Oliver y su Pandilla - Walt Disney


En una acera de la Quinta Avenida de Nueva York, había una caja de cartón llena de gatitos para adoptar. A veces, se detenía alguien, elegía un gatito y se llevaba. Cuando cayó la noche, sólo quedaba uno en la caja: un pequeño pelirrojo al que nadie había querido…
Se llamaba Oliver. El pobre gatito abandonado pasó la noche en la calle.
Cuando se despertó, un delicioso olor a salchicha le atrajo hacía un vendedor ambulante que le ahuyentó.
Entonces, un gran perro vagabundo se dirigió hacia él.
Dodger: ¡Hola, peque!

Nuestra misión es liberar a todas esas salchichas prisioneras y largarnos de aquí.
Oliver tenía mucha hambre; Dodger dijo que repartirían el botín. Mientras el gatito daba grandes saltos delante del vendedor, Dodger robó una larga ristra de salchichas y escapó a toda velocidad. Oliver le alcanzó, pero…
Dodger: ¡Escucha, peque, para comer soy yo solo! Esto te servirá de lección. ¡Adiós!
El sinvergüenza se iba con las salchichas. El gatito no le dejó. Le siguió hasta la barcaza donde le esperaba su banda: Rita, la perra afgana, Tito, el chihuahua, Einstein, el gran danés y Francis, el bulldog. Desde el tejado, Oliver le observaba. Pero, ¡crac!...cayó en medio de ellos…
Oliver: “¡El me ha robado mi parte!”.

Pasado el momento de asombro todos acogieron al gatito. Poco después, entró Fagin, su dueño, seguido por los dos terribles dobermans del matón Sykes.
Fagin: Sykes vendrá de un momento a otro. ¡Me viene pisando los talones! No le voy a pagar con un minino…
Los dos dobermans avanzaban hacía Oliver amenazadores. Valientemente, Dodger se puso delante del gatito. Fuera, el claxon impaciente de Sykes sonó llamando a Fagin.
Después de haber hablado con el matón, Fagin volvió a subir al barco, muy preocupado.
Fagin: ¿Cómo devolverle el dinero en tres días? Mis horas están contadas… ¡De momento vamos a dormir chicos, mañana será otro día!
Fagin se enterneció por Oliver, enroscado entre las patas de Dodger, que se había convertido en su compañero.

Por  la mañana, estudiaron como dar un buen golpe para pagar a Sykes.
Oliver: ¿Qué es un golpe?
Einstein: Haz como nosotros. ¡Ya verás, eso produce!
Fagin les llevó en su moto hasta un barrio elegante de Nueva York.
Dodger: ¡Eh, chicos, mirad! ¡Una limusina con chófer! ¡Vamos a dar el golpe del accidente! Tú, Tito, te ocuparás de la radio en el interior.
Francis: ¡Yo haré el papel de víctima!
Cada uno hizo su papel, pero Tito recibió una descarga eléctrica al querer robar la radio, y fue lanzado fuera. Todos escaparon.  Sólo Oliver, que había seguido a Tito, no tuvo tiempo de saltar del coche.

En el asiento trasero de la limusina conducida por Winston, había una niña llamada Jenny, que estaba asombrada y encantada al descubrir al gatito.
Jenny: “No temas gatito, yo te cuidaré”
Winston: ¡No estoy seguro de que a Georgette le guste el nuevo inquilino!
Dodger y Tito siguieron al coche, que se detuvo delante de una hermosa casa de la Quinta Avenida. Ellos anotaron la dirección.
Jenny ofreció a Oliver un banquete delicioso. Pero en cuanto Georgette, caniche de lujo muy peripuesta, le descubrió, le miró con muy malos ojos.
Georgette: ¿Estoy soñando? ¿Un gato aquí?
Oliver: ¡Buenos días, madame!
Jenny: Estoy segura de que seréis buenos amigos.
Jenny llevó a Oliver a una joyería y le encargó un bonito collar con una medalla con su nombre.

A Oliver le gustaba su vida de lujo, pero sus amigos se preocupaban por él…
Francis: ¡Hay que sacar al chico de esa jaula!
Dodger: ¡Manos a la obra, compañeros!
Jenny estaba en el colegio. Burlando a Winston, toda la banda entró en la casa.
Georgette: ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué queréis?
Dodger: Nos iremos en cuanto encontremos al gatito.
Georgette encantada de verse libre de Oliver, les llevó hasta donde éste dormía, sobre un cojín de seda.
Georgette: ¡Aquí tenéis a vuestro querido gato! ¡Vamos, iros! ¡Eh! Por la puerta del servicio.
Oliver parecía decepcionado de volver a la barcaza.
Dodger: ¿No está lo bastante bien para el SEÑOR?
Oliver: Hay allí una niña tan…
Dodger: ¿Quieres irte, pequeño? Perfecto, la puerta está abierta.
Oliver se disponía tristemente a marcharse, cuando Fagin advirtió su lujoso collar  su medalla.
Fagin: Tu dueño es millonario. ¡Chicos, ya he encontrado la solición a nuestros problemas! ¡Rápido, una hoja de  papel! Voy a redactar una bonita carta.

Era una petición de rescate.
Jenny lloraba por la desaparición de Oliver, cuando encontró la carta de Fagin… Corrió a la cita en el muelle.
Jenny: ¡He venio a recuperar a mi gatito y he traido incluso mi hucha para pagar el rescate.
Fagin, conmovido, hizo como que acababa de encontrar al gatito por casualidad.
Fagin: ¡Eh, pequeña! ¿Es este quizá el tuyo?
Jenny: ¡Oh, muchas gracias señor!
El coche de Sykes se lanzó entonces sobre ellos. Una mano fuerte agarró a Jenny y el coche desapareció con ella en la noche. Fagin recuperó el gato y partió en el motocarro con todos los perros hacia el almacén de Sykes, donde entraron con astucia. Allí descubrieron a Jenny, prisionera del gangster, y consiguieron liberarla, mientras él telefoneaba a los padres de la pequeña para obtener un enorme rescate.
Pero Sykes le cerró el paso.
Sykes: ¡Muy  bien, muy bien! El juego ya ha durado demasiado. La partida ha terminado para vosotros.
Entonces, Fagin, con su motocarro, entró en tromba.
Fagin: ¡Subid, subid todos!
Jenny y todos sus amigos saltaron al motocarro, que salió hacía la puerta perseguido por los dos guardianes de Sykes.

Pero la gran limusina negra de Sykes, de potente motor, se lanzó en persecución de la moto. Para evitarla, Fagin tuvo que hacer una maniobra vertiginosa.
De golpe, el motocarro que les llevaba a todos se encontró frente a una boca del Metro que se abría ante ellos. ¡Fagin no tuvo otro remedio que bajar por ella!
La limusina le siguió y bajó también por la escalera. Se sucedió una desenfrenada persecución por lo túneles del metro.
Jenny: ¡Socorro!¡Socorro!
De pronto se encontraron en el puente de Brooklyn, en las vías del metro aéreo. Un tren venía hacía ellos de frente.
¡La limusina no puso evitarlo, y voló a pedazos! Fagin casi se salió del cable por el que corría su motocarro como por un tobogán. ¡Estaban salvados!
Al día siguiente, los amigos se reunieron para celebrar alegremente el cumpleaños de Jenny.
Jenny: ¡Gracias! ¡Gracias a todos!
Después Fagin se fue con su banda de nuevo a la calle y a la libertad. Dodger miró cariñosamente a Oliver, que se quedaba con Jenny.
Dodger: “¡Para ser un gato, eres realmente formidable!”
Fin,



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