Mary Poppins - P.L Travers

Aquella mañana, había tormenta en la casa de los Banks. La niñera de sus hijos, Jane y Michael se había despedida harta de sus travesuras... ¡Y era la cuarta en dos semanas!
El estricto señor Banks puso un anuncio en el diario pidiendo una niñera que impartiese disciplina. Jane y Michael habían redactado su propio anuncio en el que pedían una niñera joven, guapa, cariñosa y amiga de los juegos, mas cuando su padre lo leyó, rompió el papel y lo arrojó a la chimenea.
Al día siguiente, una larga fila de viejas y gruñonas candidatas a niñera se agolpaba ante la puerta de la casa.

De repente, una ráfaga de viento se las llevó a todas por los aires y del cielo, agarrada a un paraguas, descendió una joven y guapa mujer.
-Mi nombre es Mary Poppins -dijo la joven presentándose -y vengo por el anuncio.
El señor Banks, atónito, vio que el anuncio que la niñera le mostraba era el que sus hijos habían escrito y el que él mismo había arrojado a la chimenea.

-¿Dónde están los niños? -preguntó Mary Poppins-.
 Subió al piso superior y los encontró en la habitación que era un auténtico desorden. Con un pase mágico, todos los juguetes y prendas de los pequeños se colocaron solos en sus armarios y cajones.
-Eres estupenda, Mary Poppins -le dijeron los niños .
-¿Qué vamos a hacer ahora?
-Vamos a dar un paseo por el parque. En el parque un joven pintaba dibujos en la acera y, cuando levantó la cabeza, exclamó:
-¡Mary Poppins! ¡Hacía siglos que no te veía!
-Me alegro de verte de nuevo, Bert -respondió ella -.

Así que hoy eres pintor.
Bert cambiaba de oficio casi a diario. Contento de ver de nuevo a su amiga, le propuso visitar uno de los paisajes que había pintado en el suelo.
-¿Podemos hacer eso? -preguntó Michael sorprendido.
-Mary Poppins puede hacer cualquier cosa, muchacho -respondió el pintor.
Mary Poppins accedió. Jane y Michael eligieron un bonito paisaje campestre,con una granja, al fondo de la cual se adivinada un Tiovivo. Se dieron todos la mano y, así unidos, saltaron sobre el dibujo de tiza.

Inmediatamente los cuatro se encontraron dentro de la escena. Bert vestía ahora una bonita chaqueta a rayas y Mary estaba preciosa con un elegante vestido blanco.
-¡Vamos a montar en el Tiovivo!-pidió Michael. Cada uno eligió un caballo, pero a los pocos minutos,Mary estaba cansada de dar vueltas en el carrusel.
-Esto es muy aburrido -dijo-. ¿Por qué no pasear por el campo?
Apenas dijo eso, los caballos se desprendieron del carrusel y todos se vieron galopando por la campiña sobre los caballos de madera y, cuando quisieron darse cuenta, estaban compitiendo en una carrera de caballos contra otros jinetes.
Más tarde, un trueno somó en el cielo y una densa lluvia comenzó a caer. Mary abrió el paraguas y todos juntos se protegieron debajo de él. Poco a poco, el paisaje de tiza en el que se encontraban empezó a borrarse debido al agua y los cuatro se encontraron de nuevo a pie en la acera del parque.

-¡Oh,Bert, se han borrado tus dibujos! -dijo Jane muy apenada.
-No importa -respondió él-. Ya haré otros y aún más bonitos. ¡Hasta mañana!
A la mañana siguiente, cuando Mary Poppins  y los niños salieron a comprar el pescado, se encontraron con un perro pequeño que se detuvo delante de ellos y comenzó a ladrar.
-¿Qué me dices? -exclamó la niñera que entendía el lenguaje de los perros-. ¿Otra vez le ha dado su ataque al tío Albert? ¡Vamos para allá!
-¿Quién es el tío Albert? -preguntó Jane.
-Es un viejo conocido -respondió Mary Poppins -. De vez en cuando le dan unos ataques muy especiales. El perro me ha dicho que Bert está allí con él, cuidándole.
En casa del tío Albert, los niños descubrieron que se trataba de unos imponentes ataques de risa...¡que le hacían volar por los aires!

