento? ¡Si la abrazamos nos quedaremos pegados a ella! –dice Martina.
-¡Con chicle!
-¡Se quedará
de color rosa y pegajosa! –se queja la niña.
-¡Con celo!
-¡Con celo
se despegará enseguida!
-¡Con
grapas!
-No, que le
hará daño!- protesta Martina.
-Pues, ¡con
miel!
-¡Se la
comerá un oso goloso!
-¿Y si la
vendamos como hacen los médicos?
-¡Parecerá
una momia! ¡No quiero una mamá momia!
-Ya lo sé,
¡la coseremos!
-¡Parecerá
una sábana remendado!
-Pues, ¡con
besos ensalivados!
-¡Los besos
ensalivados no pegan mamás! –grita Martina, enfadada.
Desesperados,
Pablo y Martina se abrazan llorando.
-¡Quiero la
mamá entera! –grita Pablo.
-Sí, sí, ¡la
mamá entera! –grita Martina.
-¡Por favor,
mamaíta, pégate!¡No lo haremos más!- llora Pablo.
-No lo
haremos más, no, no…¡mamáaaaa! –llora Martina.
¡Y de golpe
y porrazo pasa algo sorprendente! Mientras los os hermanos lloran, como por
arte de magia, mamá se va juntando despacio.
De repente
mamá los abraza y les da un beso… Los abrazos vuelven a ser calentitos y los
besitos dulces.
-¡Es como la
mamá de antes!, ¡es la mamá de antes!-grita entusiasmada la niña.
Los dos
hermanitos se miran emocionados.
-¡Nuestra
mamá es la más guapa del mundo! –gritan, orgullosos.
-¡De ahora
en adelante la compartiremos siempre! –dice Pablo con una gran sonrisa.
Sí, siempre
–asiente Martina, guiñándole el ojo.
Y la abrazan
muy fuerte, no sea que se vuelva a despegar…
Fin,
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