-¡Muy bonito, tío Albert! -le regañó Mary Poppins-. ¿Otra vez estamos en las mismas?
-¡Ja, ja, ja! ¡No puedo evitarlo! -respondió el anciano sin dejar de reír -. ¡Es más fuerte que yo!
La enfermadad del tío Albert era terriblemente contagiosa, por lo que a los pocos minutos. Mary, Bert, Jane y Michael se encontraban también volando, pegados al techo y riendo a carcajadas.
-¿Y cómo se para esto? -preguntó Michael.
-Pensando en algo triste -respondió la niñera.
Cuando Mary Poppins les dijo que era hora de regresar a casa, la noticia fue lo suficientemente triste como para hacerles descender del techo.
De regreso al hogar, el señor Banks estaba furioso.
-Estoy disgustado con usted, Mary Poppins -le dijo-. Desde que llegó, los niños se comportan de forma extraña y no dicen más que tonterias como Supercabralafi...supermacalongri...

-Supercaligragilísticoespialidoso -dijo Mary Poppins.
Sí, estoy de acuerdo con usted en que necesitan un trato más serio, por eso me parece estupenda su idea de llevarlos mañana al banco.
A la mañana siguiente, Jane y Michael fueron con su padre al banco. Este les había repetido una y mil veces que debían portarse bien allí.
Cerca del edificio del banco, Michael vio a una mujer vendiendo migas de pan para las palomas.
-Tengo dos centavos -dijo el niño. Voy a comprar pan para las palomas.
-No seas bobo, Michael -le regañó su padre-. Hay que ahorrar y no tirar el dinero.  Lo que vas a hacer con esos centavos es ingresarlos en el banco.

El señor Banks presentó muy orgulloso a sus hijos al presidente del banco, un anciano de cien años.
-Mi hijo quiere abrir una cuenta con dos centavos.
-Estupendo, muchacho -dijo el anciano-. El ahorro es una virtud. Dame esas monedas.
-¡No! -gritó el niño-. ¡Son mías! ¡Son para las palomas!
Al oír al niño, los clientes pensaron que, si el banco necesitaba quitarle dos centavos a un niño, su dinero no podía estar a salvo allí y todos se lanzaron a las ventanillas a cancelar sus cuentas.
Viendo el escándalo que se había organizado, Jane y Michael recuperaron sus monedas y salieron corriendo del banco. Era la primera vez que vagaban solos por la ciudad y pronto se encontraron perdidos. De pronto, al doblar la calle, gritaron al encontrarse ante un hombre completamente tiznado de negro.

-¡Eh! -gritó el hombre agarrándoles del brazo-. ¡No os asustéis! Soy Bert. Perdonad mi aspecto, pero es que hoy soy deshollinador. ¿Qué hacéis aquí solos?
Los niños le contaron su aventura.
-Venid -dijo Bert-. Os llevaré a casa.
-¿No te da miedo meterte en la chimenea Bert? -preguntaron los niños.
-¿Estáis de broma? El trabajo de un deshollinador es estupendo. ¿Os gustaría acompañarme?
Michael se asomó al interior de la chimenea y un chorro de aire le absorbio hacia arriba. Poco después,Bert y su hermana estaban junto a él en el tejado cubiertos de hollín de los pies a la cabeza.
-¿Se puede saber qué hacéis aquí? -preguntó Mary Poppins apareciendo junto a ellos.
Bert y sus amigos deshollinadores comenzaron a cantar y bailar sobre los tejados y todos se divirtieron muchísimo.

Ya bien entrada la noche, Mary Poppins volvió a casa con los  niños. Tras bañarse, cenar y ponerse el pijama, la niñera les dijo:
-No juzguéis mal a vuestro padre.El os quiere,pero tiene demasiados problemas. Debe trabajar para poder manteneros t ni siquiera tiene tiempo para divertirse. Ahora bajad y dadle las buenas noches.
Los niños encontraron a su padre muy abatido sentado en su sillón. El presidente del banco le había citado para esa misma noche.
-Toma, papá -dijo Michael entregándole los dos centavos-. Con esto se arregla todo, ¿verdad?

Cuando el señor Banks llegó al edificio, los banqueros le aguardaban para despedirle, pero antes, como última humillación, le rompieron la corbata, el paraguas y el bombín. Sorprendentemente, el señor Banks, en lugar de abatirse, rompió a reír.
-¿Saben lo que les digo? -dijo entre carcajadas-. Me importan un pimiento ustedes y su banco. Prefiero mil veces disfrutar de mis hijos. ¿Cómo dice Mary Poppins en estos casos? ¡Ah, sí!
¡Supercalifragilísticoespialidoso!
A la mañana siguiente, un señor Banks desconocido fue con su familia al parque a volar un cometa. Estaban todos tan felices, que no se acordaron de despedirse de Mary Poppins. Surcando el cielo con su paraguas, la niñera se perdió entre las nubes.


Fin,


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